Reforma
Una encuesta es una foto que contiene información relevante. Quién adelanta en las preferencias, cuáles son los puntos fuertes y vulnerables de cada uno de los candidatos y hacia dónde se orientan

Pero la instantánea contiene también información relevante. Quién adelanta en las preferencias, cuáles son los puntos fuertes y vulnerables de cada uno de los candidatos y hacia dónde se orientan.
Las buenas noticias de la última encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica -sobre preferencias electorales- son para Peña, Ebrard y Creel.
Si las elecciones fueran hoy, el candidato del PRI obtendría 50 por ciento, contra 14 por ciento de Santiago Creel y 10.3 por ciento de Marcelo Ebrard. Ellos son, por el momento, los punteros.
Pero además, el jefe de Gobierno de la Ciudad de México se sitúa como un candidato más competitivo que López Obrador (que sólo obtendría 9.8 por ciento) y con mayores simpatías (40 contra 30 por ciento) para ser el candidato del PRD a la Presidencia de la República.
Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. A la siniestra los dados están echados. La fuerza de López Obrador es enorme y desde ahora se pue- de vaticinar que será el candidato de la coalición de izquierda en el 2012.
El poder de AMLO reside en su popularidad y en una ventaja estratégica. La gente lo conoce desde antes de la campaña del 2006 y la persistencia con que enfrentó la derrota no tiene precedente. En los últimos años ha recorrido todo el país, municipio por municipio, y ya está de nuevo al frente de su movimiento.
Pero es sólo la mitad de la ecuación. El as bajo la manga está en su terquedad o persistencia, como se quiera. Su resolución es a prueba de razonamientos y encuestas. Poco importa que confirme un pacto de caballeros con Ebrard o que reitere que el candidato de la izquierda unida será el que resulte mejor posicionado.
Su convicción real es doble. La elección le fue robada en 2006. La reivindicación en 2012 es una cuestión de honor. Además, está convencido de que sólo él puede encabezar un gobierno de purificación nacional que rescate al país de la mafia que lo mantiene secuestrado.
De ahí la responsabilidad y mandato histórico -con tintes divinos- que lo obliga y que no puede romper sin traicionarse a sí mismo. Y de ahí, también, que no escuche advertencias ni razonamientos. Para él es todo o nada. Así de simple.
Por eso, al final del día, será candidato a la Presidencia de la República. Su ultimátum a Marcelo Ebrard y a las fracciones que lo apoyan ya está escrito: yo seré candidato llueva o truene, decidan ustedes si la izquierda irá dividida o unida bajo mi liderazgo a la elección presidencial.
Y en ese momento, como las murallas de Jericó bajo el sonido de las trompetas, todas las corrientes perredistas se derrumbarán y se alinearán bajo el manto del rayito de esperanza.
A menos, claro está, que Ebrard, Camacho y "Los Chuchos" decidan jugarse el todo por el todo y producir un cisma mayor que el de la Iglesia Ortodoxa de Alejandría -cosa que se antoja imposible-.
El otro que recibió un espaldarazo fue, sin duda alguna, Santiago Creel. Con él ocurre, toda proporción guardada, un fenómeno parecido al de López Obrador. La gente lo conoce desde la precampaña del 2006 y a partir de su derrota empezó a reconstruir su imagen hacia el 2012. Tiene, por lo tanto, una fuerte presencia entre los militantes de Acción Nacional.
La ventaja que lleva en el interior del PAN sobre el resto de los precandidatos es enorme: Creel, 42 por ciento; Manuel Espino, 7 por ciento; Josefina Vázquez Mota, 7 por ciento; Ernesto Cordero, 4 por ciento. Sería absurdo, sin embargo, concluir que el ex secretario de Gobernación ya ganó la contienda.
El talón de Aquiles de Creel está expuesto en la misma encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica. Es, por una parte, el precandidato mejor posicionado en el interior de Acción Nacional, pero, por la otra, la diferencia que lo separa de Peña Nieto es enorme (36 puntos).
Por eso sus adversarios repetirán y sembrarán a diestra y siniestra una advertencia: Creel es un candidato fuerte al interior del PAN, pero jamás ganaría la elección constitucional.
Algo parecido se decía de Madrazo en 2005 y el pronóstico se cumplió cabalmente. El obstáculo no es, pues, menor. Y menos aún en un partido como Acción Nacional donde los debates y los cambios de humor son fuertes.
Así que, a diferencia de lo que ocurre en el PRD, en Acción Nacional el pronóstico es reservado. Faltan muchas cosas por ocurrir. Entre otras que se definan con claridad los contendientes por la candidatura y qué efectos tendrán sus aspiraciones dentro y fuera de Acción Nacional.
Por otra parte, la situación del PAN -como partido- es extremadamente complicada. El desgaste en estos 10 años ha sido enorme. Las derrotas en el 2009 y 2010 fueron apabullantes. El PRI gobierna en 19 de las 32 entidades de la República y es puntero hacia el 2012.
El tercer y mayor espaldarazo lo recibió Peña Nieto. No sólo lleva amplia ventaja en la elección abierta, sino que en el interior del PRI parece imbatible (Peña, 68 por ciento; Paredes, 11 por ciento; Fidel Herrera, 5 por ciento, y Beltrones, 2.5 por ciento).
En política, sin embargo, no se puede decir este arroz ya se coció hasta que se cuece. No hay que adelantar vísperas. Pero la verdad es que Peña Nieto, a menos que ocurra algo extraordinario, parece imparable.
Con una apostilla: el gobernador del estado de México ya alcanzó el punto máximo tanto dentro como fuera del PRI, y será durante el próximo año el blanco perfecto para panistas, perredistas y... priistas. Así que tarde o temprano las tendencias se ajustarán a la baja.
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