junio 09, 2010

En defensa de la democracia

Denise Maerker
Atando Cabos
El Universal

Si usted se siente deprimido por la situación del país, si piensa que vivimos en un país injusto y desigual, si piensa que nuestro país no ofrece oportunidades de progresar y se angustia pensando en cómo podrá pagar los estudios de sus hijos y si eso será suficiente para que encuentren un trabajo en el futuro, si se desvela preocupado porque su padre perdió el seguro desde que lo corrieron y anticipa que tendrá que pagarles a él y a su madre un hospital cuando lo necesiten, si siente coraje cuando ve cómo se sale con la suya el vecino ratero y cómo se enriqueció con descaro el compadre que fue síndico, usted tiene toda la razón. Su enojo y frustración están plenamente justificados. Y seguro cada vez que le hablan de elecciones y de política se irrita y maldice a los políticos por su incompetencia y bribonería. Finalmente cada día en los medios escucha que no trabajan y que son incapaces de ponerse de acuerdo en lo importante entretenidos como están en pleitos irrelevantes e interesados en frivolidades y privilegios. Quizá está pensando que después de todo tanta alharaca con eso de las elecciones y la democracia no sirvió de nada, mucha emoción y esperanza con la transición y la alternancia, pero las cosas siguen igual o peor. Costó tanto trabajo sacar a los priístas del poder para descubrir que los panistas y los perredistas no son mejores. Dígame la verdad: ¿en medio del agobio ya esta pensando que lo mejor sería que regrese uno de los antes a poner orden? De esos que no preguntaban pero hacían, de esos que daban miedo pero tenían bien controlado a los malos porque negociaban con ellos.

Para usted y para mí, y para todos a los que la falta de mejoría en el país les ha minado, por momentos o profundamente, la creencia en que la democracia es el mejor método de gobierno es que un grupo de talentosos mexicanos entre quienes está el ex presidente del IFE, José Woldenbeg, escribieron “Equidad social y parlamentarismo” (www.ietd.org.mx). Lo que nos dicen Woldenberg y sus amigos es que aunque trágicamente la democracia en México no coincidió en sus primeros años con un periodo de prosperidad y crecimiento que la hubiera consolidado plenamente, no debemos tirarla por la borda. Dice Woldenberg: “La democracia en sí misma vale porque permite a una comunidad compleja, contradictoria, dónde hay diferentes intereses y pulsiones, competir y convivir de manera institucional, pacífica y ordenada, y eso no es poca cosa”. Ellos proponen formas para que se pueda gobernar mejor respetando la pluralidad y no sacrificándola. Y nos recuerdan que la desigualdad y la injusticia no son resultado de la democracia, vienen de mucho antes y sólo un cambio radical en las prioridades de quienes nos gobiernan las pueden remediar.

Y eso sólo se puede lograr con más participación y presión de nuestra parte, es decir con más democracia, no con menos.

Hipótesis sobre Diego

Miguel Ángel Granados Chapa
miguelangel@granadoschapa.com
Plaza Pública
Reforma

Conforme pasan los días sin que se reaparezca Diego Fernández de Cevallos -de quien formalmente no se tiene noticia desde el 14 de mayo por la noche- aumentan el número y la variedad de las conjeturas, las versiones sobre el significado de la desaparición del ex candidato presidencial, acerca de la identidad e intenciones de quienes se lo llevaron y en relación con el paradero del relevante político.

Algunas tienen importancia por la coherencia de la explicación, otras por su procedencia. Este último es el caso, por ejemplo, de la difundida por Fauzi Hamdan, una de las personas más próximas, profesional y personalmente a Fernández de Cevallos. Fue Diego mismo quien llevó al ahora rector de la Escuela Libre de Derecho a la política, como candidato externo a una diputación, en 1991. Fueron después juntos al Senado, donde fue visible y sensible la confianza que el coordinador de la fracción panista dispensaba a quien, por lo demás, era también socio en su despacho.

Para Hamdan, fue un grupo de poder el que se llevó a Fernández de Cevallos. Dijo a Carmen Aristegui que "se ve claramente, por todas sus acciones externas y señales, (que se trata) de un gran poderío, de una gran organización, de grandes recursos. No sé si haya algún contenido ideológico en este grupo, pero podría haberlo". Desechó, por lo tanto, la tesis del secuestro meramente mercenario. Conocedor del entramado de los negocios del Jefe Diego, su afirmación aproxima, y avala en cierto sentido, otras hipótesis que suponen que por la libertad del panista eminente se pagará no sólo dinero sino también información cuya entrega significaría una especie de baldamiento, pues disminuiría las amplias capacidades de movimiento y acción que hasta ahora ha ejercido el aspirante presidencial en 1994.

En más de un sentido coinciden el dicho de Hamdan, y sus implicaciones, con la exposición hecha por Antonio Navalón, la más completa publicada en torno de la desaparición más sonada en lo que va de este siglo. La conjetura importa por quien la origina y por quien la difunde. La fuente sería "un secretario", cuyo nombre no se menciona y discretamente se busca nublar, pero que sólo puede ser el de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna. Permite suponerlo el vasto aparato de inteligencia que "el secretario" puede manejar, capaz de tener intervenidos teléfonos públicos en número tal que haya permitido localizar aquellos desde donde los captores de Diego hicieron su primera llamada. El poderío de quienes tienen consigo al Jefe sería en cambio de tales dimensiones que remitieron a "el secretario" fotos de los agentes que envió a la imposible tarea de tomar huellas digitales en aparatos utilizados todos los días, aun con el auge de la telefonía celular, por cientos de personas.

Las fotos llegaron acompañadas de un mensaje: "una sola vulneración más del acuerdo y verán la ejecución de Diego en vivo y en directo". El acuerdo aludido es el de los captores y la familia, que mantiene al margen a ciertos medios colaboradores y fuera de la indagación a las autoridades. A ese acuerdo ha faltado "el secretario", quien "supo que el Estado no se podía retirar aunque lo ordenara el Presidente, entendió la necesidad de saber quién se lo había llevado y decidió investigar y cumplir con su deber".

A partir de ese momento el cruce de mensajes se realiza en templos guanajuatenses, pista que a un investigador serio, como no parece serlo "el secretario", habría ya conducido a precisar el paradero si no de Fernández de Cevallos sí al menos de quienes lo mantienen cautivo. Se negocia un doble pago: dinero en efectivo "y material del que se están haciendo" los captores. Se ha pactado cubrir "50 millones de dólares o 550 millones de pesos pagados en una sola entrega. El dinero se está recaudando. Hay quien ha estado dispuesto no sólo a colaborar con el silencio, el retiro o con mirar hacia otra parte, sino poniéndole dinero a la charola" (El Universal, 7 de junio).

Antonio Navalón pudo haberse ganado perfectamente la confianza del "secretario" que le habría confiado las anteriores informaciones. Disfruta un sitio de privilegio en el ambiente político y periodístico mexicano. Operador de Felipe González cuando éste encabezó el gobierno español, aprovechó la estrecha relación del PSOE, el partido entonces en el poder, con el vasto imperio mediático de Jesús de Polanco, y cuando González fue vencido por José María Aznar, Navalón fue nombrado delegado de Prisa en México y como tal es responsable de la edición mexicana de El País (que ahora circula adosado a un poco significativo diario tabloide especializado en economía). Gestiona los asuntos de ese cargo en un amplio despacho en el Paseo de la Reforma donde se graban las emisiones del programa Sobremesa, dirigido por Navalón, y difundido por TV UNAM, el canal de los universitarios. Escribe además en El Universal y tiene acceso a políticos y funcionarios de alto nivel.

Sintetizo, en fin, la muy coherente hipótesis forjada por un legislador eminente, con experiencia académica y profesional en criminalística y seguridad pública, y quien se allegó datos de la averiguación oficial. No llega a usar la palabra autosecuestro pero subraya que no se escuchó el motor del vehículo en que se habrían llevado a Diego, ni tampoco se registraron huellas de su rodamiento. Si no se tomó nota de esas señales, reflexiona, es porque no las hubo, pues la presunta víctima habría llegado como se sabe pero quizá no fue llevado como se supone.

Cajón de sastre

Hoy miércoles sí sesionarán las salas primera y segunda de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a diferencia de lo que erróneamente afirmé anteayer. El receso acordado para que los ministros estudien el proyecto de dictamen presentado el jueves por el ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea se extiende sólo a los días en que sesiona el pleno: lunes, martes y jueves. La naturaleza de los asuntos que se abordan en las salas no permite la suspensión de las tareas que le son propias, pues de las decisiones de los ministros dependen en ocasiones tramos de procedimientos penales, civiles, administrativos, que no pueden ser modificados. Su carga de trabajo, además, haría impertinente la diferición de asuntos previstos para el día de hoy. Como dicen que dice el alcalde de Lagos: aquí se corrige cuando se comete un error y cuando no, no.

miguelangel@granadoschapa.com

“El Napito” y sus alianzas internacionales inconfesables

Carlos Loret de Mola
Historias de un reportero
El Universal

Napoleón Gómez Urrutia, El Napito, heredó de su padre el liderazgo del sindicato minero y desde ahí amasó una fortuna que le permite vivir entre lujos a los que jamás aspirarían sus agremiados. Es prófugo de la justicia desde hace cuatro años y se mantiene en un “exilio dorado” en Vancouver, Canadá, gracias a que ha ofrecido a sindicatos y empresas metalúrgicas de ese país garantizarles la entrada a México, potenciar sus inversiones y aniquilar paulatinamente a la industria mexicana del ra mo para dejarles “el pastel completo”.

Para El Napito vender la lealtad es territorio conocido. Como nunca trabajó de minero y necesitaba para ser líder sindical un comprobante de que sí había sido empleado de este sector económico, estableció una alianza con Altos Hornos de México (AHMSA), que le extendió una carta, en honor a la relación que establecieron con su padre, Napoleón Gómez Sada, en vida.

A cambio, El Napito comenzó el bombardeo contra un competidor clave de AHMSA, Grupo México, aprovechando los errores de esta corporación y, particularmente, su gestión en la tragedia en la mina Pasta de Conchos, en Coahuila.

Pero la lealtad duró poco. Sus turbios manejos financieros —esos que le permitieron ser un líder sindical multimillonario con agremiados en situación de pobreza— le llevaron a ser enjuiciado y, para no enfrentar tribunales, a huir del país, refugiándose en un lujoso departamento de Vancouver, Canadá, protegido por los poderosos sindicatos mineros del país de la hoja de arce y sus empresas.

En “contraprestación” a los intereses extranjeros que aún lo protegen, El Napito comenzó a voltearse contra todo inversionista mexicano en el negocio minero: desde hace meses ha intentado —y en no pocas ocasiones conseguido— desatar huelgas contra AHMSA, Peñoles y Grupo México, y hasta incidió determinantemente para que Sicartsa (Lázaro Cárdenas, Michoacán) fuera vendido a capitalistas de la India.

Inversionistas extranjeros siguen inyectando gran cantidad de dinero a El Napito, que le permite mantener su lujoso nivel de vida y sostener su movimiento, que se mueve al chasquido de sus dedos para garantizar una política de “cero conflicto” para los consorcios internacionales y, en cambio, dolores de cabeza para sus competidores mexicanos.

SACIAMORBOS ¿Quién y con qué alianzas quiso aprovechar la ola de Cananea y de una vez buscó el doble-play en Pasta de Conchos? Sirvieron el plato para ganar legitimidad en una acción.

¿Así a Sudáfrica, presidente Calderón?

Ciro Gómez Leyva
gomezleyva@milenio.com
La historia en breve
Milenio

Me parece que fui el primero en escribir: ¡váyase a Sudáfrica, presidente Calderón! Jueves 6 de mayo, después de que a alguien en Los Pinos se le ocurrió que sería una buena idea pedir en la página oficial de la Presidencia de la República la opinión ciudadana sobre si debía viajar o no.

A qué viene la duda, pregunté. Quienes lo critican haga lo que haga tratarían de hacerlo pedazos con argumentos falaces o francamente arteros, como sucedió (y no habían llegado el secuestro de Diego, el severo dictamen de la guardería ABC, ni el desalojo en Cananea). A cambio, millones de personas en el planeta lo verían relajado en el México-Sudáfrica. Esos segundos, minutos quizá, en televisión pagarían sobradamente lo que se invirtiera en tiempo o dinero. ¿Qué no se está peleando contra la percepción de que somos un Estado fallido?

Para mí era una obligación de estadista sentarse en el palco central del Soccer City de Johannesburgo el viernes 11 de junio. Darle realce a la investidura. Aprovechar la circunstancia única para ponerse al frente de lo mejor de la emoción nacional. Pero helo ahí. Titubeos, silencios y, al final, un discurso mentiroso que debió echar mano de la engañifa del “viaje de trabajo” para que Calderón pudiera ir a ver el futbol. Ah, claro, Sudáfrica es nuestro segundo socio comercial. Ah, claro, se reunirá con Mandela.

Lo dije el 6 de mayo, lo repito hoy: qué ridículo que la Presidencia de la República se haya reducido a tal extremo. Lo que debió haber sido una aparición estimulante y lógica, se convirtió, por lo pronto, en una escapada por la puerta de servicio.

Buen viaje, Presidente.