agosto 17, 2010

PRI y PAN se enredan con Cuba Pablo Hiriart

Pablo Hiriart
phl@razon.com.mx
www.twitter.com/phiriart
La Razón

Hace cuatro meses la Cámara de Senadores había aprobado en comisiones, con votos del PAN y del PRI, un exhorto al gobierno de Cuba a entablar diálogo con los disidentes políticos y liberar a los presos de conciencia.

Cuando el punto fue llevado al pleno los priistas se echaron para atrás, lo mismo que un senador del PAN, a solicitud del embajador de México en La Habana.

De la voltereta priista habló el senador Jesús Murillo Karam, que apeló a la Doctrina Estrada, como si tuviera que ver con los derechos humanos. Era obvio que los priistas se disciplinaron a una orden de su jefa, la presidenta del PRI y ex embajadora de México en La Habana, Beatriz Paredes.

El senador del PAN que votó en contra, César Leal Angulo, reconoció que así se lo había pedido su viejo amigo y compañero de partido, Gabriel Jiménez Remus, embajador mexicano en Cuba.

Por un voto perdió el punto de acuerdo, y la diplomacia cubana se anotó un triunfo en la Cámara de Senadores de nuestro país.

Ahora Fidel Castro se deslindó del PRI y escupió los reiterados esfuerzos de Felipe Calderón por congraciarse con la dictadura cubana.

En el fondo de esa ambigüedad está el hecho de que ni PRI ni PAN saben cómo relacionarse con Cuba.

Creer que “normalizar las relaciones” es volver a situarlas en el plano y la sintonía en que se encontraban antes del fin de la guerra fría, es un error. Ya no existe ese escenario.

Lo que hay es un vecino, a poco más de 200 kilómetros de distancia, con el cual se deben tener relaciones diplomáticas y comerciales en condiciones similares a las que hay con el resto del mundo.

El gobierno cubano no ha tenido ninguna consideración con México. Al contrario, su hostilidad es evidente. No nos quiere como mediadores en ninguna transición, porque tampoco quiere transición. La única consideración a tomar en cuenta con Cuba es que se trata de una dictadura.

Ya no existe el proyecto del hombre nuevo. En Cuba hay capitalismo de estado. En las últimas semanas han despedido a un millón 250 mil burócratas y los han exhortado a poner chiringuitos (changarros).

Lo del bloqueo, en buena medida es cuento.

El papel donde escribe el Comandante sus loas a López Obrador, es importado de Estados Unidos. Granma se hace con papel de EU. Los postes de alumbrado público son importados de EU. Buena parte de la comida la traen de EU.

Con Cuba hay que hacer negocios, como lo hacen las grandes trasnacionales del petróleo.

Hay que comprarle, venderle. Y no darles nada fiado.

Naufragio

Federico Reyes Heroles
Reforma

A decir de De Gaulle, la vejez es un naufragio. Todos presienten el final entre las sombras y obscuridades que la muerte anuncia. Saben que ella es inevitable y se aferran al inútil esfuerzo de seguir dando las últimas bocanadas en busca de instantes de vida que ya nada cambiarán, instantes para una última palabra que ratifique un pensamiento o que redefina la vida que ya está en el pasado. Los naufragios pueden ser muy largos y el espectáculo lastimero y patético. Pero la vejez no es sólo el estado de los huesos y de las tripas, pues hay seres que arrastran 100 años y sólo pueden mirar la vida con juventud, con nuevas ilusiones, con energía. Pero por el mundo también deambulan muchos ancianos que vienen del gimnasio.

Yo no sé cuál sea el estado físico de Castro ni es materia que me interese. Sí me parece, en cambio, que su vejez política es patética e intolerable. Si se exhibe y lo exhiben es que lo consideran en condiciones de seguir siendo referente, guía moral de la isla. Sus palabras no deben recibir entonces la consideración o disculpa por su edad. No es un viejito que se salió de tono, es un político ejerciendo su oficio. De pronto y a partir de nada el dictador más longevo del orbe, arropándose gratuitamente con Aristóteles, se lanza en una farragosa diatriba en contra de México y su gobierno. A partir de su lectura del más reciente libro de López Obrador, concluye que AMLO es la persona con "más autoridad para hablar de la tragedia de ese país" (México). Muy su opinión porque si le hubiera preguntado a los mexicanos la historia sería otra. Sin embargo de allí concluye que AMLO ganó la mayoría de los votos pero que el "imperio no le permitió asumir el mando".

Aquí sí el asunto se pone complicado. Por lo visto Castro, que no tiene mucha experiencia en organizar elecciones democráticas, desconoce cómo son las fuerzas políticas en nuestro país, cómo son las campañas, desconoce que el día de la elección se movilizan voluntariamente alrededor de un millón de mexicanos que han sido capacitados para tal fin, que son los propios representantes de los partidos políticos los que atestiguan la jornada electoral. Seguramente no es de su conocimiento, no debe tener mucho interés en el tema, que México sí cuenta con un organismo de Estado, el IFE, encargado de organizar y supervisar los procesos electorales, órgano en el cual todas las decisiones de importancia son tomadas por un cuerpo colegiado que sesiona públicamente. Eso quiere decir que la prensa, en la que hay todo tipo de posiciones y que no sólo es local sino internacional, da seguimiento a todos y cada uno de los pasos. Me imagino que debe costarle trabajo imaginar el ejercicio porque en la isla que él comanda hace más de medio siglo que no se ve algo similar.

Pero lo que también resulta descabellado, cuando no absurdo, los patos tirándole a las escopetas, es que el dictador Castro crea factible que a México, un país con más de 100 millones de habitantes, el "imperio" le pueda arrancar una elección sin que se provoque una revolución de las que él tanto conoce. Quizá en Cuba su gobierno pueda tomar medidas contrarias a toda la población y que permanecen ocultas, dado que allá no hay algo que acá está muy de moda, la libertad de expresión. Me pregunto cómo habrá sido el asunto que no nos dimos cuenta. Seguramente Bush le habló a Fox y le dijo a ése no lo queremos, así que a ver qué haces pero me lo sacas del escenario. Claro, señor Presidente, debe haber respondido Fox, no hay problema, yo desde Los Pinos controlo todo. Usted duerma tranquilo. Y sí pues, hubo protestas en las calles pero, como en La Habana, Castro piensa que aquí gobierna un solo hombre. Lo que no entiendo es que de ser así, por qué les cuesta tanto trabajo lidiar con el Congreso, los tribunales, los partidos, los medios, la opinión pública, los intereses económicos, la oposición y, por si fuera poco, con los dictadores de América Latina.

Sólo desde la protegida atalaya del señor Castro se puede pensar que las cosas ocurren así: el imperio dice no y a obedecer 107 millones. Suena a cuento, a uno de esos reinos con monarcas absolutos que por fortuna están en extinción. No me refiero a una monarquía constitucional, España o Inglaterra, en donde los monarcas y presidentes y primeros ministros se la pasan muy ocupados con los asuntos de gobierno. Pienso en Corea del Norte y la memoria no permite olvidar a Idi Amín. Qué lejos está Castro ya no digamos de México sino del mundo. Qué trabajo le costaría entender que en México las elecciones son cada vez más competidas, que los usos democráticos como los derechos humanos son cada día más parte de la cultura del país, que hoy se debate el aborto, las bodas entre el mismo género, la adopción de parejas gay. ¿Y en Cuba?

Qué triste naufragio, qué patético espectáculo, qué viejo está Castro, viejo pero de la cabeza. Señor dictador, mejor ocúpese de alimentar a su país, de sacar presos políticos y deje a los mexicanos en paz.

Las víctimas de Fidel

Ricardo Pascoe Pierce
Especialista en análisis político
ricardopascoe@hotmail.com
Excélsior

Sus declaraciones obviamente desprecian al PRI y lo catalogan como un partido juguete del imperio.

Los últimos dichos de Fidel Castro causaron cierto, aunque titubeante, revoloteo. La duda estriba en si hay que tomarlo en serio. Partiendo de una respuesta afirmativa, quisiera adelantar algunas reflexiones acerca de las víctimas del más reciente escrito y de las palabras de Castro.

En México, las víctimas serían varias, aparentemente. La primera es el PRI, pues es el partido que se la ha jugado con la revolución cubana y, hasta la fecha, todas sus declaraciones han refrendado su admiración y fidelidad al proyecto castrista, mismo que no adoptaron para México. Las declaraciones de Fidel obviamente desprecian al PRI y lo catalogan como un partido juguete del Imperio. Es decir, es una ruptura política de Cuba con el partido que le dio factibilidad de ese proyecto caribeño durante décadas. Una descalificación humillante para el PRI. La segunda es una obviedad que Castro ofende al presidente Calderón a propósito y busca construir un escenario de confrontación entre México y Cuba. Suma en la columna de "títeres del Imperio" al PAN junto con el PRI, como lo sugiere López Obrador. Los considera desechos históricos que serán demolidos al desaparecer el Imperio. La tercera víctima es la dirección nacional del PRD y Marcelo Ebrard, quienes se oponen a la presunción amloísta de existir solamente para sus principios éticos, pues saben que está para impulsarse al poder político personal. Ante la supuesta autoridad moral de López Obrador, el resto de los perredistas quedan cuestionados y, peor, anulados, según la versión fidelista de la realidad nacional. La cuarta víctima es Carlos Slim, quien sale a relucir en un extraño contexto, pues resulta ser cortejado por AMLO y el propio Fidel, a pesar de que lo niegue con vehemencia. El hecho de negar el soborno despierta la duda.

En Cuba también pretende Fidel que haya víctimas. Con este "incidente internacional" en torno a México, Castro busca acallar posturas internas que insisten y promueven un cambio político y económico. Son posturas que existen dentro del gobierno, de las fuerzas armadas y del Partido Comunista Cubano (PCC). Siempre ha utilizado los conflictos internacionales como un instrumento para clausurar el debate y la discusión internas cuando no le parecía favorable a sus posiciones. Contradice a su hermano Raúl, quien se muestra postrado e impotente frente a las posiciones delirantes de su hermano mayor. Por ejemplo, Fidel dice advertir al mundo del riesgo de una conflagración atómica, cuando él estaba dispuesto a propiciar la misma conflagración en 1961. Ahora, está en juego la posibilidad de una reforma política y económica profunda en la isla, y Fidel la quiere frenar. Así, inventa una crisis internacional (en este caso con México, como lo hizo en 2001) para obligar a gobierno, partido y fuerzas armadas a cerrar filas, clausurar todo debate en torno a reformas posibles hoy o en el futuro y buscar anular las fuerzas transformadoras internas. Quiere dejar en claro que la liberación de los presos de conciencia no debilita la "decisión" de la revolución por mantenerse y avanzar en la senda trazada por él: control estatal sobre todos los aspectos de la vida en la isla.

La última víctima es justamente el objeto de sus alabanzas: Andrés Manuel López Obrador, quien agradeció "tímida y humildemente" ese reconocimiento de una figura de la talla, dice AMLO, de Winston Churchill. En realidad, a Fidel no le interesa López Obrador. Le interesa usarlo para lograr sus propósitos internos en Cuba. Fidel comenta asuntos internacionales, pero pensando en lo interno. Piensa en Cuba y en cómo lograr que nada cambie en la utopía desolada y disfuncional que ha creado. El apoyo de Fidel es una espada de doble filo: un respaldo que pudiera alejar aún más a AMLO de su ansiada Presidencia.

Entre el Imperio de Fidel y los potentados de López Obrador existe una similitud: buscan definir el objeto de odio idóneo para el sostenimiento de su causa, promoviendo el miedo como resorte de la sicología de masas, para atraer multitudes.

El mecanismo es exitoso, hasta que el miedo se acaba.

Eso les pasa por andar cortejando a dictadores

Román Revueltas Retes
revueltas@mac.com
Interludio
Milenio

Luego de que Jorge Castañeda perpetrara la impertinencia de siquiera mencionarle el tema de los derechos humanos a Fidel Castro, se enfriaron las relaciones entre los gobiernos de México y Cuba. El canciller de Fox tenía sus ideas sobre el tema y, después de todo, no había tampoco razón alguna para que un régimen democrático de “derechas” tuviera que cortejar a una dictadura de izquierdas. Pregúntenle ustedes a José María Aznar.

Eso era antes. Hoy, el gobierno de Calderón no sólo quiere llevar la fiesta en paz con tirios y troyanos sino que pareciera buscar, de manera muy puntual, el reconocimiento, el aplauso y el perdón de la dinastía cubana. Tan evidente es esta postura que le cuesta mucho trabajo procesarla a don Manuel Espino, panista distinguido y presidente de la Democracia Cristiana continental. El hombre, junto con muchos de sus correligionarios, debe preguntarse en qué gaveta de Los Pinos se traspapelaron los principios doctrinarios del Partido Acción Nacional.

Uno pensaría, desde luego, que esta extraña postura oficial resulta de una estrategia geopolítica de altos vuelos. Dicho en otras palabras, la famosa “doctrina Estrada” sigue siendo absolutamente inmune al contagio de ideologías alternativas a los dogmas del nacionalismo revolucionario.

El problema, miren ustedes, es que los destinatarios directos de estas amabilidades no han mostrado la menor gratitud. Al contrario, Fidel ha respondido cuestionando la legitimidad misma de Calderón. ¿Así o más claro lo quieren, señores cortejadores de dictadores?