agosto 10, 2010

En la Corte las togas derrotan a las sotanas

Ricardo Alemán
aleman2@prodigy.net.mx
Itinerario Político
El Universal

Salvo un milagro —que no sería extraño en la Corte, donde parece que se han enfrentado togas contra sotanas—, la Suprema Corte dará un nuevo paso histórico —entre hoy y el jueves próximo—, en la garantía de libertades fundamentales.

Y es que para el venidero fin de semana, la Corte no sólo habrá aprobado los matrimonios entre personas del mismo sexo, sino ratificado el espíritu del artículo 121 constitucional —al validar la vigencia de los matrimonios gay en todo el territorio nacional—; confirmará que cualquier ciudadano mexicano adulto, en plenitud de derechos, es libre de ejercer el derecho de adopción, independientemente a su preferencia sexual.

En pocas palabras, que antes del fin de semana, en la Corte las togas habrán derrotado a las sotanas. Y lo anterior va más allá de una metáfora o un juego de palabras. No, lo cierto es que entorno al debate de matrimonios de personas del mismo sexo, lo que vimos fue un choque entre la poderosa Iglesia católica mexicana —a través de una ultraderecha que tiene en la propia Corte ministros con sotana, antes que Ministros del Máximo Tribunal—, y un Estado laico que está vigente —a pesar de todo—, y que fue defendido por la Corte.

Y ese, el de la vigencia del Estado laico, habrá sido el mayor logro de la Corte —y de sus ministros con toga, que derrotaron a los ministros con sotana—, en la controversia constitucional interpuesta por la PGR, y en general por la ultraderecha mexicana, contra el decreto emitido por la Asamblea Legislativa que aprobó los matrimonios de personas del mismo sexo en el Distrito Federal.

Así pues, es un hecho que el fin de semana venidero será constitucional el matrimonio gay en la capital del país, que por mandato constitucional del artículo 121 fracción IV, ese derecho valdrá para todo el territorio nacional y que, uno o dos cónyuges de matrimonios de personas del mismo sexo, podrán ejercer el derecho de adopción. Y fin de la historia.

Sin embargo, y a pesar de que la Iglesia católica sabe que tiene perdido el debate sobre el matrimonio de personas del mismo sexo, no dará “su brazo a torcer” fácilmente, y continuará con su lucha para negar la vigencia de esos derechos fundamentales. Y una prueba de ello es la reciente homilía —del pasado domingo en la catedral metropolitana—, en donde el Cardenal Norberto Rivera mandó decir a los católicos y al Poder Judicial, que esa ley “podrá ser legal, pero nunca será moral”. Además dijo que es “aberrante” el aval de la Corte a las bodas gay y que se trata de “un ataque a la familia, con intereses oscuros”.

A pesar de esa presión, los ministros de la Suprema Corte ya confirmaron la constitucionalidad de los matrimonios de personas del mismo sexo, y hoy podrían ratificar la vigencia de la fracción IV del artículo 121 constitucional, que a la letra dice: “Los actos del estado civil ajustados a las leyes de un Estado tendrán validez en los otros”. En pocas palabras, que entre los días de hoy y mañana, el pleno de la Corte votará la vigencia de ese artículo en el caso de los matrimonios gay. Y el voto será mayoritario, sea por siete votos a favor y cuatro en contra, u ocho votos a favor y tres en contra. En cualquiera de los casos, se validará que los matrimonios de personas del mismo sexo, serán constitucionales en todos los estados de la República mexicana.

De igual manera, entre el miércoles y jueves, el pleno de la Corte entrará al debate del derecho de adopción que tienen los homosexuales, sean parejas o matrimonios del mismo sexo. Esa, en realidad, es una discusión ficticia, si no es que estéril, ya que en el fondo no se trata de reforma alguna. Es decir, que cuando la Asamblea del Distrito Federal aprobó los matrimonios gay, sólo agregó a esa reforma una parte del articulado vigente en materia de adopción.

Por eso, ministros de la Corte, como el ponente, Sergio Valls, alegaron que no era materia de la controversia constitucional de los matrimonios gay, el tema de la adopción. ¿Por qué? Porque no se trataba de una reforma, sino de un derecho ya establecido. Aun así, el pleno de la Corte sometió a discusión el tema, que será debatido hacia el fin de semana. Todo indica que en la sesión del próximo jueves, con una votación estimada en siete ministros a favor, y cuatro en contra, se aprobará que los matrimonios de personas del mismo sexo tienen garantizado el derecho de adopción.

De esa manera, el Estado laico se habrá impuesto al pensamiento de una religión, la católica. ¿Y que es el laicismo? Todos lo saben; el método de convivencia de todas las ideologías, las filosofías y las religiones, bajo la premisa de que ninguna pretenda poseer más verdad que las otras. Así, la Corte determinó que por sobre la filosofía católica, en el caso de los matrimonios gay, están los derechos y las libertades de mujeres y hombres.

Legalización

Yuriria Sierra
Nudo Gordiano
Excélsior

Sucedería tarde o temprano: el debate sobre la legalización de las drogas tendría que darse, antes o después (o demasiado tarde). Lo que se ha hecho para ganarle al crimen organizado, si bien ha sido una empresa valiente (e impostergable) del Estado, hasta el momento no ha ofrecido los resultados que se habrían planteado en primera instancia. Parecería que el presidente Felipe Calderón se ha dado cuenta de ello o, al menos, intenta darle un nuevo enfoque a la guerra contra el narcotráfico y sus derivados.

La semana pasada, por primera vez en lo que va de su sexenio, habló sobre la posibilidad de legalizar las drogas y, aunque de inmediato aclaró que se refiere a abrir el diálogo y dejó asentado que de éste siempre ha estado y estará en contra, pero que el debate debe abrirse en el marco de nuestro sistema democrático. Con él, es el tercer mandatario mexicano que expresa esta idea, aunque el único que lo hace en funciones. En los últimos 12 meses han sido dos ex presidentes los que han expresado su opinión a favor de la legalización: tanto Ernesto Zedillo como Vicente Fox han hecho pública su posición al respecto (claro, ambos cuando ya no despachaan en Los Pinos). Claramente el peso que se carga a la espalda por hablar de esta posibilidad es menor cuando ya no se tiene al país en las manos y porque, evidentemente, la situación narco-política del país ha cambiado y urge hoy soluciones distintas a las que se le han intentado dar en los últimos dos sexenios. Y, ¡ojo!, al hablar de la necesidad de legalizar, ambos ex mandatarios, Fox y Zedillo, admiten -tácitamente- que sus políticas en la materia fueron insuficientes o francas equivocaciones.

La viabilidad de una posible legalización va más para el control que el susto: como se imagina por reflejo. Las ideas van más para el sentido común que el terror: la demanda de las drogas es altamente inelástica (quien las consuma lo seguirá haciendo siendo ellas legales o no), la prohibición de algo jamás ha sido el obstáculo único y necesario para impedir que ése algo se lleve a cabo. Y aquí interviene un criterio liberal: la opción de consumo es una decisión individual; no se puede pretender (sin pecar además de ingenuo) que el Estado puede regular una conducta tan íntimamente definida por el albedrío.

La legalización permitiría, además, la posibilidad de gravar con impuestos etiquetados a productores, a vendedores y a consumidores, lo que no sólo es una vía de control de las operaciones de compra-venta y de obtención de recursos, sino también una opción para meter en la formalidad económica a este (innegablemente) dinámico sector y detener los desequilibrios económicos que produce la salida de dinero "limpio" del producto interno bruto, y la dificultad de las operaciones de lavado, para regresarlo a circulación cuando se ha vuelto dinero sucio.

También es cierto que para hablar del tema habría que empaparnos todos de información necesaria para que haya un compromiso real del gobierno y se etiqueten en el presupuesto los recursos que el Estado obtenga de las actividades del narco: que se inviertan en educación, salud y rehabilitación de adictos.

Para quienes aseguran que no habría ningún narcotraficante dispuesto a entrar a la formalidad y a pagar impuestos al Estado, que les pregunten: los narcos saben que su esperanza de vida (y la de sus familias) es corta -35 años promedio-, que son los menos los que están en el "negocio" por la adrenalina y menos aun los que lo están por trastornos de personalidad (como sí sucede en el caso de los asesinos seriales). Los narcos son narcos por el dinero que genera su industria. Y estarían más que dispuestos a entrar en el marco de la regulación y el derecho si eso les garantiza que podrán seguir haciendo su negocio sin poner en riesgo sus vidas. Ellos aceptarían la legalización como una estrategia para lograr que la sangre deje de correr copiosamente en las calles -sobre todo si es la propia-.

Le sumaría a éstos, los puntos leídos ayer en la columna de mi querido Xavier Velasco en Milenio, quien habla de una legalización como la mejor posibilidad para enfrentar al narcotráfico, una vía libre de omisiones y culpas, pensada más hacía la utilidad que al prejuicio: "Por estrategia. Castigar el quehacer del narcotraficante es elevar el precio de su producto, y en tanto eso premiar su osadía con ganancias geométricas, y al cabo estratosféricas (.) Es obsceno que a la vista de tanta pobreza extrema y tan escasos medios para superarla, persista allí el magneto de ese negocio inmenso del que cualquiera puede obtener el acceso y ninguno el control. Si al Estado ya se le dificulta el trabajo de hacer crecer las oportunidades reales, tendría cuando menos que cercenar las falsas".

Aunque Felipe Calderón insistió en que éste no será un tema que respalde, sí es un paso importantísimo que se escuche sobre el tema desde Los Pinos, queda poco más de dos años del sexenio y éste debe ser un must para empezar a asentarse desde ya y que quien sea que ocupe la Presidencia en un futuro, le dé forma. Y es que ya es momento de no conformarnos con el miedo al diálogo como argumento para no entrarle a un tema que ya nos rebasó en todos los aspectos.

Es momento de repensar las opciones que se siguen contra el narco. La guerra no es la única opción. Y ya entrados en gastos, la verdad es que la "legalización-hormiga" ya comenzó en EU. Y seguirá en Europa. ¿Por qué México no tiene la valentía de ser quien dé el primer golpe maestro en la materia y aproveche la única, sí, la única ventaja comparativa que le queda para competir (al menos hoy en día) en el mundo globalizado?

México es un país de clase media

Román Revueltas Retes
revueltas@mac.com
Interludio
Milenio

Sigo con el tema de la visión tremendista que algunos tienen de este país diciendo, de paso, que una de las recetas más socorridas del periodismo de opinión —muy apreciada, encima, por muchos lectores— es la de despotricar sistemáticamente de todas las cosas: denunciarlo todo, criticarlo todo, descalificarlo todo. Y la tentación de hacerlo, además, está siempre ahí porque la mayoría de los humanos somos gente inconforme en alguna medida. Los escribidores practicamos así un pesimismo crónico que le viene muy bien al respetable público porque cacareamos, bien alto y bien fuerte, lo que mucha gente quisiera poder expresar. Somos, por así decirlo, emisarios autodesignados de la inconformidad colectiva. Y, mientras cumplamos con ese papel tendremos asegurada una clientela de fieles razonablemente satisfechos. Habrá, eso sí, quien nos acusará de ser “derrotistas” o muy “negativos”.

Naturalmente, tenemos opiniones y preferencias y, de tal manera, no arremetemos globalmente contra todos los posibles pecadores sino que seleccionamos cuidadosamente nuestros objetivos. Es ahí donde comienzan los problemas: por ejemplo, cierto sector aceptaría perfectamente una diaria andanada de diatribas contra el “espurio” pero no le vendría bien que el destinatario fuera Rayito. Y, al revés: hay gente que defiende a Calderón —así, nada más, porque piensa sinceramente que es un buen presidente— y que no comparte las feroces opiniones que le dedican otras voces.

Ahora bien, decir que la riqueza de México está repartida entre 30 familias —o entre trecientas— termina siendo un disparate tan grande como declarar que la pobreza no existe. Nuestro país, creo yo, está poblado, mayoritariamente, por personas de la clase media y dentro de esta categoría podemos incluir a aquellos asalariados que viven en una casa del Infonavit, a los que venden verduras en los mercados, a los que trabajan en los talleres mecánicos y a millones más. Decir esto no es negar la desigualdad. Es reconocer, simplemente, una realidad. Pues eso.

'Trámites' por Paco Calderón



Legalicemos

Rodrigo Gallegos
rgallegos@eleconomista.com.mx
El Economista

Hace un año, tras el reporte del Congreso estadounidense donde revelaban que el narco empleaba a cerca de 450,000 mexicanos, escribí sobre las ventajas de legalizar el consumo de la marihuana. Hoy tras la legalización de consumo, distribución y producción de marihuana en California y el llamado del presidente Calderón a debatir sobre el tema, retomo la idea con más evidencia en favor de legalizar.

La legalización o la mayor tolerancia al consumo de drogas en distintos países (Noruega, EUA, Holanda y Canadá, entre otros) ha probado tener varias virtudes como: disminuir la violencia de los traficantes al cortar parte de su flujo de efectivo; obtener más información sobre la calidad y procedencia de las drogas, así como sobre sus consumidores; recaudar recursos públicos para combatir el consumo a través de un enfoque de salud pública y crear la posibilidad de transferir el costo de las drogas a sus consumidores y no a toda la sociedad.

El último punto se refiere a que ya no tenemos que pagar todos el costo (policías, Ejército, cárceles, entre otros) de que unos cuantos se quieran drogar. Al no criminalizar podemos por ejemplo, exigirle a los consumidores que pasen pruebas antidoping para estudiar o trabajar, parecido a lo que hacemos con los pilotos de aviones, deportistas o policías. De esta forma elevaríamos el costo de los consumidores (pagarían impuestos) y no podrían estudiar o trabajar donde quieran.

Aunque los que están en contra de la legalización tienen razón en cuanto a que legalizar podría aumentar el consumo. Lo cierto es que estudiando un poco más las cifras, encontramos que dicho crecimiento se estabiliza y hasta disminuye en el mediano plazo, como muestra: la experiencia de Holanda, Canadá y California. Además de que la política prohibitiva ha sido testigo de los peores crecimientos en el consumo de droga; por ejemplo, Brasil, Corea y México recientemente duplicaron el consumo de cocaína en menos de seis años.

La legalización en California pone sobre la mesa un nuevo debate sobre la legalización. Es claro que el mercado de drogas mexicano se verá afectado por la menor demanda de marihuana, (se estima que 100 toneladas menos), la ligera caída en precios y la mayor presión por adoptar una legislación parecida en México y otros estados de EUA.

Nadie espera que una legalización tipo California en nuestro país aniquile a los narcotraficantes mexicanos, pero sin duda disminuirá considerablemente su poder de compra de armamento, lo que los debilita ante las fuerzas del Estado.

Les da terror llamarle terrorismo

Carlos Loret de Mola
Historias de un reportero
El Universal

La noche del 15 de septiembre de 2008, Leonel Godoy tenía la réplica de la Campana de la Independencia instalada en el Palacio de Gobierno de Michoacán. Por eso, cuando escuchó una explosión, no se asustó: la orden del día tenía programados fuegos artificiales. Tampoco le causaron alerta los alaridos de un grupo de gente en la Plaza Melchor Ocampo, porque son ruidos que suelen acompañar estos festejos.

Minutos después, supo que las detonaciones eran de granadas lanzadas por un cártel, y los gritos eran de terror ante los ocho ciudadanos —civiles, inocentes, no vinculados con el combate a los criminales— que cayeron ahí muertos, y los más de 80 que se vieron ensangrentados.

Ocho horas más tarde, Godoy no tuvo duda: en entrevista, calificó de acto terrorista lo sucedido. Se inauguró así, oficialmente, la era del narcoterrorismo en México, y desde entonces, el gobierno federal ha peleado por expulsar de sus discursos este calificativo aun a costa de minimizar los hechos violentos.

En esa línea de no llamar a las cosas por su nombre se inscribe que ningún funcionario federal haya aceptado que el uso de coches bomba —la nueva arma de los narcotraficantes empleada en Chihuahua hace tres semanas, y en Tamaulipas hace cinco días— sea terrorismo y se hayan enfrascado en respuestas que, entre condenas, evaden el término aun cuando, particularmente el de Ciudad Juárez, fue con la saña habitual en Irak: simularon un enfrentamiento para atraer soldados, policías, paramédicos y periodistas, y una vez todos ahí, explotaron a control remoto el vehículo, matando a cuando menos tres que nada tenían que ver en la guerra contra el narco.

El Código Penal Federal de nuestro país, dedica su Título Primero a los Delitos Contra la Seguridad de la Nación; su Capítulo VI es Terrorismo, y el artículo 139 no deja espacio a titubeos: “al que utilizando sustancias tóxicas, armas químicas, biológicas o similares, material radioactivo o instrumentos que emitan radiaciones, explosivos o armas de fuego, o por incendio, inundación o por cualquier otro medio violento, realice actos en contra de las personas, las cosas o servicios públicos, que produzcan alarma, temor o terror en la población o en un grupo o sector de ella, para atentar contra la seguridad nacional o presionar a la autoridad para que tome una determinación”.

Francisco Blake, secretario de Gobernación, por ejemplo, a pregunta expresa de si es narcoterrorismo, no responde, pero sostiene que “hay métodos que se están utilizando por criminales que no tienen escrúpulos, que pretenden intimidar, que, por supuesto, pretenden aterrorizar a la gente, que pretenden generarle miedo, que pretenden inhibirnos”. Ah, pero no le llaman terrorismo... les ha de causar terror que incida en las elecciones.

SACIAMORBOS. Si cúpulas están peleadas, si “figuras” se descalifican mutuamente, si directivos se guardan rencor, nada como escuchar la voz de la redacción.

Legalizar

Federico Reyes Heroles
Reforma

¿Cuál es el límite? La cifra de mexicanos asesinados en enfrentamientos de bandas se aproxima a los 30 mil. Entre efectivos de las Fuerzas Armadas y policías podría haber otras 2 mil víctimas. El gobierno mexicano ha dejado en claro que está dispuesto a poner todos los recursos que estén a su alcance pero hay un límite, debe haberlo. Paradójicamente éste no se establece por una cifra tope de sacrificados en las calles porque no está en las manos del Estado fijarlo. La defensa institucional de las Fuerzas Armadas podría prolongarse no sin un alto costo y riesgos. ¿Cuál es el límite?

A pesar de los records en incautaciones y decomisos, a pesar de las extradiciones, a pesar de la caída de grandes capos como Nacho Coronel o Beltrán Leyva, pareciera que la lucha no tiene fin. Pero lo más grave radica en que la estrategia de terror, sumada a los irrefrenables actos violentos, ha traído una profunda alteración de la convivencia social y un severo deterioro de las autoridades en varias ciudades y regiones. El restablecimiento de las condiciones de gobernabilidad en ciertas áreas se ve opacado por los nuevos frentes. ¿Cuál es el límite? ¿Cuál es la salida? Las vencidas entre el Estado y el narco dejan claro que el Estado no puede ser vencido, pero también que el negocio es de tal magnitud, que las carretadas dinero atraen a cientos de miles de personas (se calculan 300 mil) que se encuentran en esa actividad. Es una opción riesgosa pero por lo visto muy atractiva, como lo son otras: descender a las profundidades del mar, salir a la estratosfera o hacer acrobacia sin red. Depende de la contraprestación, de la paga, y la droga paga muy bien.

¿Cuál es el límite? El límite es el sentido común, cuando éste se ve quebrado la lucha se convierte en un capricho y, como nos recuerda Antoine de Saint Exupéry, ningún gobernante puede exigir absurdos. Calderón no es la excepción. Va desde abajo. Las actividades de persecución, como lo ha documentado The Economist, aumentan el precio. Ello provoca el efecto perverso de elevar la remuneración. Legalizar bajaría sensiblemente el precio y disminuiría los incentivos. Además la persecución recibe un tratamiento muy diferenciado, hay países muy permisivos hacia el tráfico como Guatemala, Venezuela o Argentina. Allí los cárteles no representan un desafío al Estado, tampoco en Estados Unidos, principal consumidor por mucho.

En el otro extremo está la despenalización, legalización, del consumo medicinal en un creciente número de entidades de la Unión Americana acompañada de la producción legal para ese fin. Como anécdota quedará el arranque reciente de las actividades de la Universidad de la mariguana, también en California. En noviembre muy probablemente los "fines recreativos", sean éstos lo que sean, podrían justificar el consumo abierto y generalizado de esa droga. Ahora sí nos acercamos al límite. Será una afrenta al sentido común perder decenas de miles de vidas, sacrificar elementos militares y policiacos, perder gobernabilidad y lacerar el desarrollo de los mexicanos por una batalla en la cual lentamente nos quedamos solos. Nuestra verdadera batalla es la seguridad de los ciudadanos mexicanos y la defensa del Estado. Lo otro, el consumo en el vecino del norte, eso les corresponde a ellos regularlo y encauzarlo. Habrá tráfico si hay consumo sin producción. El consumo manda.

La propuesta del presidente Calderón de debatir la posible legalización de ciertas drogas es muy relevante y va en el sentido correcto. La gran mayoría de los ingresos de los cárteles mexicanos proviene de la producción y tráfico de mariguana. Su legalización disminuiría el precio y por lo tanto los incentivos perversos. La actividad productiva legal establecería un mercado con todos sus perfiles. Habría recaudación, lo cual no es un asunto menor. Pero sobre todo habría un tránsito de la ilegalidad a la legalidad en el quehacer de cientos de miles de mexicanos. El Estado mexicano saldría fortalecido de una terrible encrucijada en la cual la encomienda de perseguir un producto de consumo generalizado en Estados Unidos ha mellado las instituciones, la seguridad de los mexicanos y el desarrollo mismo. La aproximación moralista ha mostrado su inconsistencia e inutilidad. Es tiempo de buscar otras alternativas que vayan a la raíz.

México y en particular Calderón tienen en este momento la autoridad moral para convocar a una conferencia internacional sobre el tema. La solución es global y la coyuntura de los próximos meses es excelente para desnudar la doble o triple moral de algunas naciones y los costos concretos para los mexicanos. Incluso si California no aprueba los "fines recreativos", la marcha legalizadora de los usos medicinales y la producción difícilmente se detendrá. Llegamos al límite, debatir y en su caso legalizar implica la búsqueda para México de un camino viable entre el monstruoso y creciente consumo estadounidense y nuestra condición de cabús amenazado en esta historia.

Noticias del imperio... de la droga

Jorge Fernández Menéndez
Razones
Excélsior

Qué impidió que el ex presidente Vicente Fox hiciera desde el poder lo que ahora se propone desde el llano...

El ex presidente Vicente Fox pide legalizar y gravar la venta de drogas. No lo pensó ni hizo así durante su mandato. En los primeros dos años declaró, por lo menos en tres oportunidades, la guerra contra las drogas. En los dos años finales no abandonó, pero sí dejó fuera del centro de su atención el tema y fueron los años del crecimiento de la violencia, de la lucha abierta por el control territorial y del comienzo de la guerra entre los propios cárteles. Eso no descalifica la propuesta por sí misma, pero genera la pregunta de qué impidió que hiciera desde el poder lo que ahora se propone desde el llano. Y la respuesta será que no se pudo por las presiones políticas y por el deterioro de las relaciones con Estados Unidos, que terminaron muy golpeadas entre las administraciones de Fox y de Bush, por lo sucedido a partir de los atentados del 11-S.

En esto, como en muchas otras cosas, la respuesta está en homologar nuestra política con la de Estados Unidos, no hay otra posibilidad, lo supo Fox desde el poder, por eso no actuó como ahora lo propone, como también antes ErnestoZedillo que ha planteado, también después de que dejó Los Pinos, una propuesta similar, acompañado de otros ex mandatarios latinoamericanos. Las propuestas son atendibles, pero de poco sirven si los dos ex presidentes no nos explican porqué llegaron ahora a esa conclusión y cuáles fueron los obstáculos que le impidieron impulsarla cuando estaban en el gobierno. Esa sería una visión privilegiada que permitiría colocar ese debate en otra dimensión. Pero ni Fox ni Zedillo han ofrecido esa explicación. Por cierto, y hablando de homologación, si en el referéndum del 2 de noviembre California aprueba la despenalización de la mariguana (no de todas las drogas como se ha dicho y como incluso se plantea en México), ese debate, en nuestro país, será insoslayable.

En ese mismo sentido, hemos implementado una estrategia que reduce drásticamente la compra de dólares en el mercado financiero para tratar de evitar así el lavado de dinero de parte del narcotráfico. El problema, dijimos hace semanas aquí, será en dos ámbitos: la industria turística y la frontera. Ambas se manejan en dólares. Y dijimos también que lo que haría la gente que vive en la frontera será cerrar sus cuentas en México y llevarlas al otro lado, donde se puede abrir una cuenta bancaria con absoluta facilidad y depositar ahí sus dólares. Y eso es lo que está ocurriendo. Según la Coparmex de Tijuana, más de 30 mil cuentas, sólo en esa ciudad, ya se radicaron del lado estadunidense, donde pueden hacer las transacciones que se le niegan en México. En temas como el dinero y las armas, no hay equivalencias entre los dos países y en los hechos, ello daña cualquier estrategia común que pudiera establecerse.

Mientras tanto, la Policía Federal, en medio de otro debate trascendental para el futuro de la seguridad, que es el de la centralización de las fuerzas policiales, se encontró este fin de semana con una suerte de motín de sus elementos en Ciudad Juárez en contra de cuatro de sus mandos a los que acusaron de obligarlos a corromperse. Una mala señal en un mal momento. Tendrá que haber una investigación rápida y con resultados contundentes. Se ha dicho que eso demuestra que de nada serviría unificar policías porque la corrupción llega a todos. Es verdad que llega a todos, pero también es verdad, como ocurrió en Juárez, que si hay instancias superiores existe la posibilidad de atajar el mal y tratar de erradicarlo. ¿Qué hubiera sucedido si estos mandos hubieran sido de la policía municipal?, ¿a quién hubieran recurrido los elementos que protestaron por los abusos de sus jefes?, ¿quién los hubiera investigado? No hay panaceas en estas historias, hay soluciones parciales que deben abonar a otras de mayores alcances.

Dice el senador Carlos Navarrete, durante las próximas tres semanas todavía presidente de la Cámara alta, que el gobierno debe hacer uso de los instrumentos legales que se han aprobado para la lucha contra el crimen, sobre todo de la extinción de dominio. Esas armas no están del todo afiladas, pero ahí están y en ese sentido Navarrete tiene toda la razón. ¿Por qué no se ha utilizado mucho más la extinción de dominio? No lo sabemos, si tiene problemas de implementación por la forma en que fue diseñada la ley, nadie nos lo ha dicho. En Colombia es un instrumento que ha sido utilizado intensamente en la lucha contra los grupos criminales. Aquí ha quedado en el olvido.

Algunas, todas o ninguna droga

Carlos Marín
cmarin@milenio.com
El asalto a la razón
Milenio

En su blog de internet, Vicente Fox escribió el domingo: “Debemos pensar en legalizar la producción, distribución y venta de las drogas…”.

Pensarlo no sólo, pero desde luego, cuando menos, discutirlo.

Es lo que hace algunos meses propuso Ernesto Zedillo (junto con los ex Fernando Henrique Cardoso, de Brasil, y César Gaviria, de Colombia) y a lo que, pese a estar contra la despenalización, se sumó por fortuna un presidente en funciones, Felipe Calderón, la semana pasada.

Mucho peor sería que todos quienes tienen posibilidad de participación y poder de decisión siguieran haciéndole al Tío Lolo, escamoteando a la sociedad la posibilidad de conocer los argumentos en pro y en contra del problema que tiene a México sumido en la peor matazón ocurrida desde la Guerra Cristera (1926-1929).

¿Permitir la producción, venta y consumo de los naturales peyote o mariguana? ¿Y qué con las metanfetaminas y el crack?

Vale la pena saber para qué ha servido el combate y lo que pudiera ganarse con la legalización.

¡A debatirlo ya!