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Invasión retrofutura
La Crónica de Hoy

Ver a Fidel escribiendo —que siempre es peor lo que uno pone por escrito que lo que uno simplemente dice— que viene una guerra nuclear y que AMLO será clave para detenerla me genera, como izquierdista y como sincero admirador de Cuba en muchos sentidos, un pesar profundo: este vato se está desmoronando y nadie le dice lo contrario. Es escalofriante.
Pero si hay algo que Fidel ha demostrado con reiterada eficacia es que, ante el conflicto interno, ante la fragilidad del régimen, hay siempre que apostar al conflicto externo. Toda crisis al interior del sistema político, sobre todo cuando es autoritario, se puede reconvenir con una buena amenaza de guerra internacional.
No sería sensato leer los artículos que escribe el Comandante sin recordar el contexto internacional de Cuba: tenemos el rollo Fariñas, las huelgas de hambre, el acuerdo con España para liberar a disidentes y todo lo que eso significa. El gobierno cubano puede decir lo que quiera, pero la verdad es que lo obligaron a ceder ante la presión internacional y la ya inocultable situación gravísima de los derechos humanos en la isla.
Es justo ahí, mientras su hermano se dobla y accede a relajar las reglas —lo cual causa un impacto muy poderoso al interior de la estructura política cubana y de su Comité Central— que de pronto Castro determina que viene una guerra nuclear y que justo será el despojado del Imperio (AMLO) quién nos salvará a todos de apocalipsis zombie.
Recuerdo que los cubanos siempre tenían una opinión pésima de Rusia, al punto que incluso si con ellos uno se ponía de pie para hacer un entusiasta brindis con un mojito, decían “no, de pie no se brinda, eso lo hacen los rusos”. La explicación tiene mil justificaciones —la cuasi colonización de Cuba por parte de la Unión Soviética y su posterior abandono, en particular— son clave, pero siempre pensé que había algo más: la crisis de los misiles.
No debe haber habido un momento más crítico en la historia mundial que cuando la guerra sí estaba verdaderamente a punto de darse, con poderosas fuerzas tanto estadunidenses como rusas empujando para desatar la hecatombe. Fue ese un punto climático en nuestro destino y Fidel jugó un rol enorme. Estuvo, como nunca más, en el centro del mundo. Y los rusos lo traicionaron. Pactaron con Kennedy y se llevaron sus armas, dejándolo como un peón.
Quizá con ese recuerdo truncado y esa frustración es que hoy Fidel retoma el tema de la guerra nuclear —seguramente usando cuestionables fuentes de inteligencia— con la ilusión de volver a estar en medio de la Historia. Y al atraer a AMLO a su complot maravilloso sabe que habrá todo un sector nacional que gozoso le tomará la palabra. Marcelo Ebrard mismo ya decidió que pues si el Comandante lo dice, es tal cual, y por lo tanto el Imperio impidió que López Obrador gobernara la patria. Diablos.
El delirio de Fidel se puede explicar — no justificar. El de Marcelo no. Es de una irresponsabilidad máxima y es totalmente típico de él. Pero sí está en nuestras manos tener la claridad de mente para no olvidar que el poder es engañoso y temporal, como también lo es la lucidez. Usémosla mientras la tengamos y no creamos en tristes, aunque bonitas, conspiraciones.