mayo 31, 2010

Plata o plomo

Denise Dresser
Reforma

"Habló demasiado", es el mensaje colocado encima de un cuerpo sin cabeza. "Para que aprendan a respetar", dice el letrero pegado a un torso sin brazos. "Te lo merecías", dice la nota dejada al lado de un hombre torturado. En las plazas y en las calles y en los lotes baldíos y ante las puertas de un cuartel del Ejército. En Apatzingán y en Zitácuaro y en Morelia y en Tierra Caliente. Muestras de la caligrafía del crimen, ejemplos de la sintaxis del silenciamiento, señales del surgimiento de un estado paralelo en Michoacán y microcosmos de lo que también ocurre en otros lugares de la República. Esos sitios donde no gobierna el gobierno sino "La Familia"; donde no se aplica la ley sino la regla de "plata o plomo"; donde antes que hablarle a un policía en busca de protección, la ciudadanía prefiere que un cártel la provea. Ante ello, la futilidad de una guerra mal librada contra un estado paralelo, descrita de forma devastadora en el artículo reciente de William Finnegan en The New Yorker.

Historia tras historia de secuestros, extorsiones, torturas, asesinatos, robos, corrupción, desempleo, y el simple temor de salir a la calle. Historia tras historia de lo que significa vivir en un municipio asediado, en un estado capturado, bajo el mando de una fuerza paralela a la del gobierno que se ha convertido -como dice un maestro de Zitácuaro- en "segunda ley". A pesar de los 50 mil soldados en las carreteras. A pesar de los 20 mil policías federales en las calles. A pesar de los 23 mil muertos debido a la narco-violencia en los últimos tres años. Sindicatos criminales como "La Familia" crecen y controlan, deciden y se diversifican. Si alguien necesita cobrar una deuda, recurre a ellos. Si alguien necesita protección, se la pide a ellos.

Gracias a los "soldados" que ha logrado formar, a los jóvenes que ha podido reclutar, a la base social que ha logrado forjar. Los campesinos que antes cultivaban melones y ahora siembran mariguana. Los ejidatarios que antes exportaban sorgo y ahora transportan cocaína. Los trabajadores que antes emigraban a Estados Unidos en busca de movilidad social y ahora saben que un cártel la asegurará. Los Ni Ni's que ni estudian ni trabajan y llenan las filas de un ejército que les paga muy bien. "La Familia" no sólo ofrece empleo a quienes lo necesitan. También construye escuelas, organiza fiestas, cobra impuestos, disciplina adolescentes, y regala canchas de basquetbol. Se erige en árbitro de la paz social. Cultiva lealtades y echa raíces. Para sus miles de beneficiarios, la cruzada de Felipe Calderón no es una salvación sino una agresión.

Según Fernando Gómez Mont, la anuencia social ante los cárteles es producto del "Síndrome Estocolmo": la tendencia de los torturados a sentir empatía con sus torturadores, la propensión de los secuestrados a sentir simpatía por sus secuestradores. Pero quizás la aquiescencia refleja algo más profundo y más difícil de encarar. La transición democrática acaba con la "Pax Mafiosa" que el PRI había pactado con el crimen organizado. La democracia entraña el fin de viejos acuerdos y el principio de nuevas rivalidades entre grupos que el poder central ya no es capaz de controlar. Y por ello surge un vacío que los cárteles pueden llenar ante la impotencia y la incapacidad del gobierno, ya sea federal, estatal o municipal. El crimen organizado comienza a suplir las deficiencias del Estado.

Cuando la población no cree en la policía o en las cortes, los criminales juegan ese papel. Cuando el Estado no puede ofrecer seguridad o empleo o cobertura médica o rutas para el ascenso social o bienes públicos, los cárteles empiezan a hacerlo. Como le explica una michoacana y madre soltera a Finnegan: "Tengo un número al que hablo. Si tengo un problema, si alguien me está amenazando, si alguien está tratando de robar mi carro, sólo les llamo y mandan a un policía. La policía trabaja para ellos (los narcos)". Fernando Gómez Mont argumenta que los criminales han perdido "cobertura institucional", cuando ya han logrado poner a las instituciones a su servicio. Es precisamente por ello que 59 por ciento de los mexicanos -según una encuesta reciente- no cree que Felipe Calderón vaya ganando la guerra que hace tres años declaró.

Ganarla requeriría, como lo ha subrayado Edgardo Buscaglia del ITAM, una guerra menos centrada en la aprehensión de los cabecillas y más en la incautación de sus bienes. Requeriría una guerra menos enfocada a matar capos y más a mermar sus finanzas. Requeriría no sólo el combate militar, sino también una estrategia financiera para confiscar cuentas y combatir frontalmente la corrupción en las cortes y en las presidencias municipales y en las gubernaturas y en cada pasillo del poder. Si no, por cada criminal aprehendido, habrá un criminal liberado. Por cada líder extraditado, habrá otro que lo reemplace. Por cada narcotraficante capturado, habrá otro entre los millones de desempleados en el país que lo sustituirá. Y México continuará siendo un lugar donde si no entregas la plata, alguien te dispara el plomo.

Colombia, entre el pasado y el futuro

Gabriel Guerra Castellanos
Internacionalista
www.twitter.com/gguerrac
gguerra@gcya.net
El Universal

Pocas veces en la vida de las naciones se presenta la oportunidad de escoger entre opciones tan diferentes, divergentes, como la que los colombianos enfrentaron ayer domingo.

Escribo estas líneas cuando es aún incierto el resultado de la jornada, pero todo apunta a que de entre los muchos candidatos que contendieron son dos los que pelearán el primer lugar y pasarán a la segunda vuelta: el oficialista Juan Manuel Santos y el del partido Verde, Antanas Mockus.

Los colombianos votaron para elegir al sucesor de un popular pero controvertido presidente, Álvaro Uribe, quien hizo de la política de la mano dura frente al narcotráfico y a la insurgencia guerrillera el sello distintivo de su administración. Casi ocho años después de haber asumido la presidencia, Uribe goza de altos índices de aprobación, pero pese a innegables avances no ha podido poner punto final a esos dos conflictos que sangran y desgarran a Colombia día con día.

Ni siquiera sus más fervientes simpatizantes se atreverían a cantar victoria ni en la guerra contra el narco ni mucho menos en la que la nación libra hace más de 4 décadas contra las FARC y sus aliados del FLN. No son esas guerras fáciles de ganar, como estamos aprendiendo ahora en México, pero la gestión de Uribe ha demostrado las limitaciones de anteponer a toda costa lo militar y la así llamada “fuerza del Estado” para tratar de salir avante.

Hay muchas maneras de tratar de calificar a Álvaro Uribe, y si por la de la firmeza nos vamos no hay cómo olvidar sus enfrentamientos con Hugo Chávez, la incursión armada en territorio ecuatoriano contra un campamento de las FARC en ese país, o el conflicto que Uribe y Chávez protagonizaron durante la llamada Cumbre de la Unidad Latinoamericana en México apenas hace unos meses, donde estuvieron a un tris de llegar a los golpes y a desatar un conflicto regional mayúsculo.

Otra medida del todavía presidente (y si le dedico tanto espacio es porque esta elección es en mucho acerca de su gestión) es la que tiene que ver con el respeto a la legalidad, tanto en la letra como en el espíritu e intención de las leyes, y ahí me parece que Uribe queda a deber: uno de los saldos trágicos de la guerra intestina que libra Colombia es el de las violaciones a los derechos humanos. Dirán muchos que ni los narcos ni la guerrilla los respetan, y tienen toda la razón, sólo que un gobierno —un Estado— no puede rebajarse al nivel de los criminales o terroristas que combate, so pena de perder su legitimidad y su razón de ser.

Los excesos del gobierno colombiano en esta materia quedan de manifiesto en el escándalo de los “falsos positivos”, civiles asesinados por la tropa con tal de inflar artificial y criminalmente las cifras de bajas de la guerrilla. Las cifras son estimadas, hablan de centenares o miles de muertos, muchos de los cuales fueron incluso disfrazados de guerrilleros después de su ejecución, en un horripilante ardid mediático.

El otro aspecto que pinta de cuerpo entero a Uribe es el de sus intentos por eternizarse en el poder, muy al estilo —paradójicamente— de Chávez. Uribe modificó la Constitución para poderse reelegir en el 2006, y lo trató de hacer nuevamente para contender este año, intento que fue frustrado por la Suprema Corte de Justicia colombiana. De no ser por eso, los cuatro años originales se habrían fácilmente transformado en 12 o en muchos más. Al no lograrlo optó por la fácil fórmula de nominar a su ministro de defensa con un partido político a modo.

Por eso la elección, en el más amplio sentido de la palabra, es entre el pasado, o la continuidad uribista encarnada por Santos, y el futuro, personificado por el ciertamente excéntrico Mockus, ex rector universitario y dos veces alcalde de Bogotá.

Ya habrá tiempo, de aquí a la segunda vuelta, de ocuparnos de ambos candidatos. Por el momento, Uribe puede vanagloriarse de haber colocado a uno de los suyos en la antesala de la presidencia, continuación quizás —si llega a ganar— de su proyecto. De lo que tal vez no se dé cuenta es que también ha polarizado a Colombia al grado de ponerla a elegir entre seguir con Uribe o darle la espalda y apostarle a algo radicalmente diferente.

El legado de los estadistas se mide, siempre, por como unieron a sus naciones en torno a proyectos justos y nobles. La división es una triste herencia…

Confusiones y aclaraciones

Arturo Damm Arnal
arturodamm@prodigy.net.mx
La Crónica de Hoy

Porfirio Muñoz Ledo, diputado presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, opinando sobre la negativa del Ejecutivo federal de apoyar el boicot económico contra Arizona (boicot que, estrictamente hablando, no sería en contra de Arizona, sino de algunos arizonenses y, por lo tanto, de no pocos mexicanos: las contrapartes comerciales de aquellos), señaló que “… el libre comercio no es un principio de política exterior mexicana (lo cual muestra lo atrasada que esta dicha política)1, ni está consagrado en la Constitución (lo cual muestra lo mucho que falta para tener una Constitución que reconozca plenamente y garantice jurídicamente la libertad individual y la propiedad privada)2 y mucho menos en la Ley del Servicio Exterior (ley en la cual, por la materia de la cual trata, no tendría que estar contemplado)3”, afirmaciones que a Muñoz Ledo le sirven para descalificar el NO al boicot económico, negativa defendida por el Ejecutivo federal, que supone estar a favor de la libertad, en concreto de la libertad económica, misma que, al menos en el artículo quinto constitucional, queda plenamente reconocida, y que es, entre otras, libertad de comercio, mismo que no debe limitarse al que realizan personas de la misma nacionalidad, debiéndose extender al que se lleva a cabo entre personas de nacionalidad distinta. Lo que importa es la actividad, el comercio, no la nacionalidad de quienes comercian, mexicanos o estadunidenses.

En el artículo quinto constitucional

leemos que “a ninguna persona (ojo: persona, no mexicano o estadunidense), podrá impedirse que se dedique a la profesión, industria, comercio (ojo: comercio, tanto entre personas de la misma nacionalidad, como entre personas de nacionalidad distinta) o trabajo que le acomode…”, siendo que las relaciones comerciales entre un mexicano y un arizonense son eso, comercio, y se establecen entre esas, personas.

Un boicot económico, que sería sobre todo comercial, supondría impedir que ciertas personas, mexicanas y arizonenses, se dediquen al comercio entre ellas, lo cual violaría el artículo quinto constitucional, que no deja lugar a dudas: a ninguna persona se le impedirá dedicarse al comercio que le beneficie, siendo lo importante la persona, no su nacionalidad, y siendo la actividad el comercio, independientemente de que se lleve a cabo entre personas de la misma nacionalidad o entre personas de nacionalidad distinta.

Mi interpretación del quinto constitucional no traiciona su espíritu, al contrario, ya que, ¡y si así no es así debería ser!, el mismo se refiere a la persona, quienquiera que ésta sea y cualquiera que sea su nacionalidad, de la misma manera que se refiera al comercio, al margen de que se realice entre personas de la misma nacionalidad o entre personas de nacionalidad distinta. Si no es así, entonces resulta discriminatorio, y no es ése su espíritu, ¿o sí?

Interpretado desde el punto de vista del respeto a la libertad, el artículo quinto constitucional, al hablar del comercio, se refiere al libre comercio, a la libertad de las personas para comerciar, reconociéndola y garantizándola, independientemente de la nacionalidad de los comerciantes. ¿O no, don Porfirio?

1 Paréntesis mío.

2 Idem.

3 Idem.

Los otros hijos de Marcial Maciel

Luis González de Alba
La Calle
Milenio

Entiendo a los fieles de AMLO si pienso en los Legionarios de Cristo, fieles de Marcial Maciel: no es fácil ver caer así a un santo. De ahí la respuesta cada vez más obnubilada y más feroz.

No recuerdo nada igual desde que, a los 15 años, comencé a leer noticias y opiniones. Ha dejado de haber simples opiniones diversas pues quienes las sostenemos somos vendidos, transas, maricones, traidores, dignos de cualquier acto justiciero. Ni siquiera la elección de 1988, que para muchos arrebató el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas y otros admitimos al menos la posibilidad, dejaron al país en una crispación semejante. ¿Cuál fue la diferencia? Una sola: Cuauhtémoc.

Nunca los amigos y hasta los hermanos se habían distanciado tanto. Sostienen quienes aún siguen a López que hubo fraude en la elección de 2006 y así es como han envenenado la vida cotidiana del país. Estoy convencido de que cualquier partido comete fraude cuando puede. Pero aún esperamos la explicación de cómo ocurrió en una elección a cargo de vecinos, vigilada por todos los partidos y por observadores nacionales y extranjeros, con recuento voto por voto y casilla por casilla la noche de la elección, con actas firmadas por representantes de partidos; en la que se votó con credencial, padrón y papelería de alta seguridad. ¿Cómo? No saben, pero ocurrió porque, sencillamente, la derrota no era posible. O más sencillo: porque lo dice Andrés Manuel.

La encuestadora oficial de AMLO, Cristina Covarrubias, denunció (es el verbo adecuado) que su cliente jamás tuvo el cacareado 10 por ciento de ventaja y, además, que lo previno acerca del paulatino cierre de su ventaja.

Son cada vez más pocos, pero más feroces. Lo entiendo: es que deben tragar ruedas de molino cada vez mayores: que AMLO pase del PRI al PRD y desde allí llame a votar por el PT, el partido acusado de ser creación de Salinas… Que tuviera al frente de su seguridad a Antonio Mejía López, luego destituido como director del penal de Cancún y acusado de participar en el asesinato del general Tello Quiñones, quien diseñaba un cuerpo de policía confiable en Quintana Roo. Bajo las órdenes directas del famoso Nico, “chofer” de AMLO, Mejía López comandaba las gacelas, mujeres que para su protección personal López envió a Israel para recibir entrenamiento, pagado con fondos públicos, aunque no tuvo empacho ético en llevárselas, con todo y Mejía López, a su gira como candidato. Pasó luego a la seguridad de Marcelo Ebrard y después a dirigir el penal de Cancún.

Llegó a la dirección de ese penal porque Nico lo impuso a Greg Sánchez, el ahora encarcelado ex alcalde de Cancún, candidato a gobernador por PRD-PT-Convergencia. La familia de Nico recibió en pago la jugosa concesión apostólica: Dad de comer a los presos (del penal de Cancún): concesión pública no concursada.

Y no es lo peor, sino que el recién nombrado director de seguridad de esa zona dominada por el narcotráfico, general Mauro Enrique Tello, fuera secuestrado por policías locales y luego apareciera torturado y muerto, con dos de sus ayudantes. Eso ya empieza a ser un bocado indigesto.

Detenido en el penal de alta seguridad de Nayarit, el ex alcalde perredista que busca la gubernatura de Quintana Roo, se dice objeto de un compló para impedir su triunfo, aunque las encuestas lo colocaban más de 10 puntos abajo. La última es que quien fuera su tesorero, Gustavo Ponce… ups, perdón, Carlos Trigos Perdomo, se dio a la fuga dejando un faltante de 150 millones de pesos, según nota de Fernando Meraz en MILENIO.

Se parecen a los creacionistas: P: ¿Y estos huesos de dinosaurio y estos fósiles en capas diversas que muestran sus etapas de evolución? R: Dios los dispuso así, desde la Creación, para probar nuestra fe.

Como señala José Woldenberg en Reforma respecto de los apetitos de venganza que ven justicia en el secuestro de Diego Fernández de Cevallos: “Ante la moda de cantar loas interminables a las supuestas virtudes de la sociedad en contraposición a las taras de nuestra “clase política”, bien vale la pena revisar las pulsiones de una y otra ante situaciones límite, para repensar qué tan civil es nuestra sociedad y qué tan inciviles son nuestros políticos. Porque todos los días nos topamos con evidencias de que la sociedad reproduce y alimenta resortes intolerantes, impermeables a los derechos de las personas.” Nuestros políticos no caen de Marte, son simples mexicanos con poder, para bien y para mal.

La fiesta adelantada del PRI

Jorge Fernández Menéndez
Razones
Excélsior

No se recuerda una toma de protesta de un dirigente del sector popular del PRI tan concurrida y festiva como la de Emilio Gamboa Patrón, símbolo no sólo de su reconocimiento personal entre el priismo, sobre todo en sus élites, sino también de la forma en que el tricolor está comenzando a disfrutar, por adelantado, de su hipotético triunfo en 2012.

Gamboa Patrón, un político bien descrito por Excélsior como un hombre de discreción y lealtad (mismas que tanto faltan en algunos jóvenes políticos ansiosos de reflectores, en el PRI y sus allegados), será, sin duda, su presidente nacional, en el próximo cambio de dirigencia en el partido tricolor. Salvo que ocurra algo extraordinario, difícilmente podrá escribirse otra historia. Por supuesto, Gamboa tendrá contrincantes: seguramente uno de ellos, Ulises Ruiz, sobre todo si saca adelante la elección en Oaxaca, pero Ulises, como otros, entre ellos Fidel Herrera, lo que buscarán con ello es tener sus espacios en el inevitable reacomodo de fuerzas que deberá darse en el PRI previamente a la elección de su candidato y durante la campaña presidencial.

En ese sentido, los acuerdos que ya parecen establecerse entre Enrique Peña Nieto, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, entre otros, parecen ser fundamentales para establecer esa base que sustente al priismo de cara a la elección, reforzado con la presencia de sus gobernadores, cada día más poderosos.

Si la campaña de Gamboa a la CNOP aportó algo, eso se debe a que interpretó muy bien esa realidad y, aunque iba como candidato único, aprovechó la oportunidad para recorrer todos los estados y restablecer los acuerdos y alianzas con los gobernadores y los grupos de poder locales. Si el resultado del 4 de julio resulta ampliamente favorable al priismo, ese esquema habrá cuajado completamente. Si no es así, los daños los pagarán otros, el resultado global lo seguirá favoreciendo y la corriente que impulsa a Gamboa no habrá tenido costos importantes. Pero nada indica que esta última vaya a ser la realidad próxima.

Llama la atención al respecto lo que están haciendo los partidos en estas campañas. Mientras el PRI consolida su estructura y está apostando casi todo a restaurar plenamente su maquinaria política y electoral, y ha tratado de no involucrarse en problemas, sin hacer siquiera demasiadas propuestas originales en ninguno de los estados en disputa, Jesús Ortega y César Nava, dirigentes del PRD y del PAN, respectivamente, se han concentrado en las denuncias.

Ortega y su equipo en la defensa de Greg Sánchez, su candidato de Quintana Roo preso por acusaciones de narcotráfico y que involucran en éstas en forma directa al presidente Calderón y al secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont (lo que le debe encantar a los panistas a la hora de votar, sobre todo en los estados en donde hay coaliciones con el PRD); Nava está denunciando el involucramiento gubernamental para casi todos los comicios en estados priistas. Actúan ambos como oposición, y lo son, pero en el caso del panismo parecen olvidar que están en el poder federal y desde ese poder deberán defender posiciones en los comicios de 2012.

Esa diferencia de actitud decidirá este 4 de julio más de una elección. Mucha gente termina votando por su percepción del triunfo: le gusta votar por quien siente que va a ser el ganador. Eso terminó llevando en buena medida al poder a Vicente Fox en 2000 y actuó en contra de López Obrador en 2006 (muchos votaron para que no llegara el tabasqueño al poder). Y eso parece estar más claro que nunca en la actitud de los partidos, si no se puede comparar la actitud pesimista del panismo en su reciente Consejo Nacional, su máximo órgano de dirección, con la fiesta del priismo en un acto aparentemente menor, como la unción del nuevo líder de la CNOP.

El apoyo de Ortiz

Días atrás entrevisté en radio a Guillermo Ortiz Martínez, el ex gobernador del Banco de México. Estaba en Sinaloa, para una reunión de la Liga de Economistas Revolucionarios, una institución priista. Le pregunté si seguía siendo del PRI y me dijo que siempre lo había sido, pero que durante su gestión en Banxico no podía tener actividades partidistas. Le pregunté entonces si apoyaba a Jesús Vizcarra en Sinaloa. Me dijo que a eso había ido al estado y se deshizo en elogios hacia ese candidato, según algunos tan controvertido. No sé para otros, pero, en lo personal, un aval de esa magnitud de Guillermo Ortiz, un hombre recto y firme en sus convicciones, le da toda la credibilidad a una candidatura.