Reforma

Me gustó mucho su discurso reciente ante los dirigentes de la CTM. Se trataba de la inauguración de su congreso nacional y había que trasmitir un mensaje a los representantes de la clase obrera para ratificar con toda solemnidad la alianza histórica del PRI con la CTM. Los periodistas, criticones y superficiales como son, se entretuvieron en los coches que llevaban a los experimentados líderes a su convención, sin reparar en las contribuciones de los protectores del proletariado organizado a la historia moderna de México. La magnífica flotilla de los dirigentes impidió también que atendiéramos con el interés debido las palabras de la dirigente del PRI. Su discurso es de los de guardar. Se los recomiendo. Los tiempos de la república, advirtió Paredes, son oscuros y es necesario cerrar filas contra la reacción. El tono, a pesar de ello, fue optimista: los incompetentes que tanto daño nos han hecho remando en contra de nuestra historia van de salida. Falta poco para que los pongamos en su lugar.
La frescura en las frases de la dirigente priista se adaptó bien a la mocedad del público asistente. Los octogenarios se habrán sentido en casa, acompañados de una música propia: la de su tiempo. Los priistas son contemporáneos de sí mismos. La dirigente del PRI reivindicó, como le gusta, la dimensión épica de la historia y los deberes que los habitantes del presente tenemos frente a nuestros muertitos. Piensa que la historia nos compromete, que el pasado nos vigila para exigirnos todo el tiempo pruebas de fidelidad. Está convencida de que la política alcanza dignidad si se entrega al cuidado del pasado. Y piensa también -cosa curiosa- que esa filosofía no es propia de un conservador de once letras. La plantilla de su memoria es fija y le permite interpretar los más diversos fenómenos bajo la misma óptica. Las hazañas de los grandes mexicanos cambiaron nuestra historia; nos toca reverenciarlos y cuidar su legado. Si Lázaro Cárdenas tomó una decisión histórica; toca al presente mantenerla con orgullo e impedir cualquier alteración. Nada de manosear los símbolos patrios. Si don Fidel Velázquez se entregó desde muy joven a la causa de los trabajadores, debemos rendirle tributo impidiendo el cambio de la legislación laboral. ¡No pasarán!
La tesis de su discurso ante los dirigentes de la gran central obrera es bonita: gracias a la organización del proletariado y su pacto histórico con el partido de la Revolución, México conquistó una ley que no debe alterarse. Tiene sentido: si los trabajadores lograron unirse para defender sus intereses de clase y lograron redactar una ley bienhechora, no puede aceptarse que los de la derecha la tiren a la basura. A la constelación de talentos de la CTM debemos una conquista-irrenunciable. Esto dijo Paredes: "Dirigentes sindicales, diputados y senadores obreros e intelectuales al servicio del proletariado, contribuyeron de manera determinante en todo el proceso político, social y legislativo que culminó con la promulgación de la legislación laboral vigente". Lo importante es que esa normativa que hoy rige no es pura ley, no es un acuerdo ordinario para normar las relaciones de trabajo: ¡es La Historia! Creo que esta es la línea que más me gusta del discurso de doña Beatriz: "en cada artículo de la Ley Federal del Trabajo se encuentran concentrados la historia y el presente de muchas de las luchas que dieron los trabajadores de México". ¿Quién que no sea un maldito reaccionario, puede ir en contra de la historia? Sólo los malnacidos de la derecha pueden ser tan desleales.
¡Viva la CTM!
¡Viva el PRI!
¡Viva Beatriz Paredes!