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Cámara Húngara
Milenio

De hecho, hay millones de compatriotas para quienes ser mexicano se resume en esa frase retadora, al mismo tiempo agresiva y defensiva: “¡Viva México, cabrones!”, con su variante menos violenta pero igualmente chauvinista de “Como México no hay dos”.
Educados por el “Mexicanos al grito de guerra” y por una visión distorsionada y falseada de la historia que nos viene de los liberales del siglo XIX (sabemos que la historia la escriben siempre los vencedores), los mexicanos crecemos con la idea patriotera (y no patriótica) de que todo lo extranjero es nefasto y que debemos estar siempre alertas ante los embates de ese ente malévolo que es el extraño enemigo, ese masiosare (muchos ni siquiera reparan en que el himno nacional dice “mas si osare”, es decir, “pero si se atreviera”) que nos hace estar en constante actitud de autoprotección paranoica y explica en buena parte nuestra vocación por aislarnos del resto del mundo.
“¡Viva México, cabrones!”, gritamos cada septiembre (o cada vez que juega la selección mexicana de fut) y con ello saldamos nuestro compromiso con esa entidad vaga e imprecisa que llamamos Patria. No importa que poco o nada sepamos sobre nuestra cultura, nuestra literatura, nuestras artes plásticas, nuestra música, nuestra diversidad étnica, lingüística, gastronómica, geográfica. La ignorancia sobre lo que verdaderamente es este país (formado en realidad por muchos países) la suplimos con un grito, una botella de tequila y una canción ranchera.
“¡Viva México, cabrones!”... y así hasta el infinito, por los siglos de los siglos.
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