Reforma
No se pudo apreciar en los años posteriores a la intervención francesa el menor resentimiento contra Francia. A pesar de la derrota de esta nación en 1870, el prestigio de la cultura se mantuvo intacto en Europa, pese al crecimiento de Alemania, que no tuvo una política expansiva más o menos en nada: no fue colonialista ni realmente imperialista fuera de Europa, sólo al final del bismarkismo pudo poner el pie en África, en los trozos que no habían sido ocupados por la Gran Bretaña, Francia y algunos países secundarios como Bélgica. Los países latinoamericanos importantes, como México, Argentina, Brasil, Perú y Chile, abrieron sus puertas de par en par a Francia.
La influencia cultural no se daba todavía por acuerdos firmados entre naciones. Fue a través de las políticas comerciales, los préstamos bancarios, las ayudas miliares, algunas -pocas- universitarias, inversiones industriales. La creación de instituciones culturales no formaba parte de la política exterior de nadie. Sólo entrado el siglo XX se advirtió la importancia de ciertas formas culturales presentes en la edición, en centros de enseñanza y en la ciencia, en los intercambios personales, incluso en el turismo. De entonces data la Alianza Francesa que era una prueba del gobierno francés, que ya había advertido que la expansión de su lengua debía ser protegida y apoyada por el Estado, prueba de ello es que el presidente de la Tercera República debía presidirla. Debía tener un edificio, una biblioteca, profesores; todo un aparato de publicidad y propaganda. Eran los años previos a la Primera Guerra Mundial seguidos por su paz de Versalles que ya anunciaba la Segunda Guerra Mundial. De la cual Francia saldría destrozada. Su papel estelar se fue desvaneciendo. Dejó de ser algo así como una guía de toda la cultura y del pensamiento. Estaban en lo más alto de la escena: Sartre, Camus, Malraux y tantos otros que eran más que leídos devorados, pero se fueron borrando, hoy no hay lectores para ellos. Todo escrito, menos unos cuantos llamados "clásicos", se olvida o como se dice con una crueldad inaudita "pasa de moda", primero en el mundo, después en su país.
Hubo algo más cruel todavía. El general De Gaulle vino a México y se le ocurrió visitar la librería francesa, entonces en el Paseo de la Reforma. Le indignó que Le Monde se vendiera a 5 pesos, un regalo de Air France, que lo traía gratis. Pasó de 5 a 50 pesos y dejó de leerse. Más tarde desapareció la librería francesa, uno de los puntos de reunión del mundo intelectual y literario de México. Fueron estos libreros deambulando por toda la capital. Como refugio de la cultura francesa, quedó el IFAL. Después nada.
Su lugar ha sido ocupado, con una habilidad digna de mejor causa, por Estados Unidos. Quien creyó que hablar y leer francés era un signo de cultura se apresuró a aprender inglés, que era lo que contaba. El IFAL desaparecerá pronto. Su lugar físico, en la calle Nazas, será aprovechado por cualquier empresa disimulada o abiertamente norteamericana. La biblioteca de la Alianza Francesa de la calle de Palma, que fue un modelo, como la biblioteca del IFAL, se ha vendido a 10 pesos pieza. A eso ha llegado. No nos apuremos, seguirán bajando las almonedas.
Así ha sido con todas las culturas. Caen por causas guerreras y sobre todo económicas: hay que reconstruir y mantener guerras coloniales aunque más tarde deban arrepentirse. Los nacionalismos ocupan todos los espacios con su estrechez espiritual, con su torpeza mental, con su miseria anímica: quien gana en futbol gana en todo: no hay para pagar un laboratorio o una biblioteca, pero sobra dinero para gastarse 50 millones de dólares en un jugador que se debe traer de un país africano muerto de hambre y plagado de guerras civiles: se puede comprar por medio de operaciones financieras que no entiende el común de los mortales, con lo que queda de la venta de una biblioteca centenaria. Así es esto.
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