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La historia en breve
Milenio

El socialista Tomás Gómez obtuvo 51.8 por ciento de los votos en la elección interna, contra 48 de Trinidad, la ministra de Sanidad del gobierno de Zapatero. Y el presidente, que llevaba medio año empujándola para la “batalla de Madrid” de 2011, en que el PSOE intentará acabar con década y media de dominio del Partido Popular, no escamoteó nada. Felicitó a Gómez, se asumió como responsable de la derrota de Trinidad y elogió el “carácter democrático” del partido.
Cito el caso tras leer las abominables descalificaciones que se lanzan Los Chuchos y Andrés Manuel López Obrador. Y escuchar la feria de adjetivos descalificativos del ex presidente del PAN, Manuel Espino, ante lo que parece su inminente expulsión del blanquiazul. Y de ver la incomodidad de la nomenklatura priista porque el coahuilense Humberto Moreira ha expresado, con la claridad de Zapatero, que quiere presidir al PRI. O de constatar cómo la cultura lopezobradorista de jamás reconocer una derrota, inspiró una infame ley electoral que hoy se le revierte y le tapa la boca con insolencias leguleyas.
La democracia mexicana es de ganadores sin perdedores. Una donde no se debate: se desautoriza. Donde se desprecia la ética del adversario, porque se asume que el adversario no tiene ética.
Democracia narcisista en la que todos creen y aseguran tener siempre la razón.
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