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La historia en breve
Milenio

Portentoso que medio siglo después el trato de Dios sea para un gobernador en quinto año que se enfila a ser el primer mexiquense, tras López Mateos, en cruzarse la banda presidencial.
Enrique Peña Nieto fue venerado ayer por los suyos, y algún ajeno, en su quinto informe de gobierno. ¿Se creerá Dios? No lo creo. Conoce a la perfección la biografía del otro mexiquense que en el quinto año de gobernador también parecía tener Los Pinos en la bolsa: Alfredo del Mazo, su tío, asesor, conciencia. Y porque como parte de la generación de la crisis entiende qué es el despeñadero: de su tío a Montiel, pasando por Colosio.
Dijo en su mensaje que la llegada del PRI a la Presidencia no debe entenderse como “regresión de la democracia”. Pero al menos lo de ayer en el Teatro Morelos fue una ringlera de autoelogios enmarcada con imágenes de ancien régime. Como un viejo PRI con teleprompter.
“Nos contagió a todos de ilusión y optimismo”, exclamó al final Del Mazo, punto cronológico medio entre Peña Nieto y López Mateos, aquel presidente adorado por el pueblo y las mujeres, dueño de frases como la que recupera Enrique Krauze en el clásico La presidencia imperial: “La política debe hacerse con muchos sesos, pero si a los sesos les ponemos huevos, son más sabrosos”.
¿Sesos? ¿Huevos? ¿Cómo se cocinan hoy en Toluca?
Mañana: ¿Quién no está con Peña Nieto?
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