Politólogo
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Excélsior
Toque de queda. Legalización. Cambio de estrategia. Pero nadie da una opción realista.

Tenemos opiniones en el sentido de retirar, de inmediato, al Ejército de las calles. Otros dicen que la lucha debe de seguir así, frontal. Otros más, piden la intervención de los gringos. Y, así, prosigue el desfile de expertos repentinos. Toque de queda. Legalización. Cambio de estrategia. Pero, nadie da una opción realista. Nadie se compromete en una opción que involucre a todos los sectores de la sociedad, en un plan coordinado y que nos garantice resultados a largo plazo. Es como cuando una calle comienza a tener baches y, en vez de arreglarla de una buena vez, simplemente la taponamos. Sabemos que hay que solucionar el problema, y que podríamos hacerlo, pero preferimos dejarle la responsabilidad a alguien más. Al que sigue.
La falta de visión, y de planeación, estriba en que México vive estancado en un sistema que le obliga a replantearse los temas más importantes cada seis años, basado en un conjunto de reglas del juego diseñadas para otro tiempo. Para una época en la que era necesario poner candados a la voracidad de los revolucionarios que, tras haberse enfrentado entre sí en el campo de batalla, tenían que encontrarse en la arena institucional, sin armas de por medio.
El poder tenía que repartirse, pero también tenía que prevenirse el surgimiento de otro caudillo eternizado en el poder. El problema es que, de esta manera, cada vez que un nuevo individuo accede a la silla del águila, tiene que reinventarlo todo. No necesariamente porque tenga una visión diferente, o mejor, de los problemas que aquejan al país, sino porque tiene que deshacerse de cualquier cosa que suene a su antecesor, e imprimir su propio sello al gobierno.
Para un problema tan complejo como el del narcotráfico no se encontrará una solución puntual que lo resuelva todo, de un plumazo. Van a pasar muchos años antes de que consigamos tener un país en calma y un Estado de Derecho garantizado. Necesitaremos de mucho esfuerzo, y de conjuntar las voluntades de muchos actores sociales. Pero, para eso, necesitamos saber, en primer lugar, a dónde queremos llegar, y en segundo cómo lo haremos. Y estar conscientes de que tenemos que plantear soluciones transexenales. Y hasta el momento estamos haciendo todo lo contrario.
Porque si no queremos, y además no podemos, por motivos de la arquitectura constitucional, hablar de reelección, deberíamos, al menos, de ser capaces de convenir, como sociedad, en la manera en que vamos a resolver el problema del narco durante al menos los próximos 14 años. Lo que queda de este sexenio, y los dos posteriores. Es necesario que planteemos un debate nacional, ahora, que involucre a todos los sectores de la sociedad, y del cual se derive un acuerdo, con objetivos concretos y metodología definida, y ceñirnos a él durante los próximos años.
Dejemos de improvisar, para que el esfuerzo de un sexenio, las decenas de miles de muertos que hasta la fecha llevamos, sean la base de algo más, de una solución verdadera, y no se haya derramado tanta sangre en vano. Se lo debemos a los muertos. Porque si no somos capaces de tener, como país, un proyecto a largo plazo en una cuestión tan importante, seguiremos improvisando a cada momento sin resolver el problema. Continuaremos tapando baches en vez de arreglar, de una vez por todas, el camino estropeado. Y aquí no hablamos solamente de baches y caminos. Hablamos de la paz y la viabilidad de nuestro país. Y con eso no podemos arriesgarnos.
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