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Itinerario Político
El Universal

En realidad Tamaulipas es territorio de uno de los más violentos poderes fácticos, conocido por todos como crimen organizado y tipificado como narcotráfico. Y, faltaba más, ese poder fáctico también está presente en los procesos electorales locales; poder que, como ya vimos, amaga con la más cuestionable de las gemelas; la plata o el plomo.
En Tamaulipas los verdaderos votantes, los que hacen valer su peso en plomo son esos poderes fácticos; el crimen y el narcotráfico. Poderes que decidieron adelantar su voto. Y el suyo es —para vergüenza de todos—, el voto de la muerte. ¿Por qué llegar al extremo de matar a un político, candidato al gobierno de Tamaulipas, que tenía el triunfo en la bolsa?
Por eso, porque en Tamaulipas no hay más ley que “la ley de cuerno de chivo”. Y todo aquel político, aspirante a un puesto de elección popular que comete el pecado de oponerse al dictado de los barones de la droga, no tiene otra respuesta que el grito de las balas. Y es que en Tamaulipas el lenguaje del poder es el tableteo de las AR-15 y los cuernos de chivo.
¿Qué van a decir ahora todos aquellos que han emprendido una campaña en contra de la sola idea de que el narcotráfico y el crimen organizado son poderes fácticos que han rebasado al Estado?; sea el Estado nación, sea tal o cual entidad, éste o aquel municipio. En efecto, la estrategia contra las bandas criminales no es la mejor. ¿Pero alguien sabe dónde está la mejor estrategia, en qué país se ha aplicado con eficacia?
Lo cierto es que por doloroso que resulte, en Tamaulipas la novedad no es que el crimen organizado y el narcotráfico hayan matado al candidato Rodolfo Torre Cantú. No, lo verdaderamente novedoso, indignante e imperdonable es que ni los partidos políticos, sus líderes y menos los gobernantes de los tres órdenes hayan querido tomar en serio una amenaza que ha estado ahí —en Tamaulipas, Chihuahua, Sinaloa, Durango, Michoacán— desde hace años.
Resulta indignante, imperdonable que sigan cayendo políticos, civiles inocentes, periodistas, policías, a manos de un poder criminal creciente, mientras que intelectuales, opinantes, aspirantes a poderes estatales o federales, pretenden esconder la realidad del poder de las bandas criminales, bajo la alfombra de sus miserables intereses.
¿Qué nivel quieren que alcance la criminalidad, como para entender que ya es imposible permanecer indiferente al avance de los poderes fácticos que día a día alzan la mira de sus misiles? ¿A quién tienen que matar los barones de la droga y el crimen para que la sociedad toda, las instituciones, perciban el riesgo de un Estado vencido?
Y la mejor evidencia de ese riesgo latente es que todos los políticos tamaulipecos sabían que, por ejemplo, Valle Hermoso es un poderoso asiento del crimen organizado y el narcotráfico, donde fue asesinado apenas hace semanas un candidato a alcalde, y a donde la mañana de ayer se dirigía el candidato Rodolfo Torre Cantú, asesinado.
¿Quién se atrevió a reconocer ese riesgo? Nadie. ¿Por qué? Por miopía política, por mezquindad electoral; porque los políticos y los gobernantes —y uno que otro opinante—, son incapaces de reconocer la realidad, a pesar de que están parados en esa bomba de tiempo que de tanto en tanto estalla bajo sus pies. Y si alguien tiene dudas, basta mirar lo que pasó con el candidato Rodolfo Torre Cantú, y antes con el candidato a alcalde de Valle Hermoso y antes… una lista larga de asesinados.
Hoy todos son dolientes, todos condenan el crimen, todos se dicen indignados, pero mañana todos olvidan. Por lo pronto, en el más vergonzoso ridículo, el Instituto Electoral dice que continúan las elecciones, a pesar de que mataron al que iba a ganar. ¿Quiere decir eso que todos los demás fueron palomeados por los criminales? La clase política mexicana.
EN EL CAMINO
Luego de una borrachera y un escándalo en Sudáfrica, fue echado de Fonatur, Miguel Gómez Mont, hermano de Fernando, secretario de Gobernación. Dicen los mal pensados que es un “escucha Juan, para que entiendas Pedro. ¿Será?