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Códice
La Crónica de Hoy

Matones con acné
La primera mitad de la tragedia nacional es que cientos de jóvenes mexicanos están siendo asesinados en nuestras calles, la segunda mitad es que los están matando otros jóvenes mexicanos. Nos estamos despedazando. Claro que duele la irrupción del luto, pero agobia que anden por ahí, como si nada, los jóvenes asesinos, sicarios que acaban de dejar la adolescencia, matones con acné que pueden jalar del gatillo sin remordimientos, sin temor a las consecuencias.
El negocio de las drogas y la corrupción conforman una pareja letal, pues le hace el juego al diablo cuyo pasatiempo predilecto, desde el principio de los tiempos, es confundirnos. Los límites se borran. Cuesta trabajo encontrar la línea que separa a los buenos de los malos. Directores de los penales son integrantes del crimen organizado, de manera que custodian a sus patrones. Se entiende así la versión dominante: el tráfico de drogas se maneja en las inmediaciones de los penales de alta seguridad, en Puente Grande y en Metepec. Los capos detenidos siguen trabajando, dan órdenes, viven a nuestras expensas y cuando así lo disponen, pues se “escapan”, como en el caso de Chapo Guzmán. Policías torturan al hermano de una ex subprocuradora, judiciales conforman bandas de secuestradores, agentes federales disparan sobre un grupo de jóvenes que se manifiestan contra la inseguridad.
Zambrano y Martí
El oscuro panorama no debe inmovilizarnos. Hay que hacer algo. La sociedad debe emprender el movimiento. El país, México, no es de los partidos, ni de los policías, ni de los criminales. Es nuestro. Llegó el momento de que las élites, del dinero y del conocimiento levanten la voz y asuman su responsabilidad en la conducción del país que tantos beneficios les ha dado. Hablo sobre todo de los empresarios y de los intelectuales. Hay excepciones. Un prominente empresario regio lo dijo con todas sus palabras: es una cobardía abandonar la plaza, dejar en manos de la delincuencia ciudades que construimos entre todos, con el esfuerzo de varias generaciones. Aquí en el DF, en una reunión que hacemos mal en olvidar, un empresario agraviado lo planteó de manera cruda: “Si no pueden, renuncien”. Los empresarios a través de sus organismos, y los intelectuales por medio de las universidades se deben hacer sentir. Lo peor que podemos hacer es meternos debajo de la cama y quedarnos ahí, pues eso el precisamente lo que desean los protagonistas de la desgracia nacional: políticos y delincuentes.
La salvación, como en otros momentos difíciles de nuestra historia, está en la gente, en los ciudadanos. No se trata, claro que no, de armarse y hacer el trabajo que deberían hacer los uniformados, pero si se puede, por ejemplo, exigir una explicación pública de cómo pudo llegar a dirigir una prisión de máxima seguridad un funcionario bajo sospecha. Una voz aislada seguramente será ignorada, pero sí esa voz es la de los capitanes de la industria, o la de los rectores o de los ciudadanos organizados, al gobierno no le quedará más remedio que escuchar y cumplir. Hay que hacernos cargo de la gravedad de la situación, todos, pero comenzando quienes más beneficios han recibido del país.
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