octubre 28, 2010

El pene de Noroña (2)

Ciro Gómez Leyva
gomezleyva@milenio.com
La historia en breve
Milenio

Me remito a lo escrito aquí el 25 de septiembre del año pasado, cuando propuse que había mucho de desvergüenza en el teatro que estaban montando los recién llegados diputados. Entre varios, referí a uno del PT:

“O qué decir del machismo de la nueva diva del vodevil político, Gerardo Fernández Noroña, al gritar que quien lo busca lo encuentra, y decirle a Genaro García Luna que le decía en su cara que era una asesino. ¡Guau! Valiente Noroña con fuero. Supongo que, para mantener nivel, en la próxima comparecencia mostrará su pene y luego pedirá derecho de réplica”.

Pues ¡helo aquí! El martes, en su cómodo y ventajoso San Lázaro gritándole asesino al secretario de Comunicaciones y Transportes, Juan Molinar. ¿Pruebas? No hacen falta, basta que el humeante Fernández Noroña lo deduzca. Gritándole que se robaron la elección de 2006. ¿Pruebas cuatro años después? Ninguna, puro pensamiento mágico. Tachando de alcohólico al presidente Calderón. ¿Pruebas? Supongo que las tibias insinuaciones, sin fuente desde luego, de “periodistas comprometidos”.

Pero lo que verdaderamente me llamó la atención fue la cantidad de veces que gritó “¡no tolero que me interrumpa!”, “¡no voy a tolerar que me diga…!”, no tolero, no, no, no. Se entiende: como sentía que estaba dando una cátedra de ética, cualquier moción de orden o respeto era una agresión. Amos Oz: “La semilla del fanatismo siempre brota al adoptar una actitud de superioridad moral que impide llegar a un acuerdo”.

Triste espectáculo. No por los insultos, sino porque pasan los años y, lejos de persuadir, de tratar de ganar voluntades, a la “izquierda valiente y pura” sólo le sigue interesando convencerse a sí misma.

Lo que Kirchner se llevó

Fran Ruiz
fran@cronica.com.mx
La aldea global
La Crónica de Hoy

Néstor Kirchner estaba doblemente enfermo. Padecía del corazón y padecía de la enfermedad del poder. Para su desgracia, los síntomas del segundo afectaron seriamente a su delicada salud y aceleraron su muerte prematura (60 años no son nada). Es fácil imaginarse a sus médicos rogándole que combatiera al estrés y redujera al mínimo su carga de trabajo y preocupaciones. Fue una batalla que no quiso combatir y la perdió.

El ex presidente argentino murió con una ambición truncada bruscamente: la de volver a ser presidente al término del mandato de su esposa, Cristina Fernández, con la que había forjado una dinastía política matrimonial, rara en el mundo, aunque no en Argentina, donde triunfó la pareja presidencial formada por su admirado Juan Domingo Perón y Evita. Muertos ambos, primera ella (también prematuramente), el tirón popular de ambos lo aprovechó Isabelita, la viuda del general, cuya desastrosa gestión abrió las puertas a la dictadura militar.

Fue precisamente la decisión de Kirchner de entregar a la justicia a los criminales de esos terribles años de represión (1976-1983), con miles de torturados y desaparecidos, por la que el ex mandatario fallecido será recordado para la historia y será eternamente agradecido por el pueblo. Ninguno de sus antecesores tuvo el valor de enfrentarse a los represores militares, que durante más de veinte años, ya con la democracia restaurada, se pasearon impunemente gracias a leyes como la de Punto Final y Obediencia Debida, promulgadas y ratificadas por Raúl Alfonsín y Carlos Menem, respectivamente.

Este valiente compromiso de Kirchner de reparar una deuda histórica largamente reclamada por las víctimas de la represión y sus familiares, así como el mérito de haber sabido cortar la hemorragia que desangraba la economía argentina y que puso al país no sólo al borde de la bancarrota sino de una guerra social que derribó tres gobiernos en apenas tres años, devolvieron la confianza de los argentinos en el gobierno.

La victoria de su esposa Cristina Fernández en 2007 es fruto de estos dos logros. Se consolidaba así el kirchnerismo como fórmula de alternancia política.

Sin embargo, el mandato de su esposa está siendo más bien deprimente, con una economía opacada por Brasil; con numerosos casos de corrupción, empezando por los del propio matrimonio presidencial, cuya fortuna se ha disparado descaradamente desde que detentan el poder; con un encariñamiento de ambos con Hugo Chávez, lo que resulta escandaloso para muchos argentinos y cuyas consecuencias son una vuelta del lenguaje populista y una preocupante persecución de la prensa que no simpatiza con el kirchnerismo.

Con la repentina muerte de Kirchner el proyecto kirchnerista está prácticamente condenado a morir. Si bien el mandato de su esposa podía perjudicar las aspiraciones de su marido, su férreo control del partido peronista, del que era líder, y, sobre todo, el tirón popular que aún conservaba lo convertían en el candidato favorito a ganar las elecciones.

Lo que Kirchner se llevó, por tanto, es estabilidad política, y lo que su ausencia deja es una duda, la de si la presidenta-viuda se presentará a la reelección, lo que de todos modos probablemente no impedirá una batalla de las diferentes familias peronistas por imponer a su candidato. Ocurra lo que ocurra, Argentina entra así en una nueva etapa de incertidumbre.

Pedófilos célebres

Lydia Cacho (@lydiacachosi)
Plan B
El Universal

El español de 31 años sube al metro en Tokio y se encuentra “con unas lolitas, pero no eran unas lolitas cualesquiera, sino de esas que se visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rímel, tacones, minifalda… Tendrían unos trece años”. “Subí con ellas y las muy putas se pusieron a turnarse. Mientras una se iba al váter, la otra se me trajinaba”. “No hay nada como la piel tersa, los pechitos como capullos…”. El autor de estas declaraciones publicadas en el libro Dios los cría y ellos hablan de sexo, drogas, España, corrupción (Ed. Planeta) es nada menos que el famoso Fernando Sánchez Dragó, multipremiado escritor español y conductor del programa literario Las noches blancas, de la televisión pública Telemadrid. En la página 159, antes de narrar lo de las lolitas, el dramaturgo y coautor Albert Boadella le dice que a él le gustan las mujeres cincuentonas. Dragó le contesta: “A mí me gustan las de 15”. Y sigue: “Llámame viejo, llámame como quieras, pero es así”. Como sus palabras quedaron publicadas, argumentó que si fue delito ya prescribió porque eso sucedió en 1967.

Otro europeo famoso, Frédéric Mitterrand, titular francés de Cultura, sobrino del ex presidente francés y emblema de la apertura de Sarkozy con la izquierda, escribió en su autobiografía La mala vida (2005) sus visitas a prostíbulos de Bangkok en busca de niños. Escribe: “He cogido la costumbre de pagar chicos [...] Evidentemente, he leído lo que se ha escrito a propósito de esos chicos de Tailandia, he visto muchos reportajes [...] sé lo que hay de inconsciencia cuando no de avaricia en la mayor parte de las familias, las montañas de dinero que esto genera cuando los muchachos no se quedan más que las migajas, los detalles sórdidos de todo este tráfico [...] no dejo de pensar en eso, lo que no me impide volver. Todo ese ritual de feria de efebos, de mercado de esclavos, me excita enormemente".

Entre muchos otros famosos usuarios y promotores de la trata sexual de menores, estos dos reconocidos personajes representan la idealización del abuso sexual de infantes, la normalización de la pedofilia desde el poder mediático, político y cultural. Aparentemente, cuando estas confesiones se dan en un contexto intelectual y literario tiene perfecta cabida, sin ambages; eso es lo que permite a estos sujetos ufanarse y escribir a detalle lo que consideran arranques de exotismo erótico (aunque en el fondo saben que cometieron delitos y que saldrán librados). Sánchez Dragó, ante las críticas en España, ha dicho que exageró en sus explicaciones. Mitterand, por su parte, aseguró que como era la ultraderecha quien lo criticaba se sentía honrado. Durante siglos el abuso sexual infantil ha sido exaltado en el mundo literario; las cosas comienzan a cambiar lentamente, pero mientras no encontremos a más líderes culturales y escritores tomando posturas éticas al respecto la tragedia que viven a diario millones de criaturas esclavizadas será la anécdota literaria de una generación de famosos indispuestos a asumir la responsabilidad de sus palabras y sus hechos.

¡Basta de historias!

Jorge G. Castañeda (@JorgeGCastaneda)
jorgegcastaneda@gmail.com
Reforma

Hay libros de académicos que si fueran leídos aportarían muchísimo a sus lectores, pero no lo son porque suelen ser difíciles de leer; y hay libros de periodistas redactados con agilidad que se leen en pocas horas, pero cuya superficialidad los vuelve intrascendentes. De vez en cuando aparecen libros de académicos tan bien escritos que impactan -los de Fergusson y Judt vienen a la mente-; o de periodistas con sustancia -como los de Diamond o el nuevo de Riding sobre la cultura parisina bajo el nazismo-, libros a la vez legibles y trascendentes. El nuevo de Andrés Oppenheimer, ¡Basta de historias!, es uno de ésos. Tiene varias virtudes pero sólo reseñaré algunas.

La primera, obviamente, es escoger sólo uno de los desafíos de América Latina en lugar de hablar de todo al mismo tiempo: la educación. Oppenheimer la considera, como muchos, no sólo el talón de Aquiles de la región, sino la clave de su porvenir. Acierta en seleccionar la educación, aunque siempre podrá uno preguntarse si detrás del rezago educativo no hay otros dilemas y obstáculos. Otro acierto es el enfoque comparativo. Dedica el primer y último capítulos a tesis generales, pero los otros 11 a casos específicos: de éxitos educativos (Finlandia, Singapur, la India, China, Israel); o de países latinoamericanos variopintos (Chile, Brasil, Argentina, Uruguay, Perú, México, Venezuela y Colombia). De este modo hay a la vez ejemplos de éxito relativo como Chile y Uruguay; y otros de fracaso, no tan relativo, como Brasil, Venezuela y México. Este enfoque permite mostrar casos concretos del rezago, pero también cómo superarlo.

El autor nos recuerda verdades ya conocidas a propósito de la educación latinoamericana en general, y de la mexicana en particular. Retoma las tesis de Gladwell en Outliers sobre la brevedad del año escolar de nuestros países: 155 días en Uruguay, 180 en Argentina, 190 en Chile, 200 en Brasil y México; vs. 243 días en Japón y 220 en Corea del Sur. Vuelve a mencionar la aberración mexicana de que cada año egresen de la UNAM 188 licenciados en historia, 59 en ciencias de la computación y 49 en ingeniería petrolera. Reafirma que, por extrañas razones, latinoamericanos en general y mexicanos en particular se sienten satisfechos con la educación pública que reciben. Doy un dato increíble, pero hasta donde pudimos comprobarlo cierto: en las pruebas internacionales de PISA, calificadas sobre 800 puntos, en la India anualmente 250 mil estudiantes superan los 650 puntos y en Corea otros 250 mil; en México sólo 4 mil 500. Es decir, en México llegan a los niveles de excelencia de PISA 60 veces menos jóvenes que en la India y que en Corea del Sur, siendo que la India tiene 10 veces más habitantes, y un PIB ligeramente mayor, y Corea del Sur un PIB similar al de México, pero la mitad de sus habitantes.

Oppenheimer propone 12 claves del progreso que no puedo resumir, me quedo con cuatro. Una, evidente pero que no sobra subrayar, es ver lo que hacen otros cuando lo hacen bien. Otra, más original e ingeniosa, es entender que la disyuntiva entre educación pública y privada es falsa, y que se resuelve con grandes coaliciones de la sociedad civil, empresariales, mediáticas, etcé- tera, que presionen al gobierno para mejorar la educación. Otra más, reducir en términos relativos los presupuestos de educación superior para concentrarlos en preescolar y primaria, pero no castigando a las universidades, sino exigiéndoles que salgan a ganar dinero vendiendo sus productos y servicios. Finalmente, quizás la más importante, darle mayor estatus social a los maestros, que incluye un buen salario pero no sólo. Se trata de cerrar la brecha entre lo que ganen los maestros y los demás y valorar el trabajo único que realizan. Como lo ha dicho Héctor Aguilar Camín en nuestras reuniones con las secciones del SNTE en muchas partes del país, la gente entra al magisterio por vocación. Hay que engrandecer esta vocación y agradecerle a Oppenheimer este espléndido texto.

Los Kirchner

Yuriria Sierra (@YuririaSierra)
Nudo Gordiano
Excélsior

Néstor, para muchos, símbolo de ese autoritarismo que no termina de irse y de esa corrupción que no deja de azotar...

Murió Néstor Kirchner, figura con la que se entiende a la Argentina actual: ex presidente, hoy ex primer "damo", diputado, líder de su partido político, precandidato nuevamente a la Presidencia de Argentina. Kirchner, para muchos, símbolo -uno de tantos- de ese autoritarismo que no termina de irse y de esa corrupción que no deja de azotar todas las esquinas de la América Latina. Patologías que han sido nodrizas del rezago que se tiene en toda la región, comparada con el resto del mundo. Los Kirchner (como tantos otros entes políticos de Latinoamérica), encarnaciones del nuevo siglo que han encontrado en las "formas" o en las deformaciones democráticas, así como en el ejercicio del neopopulismo democratizado, una brecha para repetir varios de los peores vicios de la "médula" política de la parte latina de nuestro continente.

Néstor Kirchner era pieza importante de la política argentina actual, apoyó movimientos sociales considerados del "pópolo", al menos eso decían sus opositores, iniciativas como el enfoque a los derechos humanos, mecanismos de protección social o el aumento de las pensiones, lo pusieron en la palestra y hasta llegaron a decir que estaba obsesionado por el control de los medios de comunicación, signo inequívoco del autoritarismo. No era bien visto por el mundo empresarial. Su política de gobierno estuvo enfocada más al subsidio, algo que era criticado por quienes esperaban un fortalecimiento de la democracia del país, pero no, él era uno más de esos líderes con ambición de poder casi absoluto, sus detractores no dudaban en hacérselo saber.

En contraparte, los beneficios y el crecimiento que lograron que el país saliera adelante después de la crisis de 2001 fueron su respaldo para promover movimientos civiles. Después de su mandato al frente de la presidencia del país, pasó el poder a su esposa y eso dio pie a que se creyera que había no sólo una presidenta, sino una "pareja presidencial", pues la toma de decisiones de Cristina Fernández, cuando todavía usaba el De Kirchner, seguían el patrón de gobierno de su esposo, del ex presidente.

Su muerte siembra incertidumbre para el actual gobierno en la víspera de las elecciones, que llegan en 2011, porque ahora, sin su esposo, la presidenta argentina deberá decidir a quién poner en la mira para la sucesión. El partido que era dirigido por el ex presidente, el justicialista, no es la carta que mejor sabe manejar la presidenta, tendrá que designar a alguien que evalúe o hacerlo ella para asegurar que el poder pase a las manos de la persona y el grupo adecuados con el fin de no ver entorpecido el camino que ella y su esposo habían imaginado para Argentina.

Los Kirchner son ahora sólo uno, la presidenta, que deberá demostrar que ella está al frente, sin el respaldo de su esposo moviendo hilos detrás del escenario. Cristina Fernández tiene ahora la responsabilidad de elegir si lleva al país por el mismo rumbo iniciado por su esposo o le da paso a un nuevo sistema de gobierno, donde el apellido Kirchner deje de ser emblema de un régimen inamovible.

Con la muerte de Néstor Kirchner, la política argentina podría abrirse paso a un futuro menos autoritario y que le apueste a reformas necesarias que durante el gobierno de Cristina han estado en los pendientes, pero que no ven la luz, para no provocar conflictos. Y es que ahora en Cristina no sólo cae el peso del duelo por su esposo, sino el del futuro del "kirchnerismo".

El linchamiento de los científicos porfirianos

Héctor Aguilar Camín
acamin@milenio.com
Día con día
Milenio

Hoy por la noche, dentro del ciclo sobre racismo México vs. México, compartiré una mesa con Fernando Escalante Gonzalbo y Claudio Lomnitz en torno a un texto de este último, de fresca aparición: “El antisemitismo y la ideología de la Revolución Mexicana” (La cita es en la sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario de la UNAM).

El punto de partida de Lomnitz es inesperada y apasionante: en la demonización del grupo de Los Científicos porfirianos, hay un mecanismo antisemita.

Los “científicos”, llamados así porque pertenecían a la primera generación educada para la ciencia y el progreso en las escuelas positivistas de la época, cuentan entre sus filas a algunos de los personajes más talentosos de la historia política e intelectual de México, entre ellos Justo Sierra, Francisco Bulnes y José Ives Limantour.

“No hay un solo revolucionario que no haya utilizado el término científico con aborrecimiento”, dice Lomnitz, “a tal grado que se convirtió en sinónimo de traición y corrupción”.

Cómo sucedió esto es el enigma que Lomnitz explora en su ensayo. Su respuesta es una analogía: la demonización de los científicos guarda un asombroso paralelismo con la demonización de los judíos que explotó célebremente en el caso Dreyfus.

El afrancesamiento porfiriano y su refinado espacio de recepción de ideas y modas fueron muy sensibles al affaire Dreyfus. Los científicos tomaron el partido de Emile Zola en la defensa de Dreyfus, un militar francés, judío, acusado con pruebas falsas de haber traicionado secretos militares de su país.

Pero la historia de las ideas está llena de ironías y, junto con el rechazo civilizado al antisemitismo grosero del affaire Dreyfus, se filtró al ambiente público de México el mecanismo de acusación que acabaría sellando el destino público de los científicos.

Éstos, dice Lomnitz, “adoptaron de manera predominante la línea pro Dreyfus, que también era una posición en contra de la Iglesia, el militarismo y la alianza católica latina, fomentada por el Papa León XIII”.

Sus opositores locales fueron “los periódicos católicos (que) se valieron del caso Dreyfus no únicamente para defender a Francia —y de paso a todas las naciones latinas— en contra de los traidores judíos y sus aliados británicos y estadounidenses, sino, asimismo, para embarrar a los científicos, y también a la prensa porfiriana con la brocha judía”.

Los científicos acabaron siendo un caso de exitoso antisemitismo vernáculo “en el nacionalismo revolucionario mexicano”, concluye Lomnitz, “les tocó desempeñar el papel de los judíos”.