septiembre 27, 2010

La controvertida consumación

José Antonio Crespo
Horizonte político
Excélsior

El mito que sigue vigente es que fue Iturbide quien envió mensajes conciliadores a Guerrero, siendo convencido éste de aceptar un pacto.

Justo dentro de 11 años, se cumplirán los 200 años de vida independiente de México, y este año, el movimiento que la intentó, pero fue derrotado militarmente. Y es que la Independencia no fue consecuencia directa de la rebelión de 1810, y se hubiera llevado a cabo de cualquier manera. Muchos historiadores creen incluso que, de no haberse dado el movimiento de Hidalgo, la Independencia se hubiera conseguido antes. Lucas Alamán escribió que la violencia insurgente explica que "muchos hombres cuyas opiniones eran decididas por (la independencia)" se alinearon con los realistas pues no querían la autonomía "con el acompañamiento de crímenes y desórdenes con que se presentaba". Agustín de Iturbide pensaba igualmente que, debido al carácter violento de su rebelión, "lejos de conseguir la Independencia, los insurgentes aumentaron los obstáculos que a ella se oponían". De hecho, el triunfo de Iturbide sobre Morelos en Valladolid hizo que el obispo Abad y Queipo advirtiera al virrey, con visión profética: "De aquél joven... no sería extraño que andando el tiempo... fuera él mismo... el que hubiese de efectuar la Independencia de su patria". Igualmente, Félix María Calleja advirtió que "la única persona capaz de separar este país de España, es Agustín de Iturbide.

En realidad, la Independencia fue vista como un medio más que un fin en sí mismo: para los insurgentes, era una condición para transformar la sociedad heredada del virreinato. Los realistas hicieron la Independencia exactamente para lo contrario: preservar el orden social vigente. Para convencer a los realistas de que se unieran a la causa trigarante, Iturbide les decía: "El año de 1810 exigía de los honrados, de juicio y de alguna ilustración, cierta conducta, y el año de 21 exige de los mismos, otra muy diversa". Escribió Octavio Paz que la conciliación de Acatempan fue "un verdadero acto de prestidigitación; la separación política de la Metrópoli se realiza en contra de las clases que habían luchado por la Independencia". Y José Vasconcelos sentenció: "Para simular que (la Independencia) se trataba de una aspiración nacional fue necesario que se trajera como curiosidad. a uno de los primitivos insurgentes que ya todo el mundo había olvidado: don Vicente Guerrero".

Afortunadamente, los actuales libros de texto escolar reconocen esa contradicción, a diferencia de los antiguos libros con los que muchos aprendimos historia. Y así también aparece con todo realismo y claridad, por ejemplo, en la serie de Televisa, Gritos de muerte y libertad.

El mito que sigue vigente es que fue Iturbide quien buscó y envió mensajes conciliadores a Guerrero, siendo convencido éste por aquél de aceptar un pacto (una tregua, en realidad, pues las hostilidades entre liberales y conservadores, es decir, insurgentes y realistas, se reanudaron después de la Independencia).

En realidad, Guerrero ya había imaginado ese desenlace, al reconocer con realismo que el movimiento insurgente del cual él era el principal caudillo ya no tenía posibilidades de triunfar militarmente. Que era algún oficial realista quien estaba en mejor posición para dar ese paso, y que más valía obtener la Independencia, aunque fuese sin reforma social. Antes de que Iturbide enviara sus propuestas de conciliación a Guerrero, éste había escrito al coronel realista Carlos Moya: "Nuestra patria es preferible a todo derecho, cuya gloria hace a los hombres inmortales en las futuras generaciones".

Poco después, hizo la misma proposición al teniente coronel Francisco Berdejo, realista mexicano, haciéndole ver que estaba la "puerta abierta para poder ser un padre de la patria. Este es el tiempo más propio para que sea Usted hombre grande y su fama se eternice en los fastos de nuestra historia". Queda claro que fue Guerrero, antes que Iturbide, quien pensó en hacer una tregua con los realistas para lograr la Independencia, así estuviera desprovista de su contenido social.

Se propone ahora regresar las letras de oro de Iturbide al Congreso (borradas en 1921). Sin yo creer en su heroísmo (sino en su oportunismo y crudo pragmatismo), Iturbide es protagonista de la consumación. Y en todo caso, hay no pocos miembros de la sociedad actual (y al menos un partido político) que algo o mucho les representa esa polémica figura. Una historia patria que fomente la democracia debe ser incluyente, no intolerante; abierta, no cerrada; apegada a la realidad, no maniquea; humana, no poblada por semidioses y demonios.

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