septiembre 28, 2010

El PRI en su laberinto

Ricardo Pascoe Pierce
Especialista en análisis político
ricardopascoe@hotmail.com
Excélsior

Todo empezó con sus derrotas electorales en Oaxaca, Puebla y Sinaloa, además del empate técnico en Veracruz.

El PRI enfrenta una encrucijada producto de eventos recientes a la vista de la sociedad. Todo empezó con sus derrotas electorales en Oaxaca, Puebla y Sinaloa, además del empate técnico en Veracruz. El resultado en esos estados fue un rudo despertar de la ensoñación que venía construyendo en torno a la "inevitabilidad" de su victoria en las presidenciales de 2012.

Al perder esas entidades, junto con el desastroso empate en Veracruz, los números ya no le favorecen al PRI. Ha perdido prácticamente todas sus reservas de voto duro en estados importantes. Arrasar en Tamaulipas y Chihuahua simplemente no le reporta los votos necesarios para ganar la Presidencia de la República. Tampoco vencer en Aguascalientes, Querétaro, San Luis Potosí o Tlaxcala. Las grandes reservas de votos estaban en Oaxaca, Puebla, Veracruz y, en menor grado, en Sinaloa.

Aparte del Estado de México, hoy entendiblemente en el centro de la disputa por la Presidencia, los grandes padrones electorales ya no le resuelven al PRI el problema numérico hacia 2012: el Distrito Federal, Jalisco, Nuevo León, Veracruz, Puebla Guanajuato, Michoacán, Puebla, Sinaloa y Oaxaca son los padrones que definirán el resultado de 2012 y ninguno constituye una reserva de votos para el PRI. Por supuesto que podría ganar algunos de esos estados, pero con otras fuerzas partidistas pisándole los talones. Así, uno de los nuevos fenómenos electorales de lo que viene es que desaparecieron las reservas de votos, excepto en lugares donde no cuenta mucho para la definición del resultado final.

Globalmente hablando, el escenario numérico en este momento habla de incertidumbre en la Presidencia y arroja un Congreso de la Unión dividido y sin mayorías definidas. De ahí que las encuestas sobre la popularidad del PRI/Peña Nieto son ejercicios válidos y necesarios, pero muy relativos en este momento para entender cuál pudiera ser el verdadero desenlace del proceso electoral de 2012.

La disputa por el Estado de México no es sólo acerca de si Peña Nieto logra consolidar su imagen como ganador, sino más importante es sobre el destino de lo que fue, en algún tiempo, una reserva fundamental de votos para el PRI, habida cuenta de que es el padrón electoral más grande del país. Si el padrón del Estado de México se divide, y no le da una mayoría contundente al PRI, ese partido tiene que pensar en despedirse de la Presidencia de la República.

Debido a esta realidad numérica, el PRI anda como animal feroz, suelto y herido. Ataca a todo lo que huela a Felipe Calderón o PAN, a veces con tiros acertados, pero muchas veces haciendo el ridículo y cayendo en un radicalismo verbal que, tarde o temprano, va a lamentar. Se dedicó a denostar toda la festividad del Bicentenario, lanza a sus legisladores a atacar al gobierno por el combate al narcotráfico, siembra la duda acerca de cuál es su verdadera postura frente a los cárteles de la droga, avala la toma de protesta del diputado delincuente para pintarle un violín a la PGR, jura tener una propuesta económica mejor que la del gobierno, sin develarla; propone bajar el IVA, de 16% a 15%, cuando acaba de votar a favor del aumento y cuando sus gobernadores se oponen a dicha reducción (Fidel Herrera dixit). Además, promovió reformas legislativas estatales lesivas de los derechos de las mujeres, teniendo a una mujer como presidente de su instituto político. Destila rabia y oposicionismo sin cabeza. El criticismo redivivo de los editorialistas que han sido priistas, y que hoy salen del clóset, es igual de áspero, fútil y negativo.

¿A dónde irá a parar este escenario? Si el PRI sigue por la ruta que lleva hoy, va a construir, sin reconocerlo, su derrota en 2012. Cometerá el mismo error que López Obrador en 2006: basarse en una propuesta áspera, confrontacional y recargada de negativos que no ganará la confianza de la ciudadanía. En este laberinto se mueve el PRI.

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