mayo 24, 2010

La foto de Diego sometido

Ciro Gómez Leyva
gomezleyva@milenio.com
La historia en breve
Milenio

Las reacciones de sorpresa e ira llegaron cuando aún estaba al aire MILENIO Noticias de las diez de la noche del jueves pasado.

La justificación periodística para transmitir la foto de Diego Fernández de Cevallos sometido, delgadísimo, con el torso desnudo y los ojos vendados, fue relativamente sencilla. La imagen, verosímil, circulaba con profusión en internet. Pensamos que no tardaría en aparecer en Youtube y que sería publicada en al menos dos diarios nacionales. Así ocurrió.

Es una de las fotografías más impactantes en mucho tiempo. La familia de Diego aceptó que era él.

La foto demostró, por si hiciera falta, que no se puede tapar el sol con un dedo. Lo que tenga que ser visto, dicho o leído, se verá, dirá y leerá. Por eso cuesta comprender la molestia de algunos funcionarios del gobierno. Es comprensible su estrategia de tratar de darle bajo perfil a la noticia del secuestro. Pero no pueden pedir a los periodistas que dejen de informar lo que otros, de cualquier manera, pondrán a dar vueltas.

En las cartas de lunes y viernes, la familia de Diego no dice una palabra contra los medios. Su desconfianza apunta a las autoridades y procuradurías. Con razón o sin ella, les pide que no estorben, que no provoquen un desenlace trágico.

Qué jodido debe ser para la autoridad que en un caso tan severo y noticioso, la familia de un ex candidato presidencial, ex senador, líder histórico e inspiración de procuradores, secretarios y ministros, opte por hacer a un lado a las instituciones del Estado mexicano.

Ese es el drama institucional, estructural. No la foto. La foto no tiene la culpa.

PIGS, Washington, Mérida, Diego

Agustín Basave
abasave@prodigy.net.mx
Académico de la Universidad Iberoamericana
Excélsior

La tragedia griega no tiene madre, como no la tuvo el manejo anárquico de la deuda hipotecaria gringa y de la bolsa en Wall Street. Ante esos dos desastres, con sus respectivas ineptitudes, los nuestros parecen ahora yerros menores.

TRAGEDIA GRIEGA: LA IRRESPONSABILIDAD FINANCIERA TIENE NUEVO CÓDIGO POSTAL. Durante décadas, los latinoamericanos hemos sido regañados por el establishment financiero mundial por manejar irresponsablemente nuestras finanzas públicas. Ellos, los guardianes de la ortodoxia económica, los gurús del neoliberalismo, se dignaron condescendientemente a darnos la receta del éxito y luego nos reprobaron una y otra vez por no aplicarla bien. Y eso que nosotros la seguimos a pie juntillas y acabamos siendo más papistas que el Papa: ningún país primermundista ha bajado los aranceles comerciales y eliminado los subsidios agrícolas como los nuestros, y pocos han llevado la privatización a los extremos a los que llegamos nosotros. Pero nada era suficiente para complacer a nuestros arrogantes maestros. Su gesto de reproche sólo era sustituido de vez en cuando por el de desdén. Para ellos el mundo subdesarrollado —congénitamente indisciplinado, tercamente populista— simplemente no tenía remedio. Entonces estalló la crisis financiera estadunidense. Y después les (nos) cayó encima la debacle de lo que los ingleses atribuyeron a los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) y resulta que son crímenes del tiempo y no del primer mundo. ¡Ajá! La enorme irresponsabilidad que llevó a la tragedia griega no tiene madre, como no la tuvo el manejo anárquico de la deuda hipotecaria gringa y de la bolsa en Wall Street. Ante esos dos desastres, con sus respectivas ineptitudes, los nuestros parecen ahora yerros menores. Y lo increíble es que pese a todo no cambiamos nuestra mentalidad tercermundista, y seguimos viendo a Estados Unidos y a Europa como adalides infalibles y esperando sus directrices para saber qué hacer con nuestras economías.

FINTA NORTEAMERICANA: A VER CUÁNDO EXIGIMOS ALGO MÁS QUE APAPACHOS. En la visita de Estado del Presidente de México a Washington los anfitriones echaron la casa por la ventana. El mensaje enviado no es desdeñable; la pregunta es si los vamos a dejar que se queden indefinidamente en la retórica de “reconocemos que nuestra drogadicción es el origen del narco” o si les vamos a exigir más apoyo en los hechos. Esa frase fue muy importante la primera vez que se pronunció públicamente, pero ya llevamos veinte años escuchándola y no se traduce en acciones contundentes. Los mexicanos pagamos un costo muy alto por una guerra que les corresponde primordialmente a nuestros vecinos mientras ellos evaden su responsabilidad en la disminución de la demanda de drogas, en la prohibición de la venta de armas de asalto y en el combate al lavado de dinero. Y qué decir de la migración. ¿Nos vamos a conformar con la condena a la ley Arizona o vamos a presionar por su derogación y por una reforma migratoria integral? Somos un país de más de cien millones de habitantes pegadito al de ellos, que no puede darse el lujo de una frontera inestable y que necesita a nuestros migrantes. Tenemos cartas de negociación que no nos atrevemos a usar. Si vamos a permitir que el precio que paguen por el narcotráfico que provocan y por la satisfacción de sus requerimientos de mano de obra barata sea uno que otro apapacho verbal, les va a salir muy barato.

BOMBA YUCATECA: MÉRIDA ES UNA PROBADITA DEL BANQUETE PRIISTA. El calendario electoral tiene la gentileza de anticiparnos la avalancha. Para que podamos guarecernos quién sabe dónde, Yucatán nos avisa que viene un alud de triunfos priistas que dejará las elecciones federales del año pasado como meras pedradas. Si no hay una sorpresa el PAN va a ser sepultado el 4 de julio y el PRD no va a poder asomar la cabeza. La única esperanza parece ser Oaxaca: el triunfo de la alianza en ese estado sería un tanque de oxígeno entre los escombros. Y es que justo cuando se truncó nuestra transición democrática a nivel nacional caímos en la cuenta de que nos faltan treinta y un transiciones estatales. Y construir contrapesos a gobernadores caciquiles va a estar en maya. Perdón, en chino.

MISTERIO ALARMANTE: ¿QUIÉN SE LLEVÓ A DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS? No voy a hacer conjeturas a partir de información escasa y errática. No sé qué haya detrás de la desaparición de Fernández de Cevallos, pero sí sé que no presagia nada bueno. Salvo que sea rescatado pronto, la señal en cualquiera de los escenarios será ominosa porque aumentará el miedo de la sociedad y la debilidad del Estado. Y si tuviera algo que ver con la tentación milenarista, peor, porque sería una alarma nueva que se sumaría a las que ya están sonando. Apenas es necesario recordar lo que su figura representa: es el ex candidato presidencial, el ex líder de los diputados y de los senadores del partido en el poder, el padrino del nuevo procurador y del actual secretario de Gobernación. En fin. Así se trate del defensor indefendible, muy por encima de posturas ideológicas y con el sufrimiento de su familia en mente, hago votos por que Diego salga con bien de este trance, como los hago para que todas las personas que han sido secuestradas sean liberadas sanas y salvas. Todo secuestro es una monstruosidad abominable.

México tiene su propio 'Arizona'

Andrés Oppenheimer
El Informe Oppenheimer
Reforma

Uno de los argumentos más frecuentes de los defensores de la ley antiinmigrante de Arizona es que ese estado no está haciendo algo muy distinto de lo que México hace con los indocumentados centroamericanos, ni de lo que hacen los países latinoamericanos con sus propios inmigrantes ilegales. Es un argumento muy poderoso, y no del todo disparatado.

Desde un punto de vista estrictamente legal, es una afirmación engañosa, porque la nueva ley de Arizona podría promover la discriminación racial, mientras que la ley mexicana es mucho más protectora de los derechos de los inmigrantes. Pero en la vida real, México tolera el maltrato de los inmigrantes indocumentados centro y sudamericanos tanto o más de lo que lo ha hecho Arizona hasta ahora.

Empecemos por las leyes. Un reciente artículo del Washington Times, titulado "Las Leyes de México Contra los Ilegales son Más Severas que la de Arizona", afirmaba que "según la ley mexicana, la inmigración ilegal es un delito grave, penado hasta con dos años de cárcel. Los inmigrantes que son deportados e intentan volver a entrar al país pueden ser condenados a 10 años de cárcel".

El artículo citaba al congresista republicano de Texas, Ted Poe, afirmando que las críticas del Gobierno de México a la ley de Arizona son "hipócritas", porque las leyes inmigratorias de México son "aún más severas que las de Estados Unidos".

Durante su visita a Wa- shington la semana pasada, el Presidente mexicano, Felipe Calderón, le dijo a CNN que "eso solía ser cierto, pero ya no lo es". Calderón señaló que la ley inmigratoria de México fue enmendada en 2008, y que todos los duros castigos impuestos a los inmigrantes indocumentados fueron eliminados.

Según me explican funcionarios mexicanos, hay dos grandes diferencias entre la ley mexicana actual y la ley de Arizona:

Primero, ser un inmigrante indocumentado en México no es un delito grave, ni siquiera un delito menor, sino una falta administrativa. Esto significa que en México, a diferencia de lo que ocurre en Arizona, nadie puede ser encarcelado por violar las leyes inmigratorias.

Los que violan esas reglas tienen que pagar una multa, y sólo pueden ser deportados si son detenidos por funcionarios de inmigración.

En segundo lugar, la Policía mexicana no puede preguntar sobre el estatus inmigratorio de una persona, aun cuando esa persona haya sido detenida por otras razones. La Policía mexicana sólo debe notificar a las autoridades de inmigración cuando los inmigrantes declaran voluntariamente que, por ejemplo, están ilegalmente en el país en camino hacia Estados Unidos.

En comparación, la ley de Arizona exige que la Policía pida los papeles inmigratorios a las personas que detiene por cualquier otra razón válida, incluidas infracciones de tráfico.

Los defensores de la ley de Arizona afirman que ese estado es mucho más generoso con los indocumentados que México.

"En México, el Gobierno no les da vales de alimentos, ni servicios educativos, ni servicios médicos de emergencia a quienes no tienen documentos de inmigración", dice George W. Grayson, profesor de la Universidad William and Mary.

Los funcionarios mexicanos y muchos activistas de derechos humanos refutan esa afirmación, pero aceptan que los inmigrantes centroamericanos en México son habitualmente extorsionados por agentes de Policía vinculados con los traficantes de personas.

Un informe del 28 de abril de Amnistía Internacional dice que el maltrato a los inmigrantes centroamericanos en México se ha convertido en "una crisis de los derechos humanos".

Según el informe, los secuestros de inmigrantes para pedir rescate alcanzaron una cifra récord el año pasado, ya que casi 10 mil inmigrantes fueron secuestrados durante más de seis meses. Casi la mitad de las víctimas entrevistadas dijeron que había funcionarios públicos involucrados en sus secuestros.

Además, alrededor del 60 por ciento de mujeres y niñas inmigrantes sufren violencia sexual, agrega el informe.

"El problema de la ley de Arizona es que promueve el racismo", dice José Miguel Vivanco, director del departamento de las Américas del grupo Human Rights Watch. "En México no hay una legislación semejante, pero hay una situación de hecho en la que los inmigrantes son víctimas de toda clase de maltratos por parte de las Policías locales vinculadas con las mafias, y que operan con total impunidad".

Mi opinión: estoy de acuerdo. Arizona acaba de aprobar una ley lamentable que le abre las puertas a la discriminación racial, mientras que México ha aprobado una ley mucho mejor, pero en la práctica no hace gran cosa para erradicar los maltratos policiales a los indocumentados.

Los abusos de México contra los inmigrantes centroamericanos no deben ser excusa válida para justificar leyes como la de Arizona. Y los abusos de la ley de Arizona tampoco deben ser excusa para que México continúe tolerando los abusos de sus policías contra los indocumentados. Ambas cosas están mal, y deben ser denunciadas.

El mensaje

Denise Maerker
Atando Cabos
El Universal

Quienes secuestraron a Diego Fernández de Cevallos sabían lo que estaban haciendo. A juzgar por las reacciones atropelladas e inciertas del gobierno y la apatía y división que generó en la sociedad, el golpe estaba bien calculado. Porque no es sólo dinero lo que buscan. No nos engañemos. Para financiar sus actividades seguramente habrían podido elegir muchos otros “blancos” que les reportarían lo mismo sin atraer sobre sí todos los reflectores y los riesgos que eso implica. Pero no lo hicieron porque justamente buscaban el efecto que están produciendo. Y si alguna duda quedaba, la forma en que se aseguraron de que todos o casi todos los mexicanos y no solamente la familia y los negociadores tuviera acceso a la fotografía de Diego golpeado y sometido, lo demuestra.

Esa imagen es en sí misma el mensaje. Un mensaje poderoso y destructivo: “Nadie está a salvo en esta sociedad”. Nadie es nadie, ni siquiera los pocos, poquísimos, que tienen poder económico y que además detentan el poder político. Si ellos no están a salvo, si el gobierno no puede defender a los suyos, mucho menos lo podrá hacer con todos los demás. El efecto es inmediato: la imagen de fuerza y autoridad del Estado se ve disminuida y su legitimidad por lo tanto. Ya no se trata de lamentarse porque el Estado está perdiendo la capacidad de mantener el control en Ciudad Juárez o en las carreteras de Tamaulipas, ni de garantizar la seguridad en Monterrey o en Acapulco, ya no es cuestión de clase social o de geografía, el golpe es en el centro y hasta arriba.

Quienes secuestraron a Diego nos gritan a través de esta foto: “Escuchen todos: este Estado y este régimen no sirven”. Y un Estado que no garantiza ni la seguridad de sus élites, los sabemos todos y los saben ellos, es un Estado que pierde apoyos fundamentales y que puede empujar a algunos a soluciones desesperadas como la creación de grupos paramilitares. Rociar con violencia la violencia: es la apuesta de los que creen que sus ideas avanzan cuando las contradicciones se agudizan.

Y ahí viene la otra razón de por qué eligieron a Diego. ¡Quizá ningún otro político de la transición democrática hubiera servido tan bien a sus intereses! Conocen bien nuestras debilidades y divisiones y las usan para sus fines. Porque desprestigiar al Estado a través de un secuestro político es inaceptable en cualquier democracia y ameritaría la más enérgica de las reacciones tanto de la clase política como de la sociedad. Pero eligieron a un hombre que desde hace años encarna en el imaginario popular lo peor del político: la negociación en lo oscurito, el permanente conflicto de interés, el enriquecimiento a costa del interés general. Resultado: una reacción dividida y tremendamente tibia.

Quienes secuestraron a Diego saben lo que están haciendo. Nosotros también debemos saber lo que está en juego. Por eso, no deberíamos ni por un instante permitir que ese acto sea justificado ni explicado, sin importar, insisto, la ideología y el comportamiento de Diego, hacerlo abre un flanco que nos vulnera a todos porque legitima una forma de acción “política” que ataca los cimientos mismos del régimen democrático.