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Día con día
Milenio

He dicho ya en este espacio que el castigo a los seleccionados por hacer una fiesta sería cosa de risa si no fuera también un atentado contra la libertad y la privacidad.
La carta de marras hace pública la queja de los jugadores contra la Federación de Futbol, precisamente por no proteger la confidencialidad de sus concentraciones.
La molestia básica de los de los jugadores, repetida una y otra vez en la carta, es contra el manejo de los medios por parte del director de selecciones nacionales, Néstor de la Torre. Por un lado, usándolos para su lucimiento. Por el otro, dejándolos entrar de más a la intimidad de las concentraciones del equipo.
“¿Dónde está la ayuda y conservación de la privacidad ante los medios en todo momento que dura nuestra permanencia en los hoteles contratados por la federación”, preguntan los 13 seleccionados que firman la carta. “¿Cómo es que los medios están tan enterados de todo lo que sucede en el interior de cada concentración. Nos sentimos desprotegidos y blanco perfecto de los comentarios y chismes baratos de estos medios” (La Afición, 29/10/10).
La carta de Márquez y los seleccionados da en el blanco en muchas cosas y acaso por eso molesta tanto. La prensa deportiva se hace la invitada de piedra en el conflicto, pero en realidad es la invitada que tira las piedras.
En la genuina búsqueda de exclusivas y novedades, termina utilizando, con frecuencia, los peores recursos de la prensa de escándalo.
La carta anuncia también una aparición largamente diferida en el futbol: la de la voz inconforme y crítica de los jugadores.
El futbol profesional es un mundo que tiene sus propias reglas laborales, financieras y políticas. Un mundo aparte de los negocios y la política. En muchos sentidos es una reminiscencia del antiguo régimen.
La reacción de algunos dueños de equipo ante las críticas de los jugadores y ante su exigencia de un cambio en la Federación Mexicana de Futbol, se parece a la indignación de autoridades de otros tiempos ante la exigencia de elecciones libres.
Entre la prensa, los dueños y los jugadores, me quedo con la posición de los jugadores. No soy al fin sino un villamelón que disfruta viendo jugar a los jugadores, no a los periodistas ni a los dueños.
Si la rabia durara, el mundo cambiaría, dijo algún personaje de Brecht. Espero que la inconformidad de los seleccionados dure y haga el efecto que desean.
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