septiembre 30, 2010

Santa María Tlahuitoltepec... ¿el simulacro?

Adela Micha (@Adela_Micha)
Desde Cabina
Excélsior

Es la crónica de una hecatombe que derivó en un infortunio. Porque desde la madrugada del martes hubo comunicación telefónica del secretario del comisariado de bienes comunales Donato Vargas y del presidente municipal de Santa Maria Tlahuitoltepec, en la sierra mixe con el gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, con el secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora, y el presidente Felipe Calderón. La información que se manejó inicialmente supuso un cataclismo.

Desde que amaneció: diarios, estaciones de radio y televisión, portales electrónicos de todo el mundo, advertían en titulares: 200 metros de un cerro sepultan 300 casas se habla de mil muertos. La emergencia fue nacional. Movilizó a las Fuerzas Armadas, Policía Federal, estatal, Protección Civil, bomberos. Se habló de que un avión Hércules llevaría maquinaria pesada. El gobernador Ulises Ruiz no pudo estar ahí, luego de dos intentos en helicóptero, por la bruma y la intensa lluvia. El presidente Calderón, que trató de llegar a Tabasco, desistió de ir a la zona de desastre en la sierra mixe de Oaxaca. Los reporteros de distintos medios no lograban al lugar, debido a caminos bloqueados, por desborde de ríos, con comunidades aisladas. Hasta la noche se supo la verdadera dimensión de la catástrofe: cuatro casas sepultadas, 11 personas desaparecidas, tres adultos y ocho niños. Lo que se anunció como la virtual desaparición de un poblado, con ocho mil damnificados, no pasó de un alud, de los que son tan frecuentes en época de lluvias en esa zona de sierra. Laura Gurza salió al paso justificando: "Fue un simulacro que demostró la capacidad de respuesta del sistema de Protección Civil".

Pero lo que hay que decir es que sí hubo negligencia, irresponsabilidad, por no corregir a tiempo. Por hacer llegar, a un costo muy elevado: aviones, helicópteros, agentes federales, estatales, bomberos, ambulancias y concentrar la movilización nacional en el aeropuerto de Oaxaca, sobre todo en momentos de una emergencia en otras comunidades del mismo estado, y además en otros: Veracruz, Tabasco, Chiapas. No podemos ni debemos usar recursos para emergencias informando sobre dimensiones de una tragedia que no lo era. Es cierto, no hubo mala fe, pero nadie ha dicho que la hubiera. Y no, no es suficiente argumento. Sí me dijo Laura Gurzay, ya ayer en la tarde, en una entrevista por televisión que "efectivamente no es la manera adecuada para atender una emergencia, pero no hubo, en ese momento, elementos de confirmación y por eso se actuó como se actuó".

Sin embargo ayer, otra vez, hubo el desgajamiento de un cerro en Amatán, Chiapas. El presidente Felipe Calderón, a través de Twitter, informó de 12 muertos hasta ese momento. El impacto de esta tragedia, que seguramente sí tiene otras dimensiones, es ahora distinto. No se habla de un desplazamiento de urgencia de todos los servicios. Pero ya hay, como en Oaxaca, brigadistas removiendo escombros, por desgajamiento de cerros que, según prevé Protección Civil, debido a la intensidad de las lluvias, por el reblandecimiento del terreno, seguirán ocurriendo.

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