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Día con día
Milenio

Es un lugar común que en ellas se jugará la candidatura presidencial del PRI en 2012 y hasta la misma Presidencia, pues la ventaja en esa carrera del gobernador Peña Nieto es muy grande.
Muchas cosas tendrían que pasar para que se disuelva la ventaja, entre ellas que Peña Nieto pierda las elecciones en su estado el año entrante.
Muchos creen que aún perdiendo esa elección, Peña Nieto seguiría siendo un candidato competitivo dentro del PRI. Pero es un hecho que tanto desde las trincheras del gobernador como desde las del gobierno federal y las filas de la izquierda, las elecciones del Estado de México son vistas como la final adelantada de 2012.
Para limitar los recursos de una posible alianza opositora en contra del PRI, el gobernador y el Congreso mexiquense han emprendido una reforma constitucional que suprime las candidaturas comunes, es decir, que dos o más partidos puedan tener el mismo candidato y registrarlo como tal en las boletas, de modo que el votante pueda votar por el mismo candidato desde su propio partido.
La nueva legislación deja abierta la posibilidad de una alianza de opositores, pero debe ser mediante un acuerdo explícito, con proyecto común, campaña unificada y logo único en la boleta.
Esto reduce los tiempos de televisión y los topes de gasto de campaña que los partidos opositores podrían tener sumando sus recursos a un candidato común.
Sobre todo, mete una piedra al engranaje de las alianzas, pues obliga a los partidos a ponerse de acuerdo en todos los detalles de la campaña.
La medida puede ser eficaz para quitarle recursos electorales a la alianza, pero puede también ordenarla, dándole una causa más clara de rivalidad común contra el PRI.
A Peña Nieto la reforma ha empezado a costarle como lo que ya es: no un gobernador, sino el puntero presidenciable.
La crítica que recibe tiene en efecto rasgos presidenciales. La reforma electoral mexiquense se lee como un indicio de quién será Peña Nieto como presidente.
Y el veredicto de la comentocracia le ha sido tan adverso como suele serlo para los presidentes. Salvo que Peña Nieto no es presidente.
En esta jugada de la reforma electoral puede estarle saliendo más caro el caldo que las albóndigas.
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