octubre 31, 2010

Centralismo pacheco

Juan E. Pardinas
Reforma

El próximo martes, 2 de noviembre, los 17 millones de votantes registrados en el estado de California tomarán una decisión que tendrá un impacto continental: ¿legalizar o no legalizar el negocio y consumo de la mariguana?

La guerra contra la drogas es un fracaso, hasta cuando tiene éxito. Hace un par de semanas se llevó a cabo, en Tijuana, un decomiso de 134 toneladas de mariguana. En la venta de toda mercancía hay una relación entre la escasez y el precio. Si cae la cosecha de naranjas o el gobierno "decomisa" varias toneladas del jugoso cítrico, los comerciantes que tengan capacidad de colocar la fruta en el mercado podrán imponer precios más altos. Lo mismo sucede con la droga. Gracias al exitoso operativo de Baja California, hoy la mariguana en la frontera tiene un precio más elevado que hace un mes y por lo tanto su comercialización tiene mayores márgenes de utilidad. Los decomisos de estupefacientes sobre el cártel equis le hacen su agosto a la competencia. Para empeorar las cosas, estos aumentos de precio en la mariguana no se han reflejado en una disminución del consumo en Estados Unidos. Gracias a los decomisos históricos del gobierno mexicano y al consumo imparable de la sociedad gringa, los narcotraficantes venden más caro su producto a un mercado en expansión. Ése es el escenario de ensueño para cualquier modelo de negocios. Además, los grandes decomisos fomentan que se hagan envíos de droga cada vez más pequeños, lo cual fragmenta la distribución y hace más viable la aparición de nuevas bandas de narcotraficantes.

La estrategia del gobierno mexicano no sólo va en contra de las leyes que determinan la economía, sino también desafía las normas que rigen el protocolo. A principios de octubre, la Conade organizó un festival deportivo sobre la Avenida Reforma. La estrella del show fue Michael Phelps, el deportista acuático más exitoso de la historia, quien al menos en una ocasión ha sido consumidor mariguana. El año pasado Phelps fue suspendido tres meses de competencias internacionales, después de la publicación de una fotografía donde aparecía inhalando una pipa con el vegetal prohibido. Después de la suspensión, Phelps fue al mundial de natación en Roma donde arrasó con varias medallas. Durante su visita a México, en condición de héroe deportivo del Bicentenario, el superestrella olímpico prefirió no hacer declaraciones sobre la guerra contra las drogas. Sin embargo, este consumidor ocasional de mariguana sí se tomó una foto con el presidente Felipe Calderón. ¿Qué no pudieron traerse al Chicharito?

Aun si se rechazara la plena legalización de la mariguana en California, esta historia no termina el próximo martes. La iniciativa de plebiscito se podría volver a presentar en el 2012 en otros estados de la Unión Americana. El gobierno federal tiene una política totalmente reactiva frente al problema: si los gringos aprueban la legalización, cambiamos el rumbo, pero si la rechazan, seguimos por el mismo camino. Los ciudadanos de California determinarán el futuro de la lucha de México contra el crimen organizado.

¿Qué podría hacer nuestro país? Legalizar la mariguana es una decisión compleja y arriesgada con enormes implicaciones para la salud pública y la lucha contra la delincuencia. La decisión más sensata sería dar pasos pequeños y graduales que permitan administrar los cambios y consecuencias insospechadas del eventual fin de la prohibición. En México, tenemos un centralismo jurídico en el tema de las drogas. Las leyes federales son las que determinan la criminalización del consumo y el negocio. En este aspecto sería importante fortalecer nuestro federalismo con la experiencia de los gringos: que cada entidad de la República tenga facultades para decidir sobre la legalización de las drogas. No hay razón para que el DF, Sinaloa y Guanajuato tengan la misma estrategia frente a este desafío, que afecta de forma distinta a las regiones del país. Ante el cambio inminente en Estados Unidos, nuestro centralismo jurídico resulta una mariguanada.

El turno de las élites

Juan Manuel Asai
jasaicamacho@yahoo.com
Códice
La Crónica de Hoy

Concluye una semana atroz que deja una estela de confusión y desaliento. La ola de violencia aturde, impide la reflexión lúcida. El domingo nos sorprende con los puños crispados y un gran signo de interrogación en la mirada: ¿qué nuevas calamidades ocurrirán la semana próxima?, ¿cuántos asesinatos se sumarán a la fatídica cuenta de este año?, ¿alguien entiende lo que está ocurriendo? La única certeza compartida es saber que no hemos visto lo peor.

Matones con acné

La primera mitad de la tragedia nacional es que cientos de jóvenes mexicanos están siendo asesinados en nuestras calles, la segunda mitad es que los están matando otros jóvenes mexicanos. Nos estamos despedazando. Claro que duele la irrupción del luto, pero agobia que anden por ahí, como si nada, los jóvenes asesinos, sicarios que acaban de dejar la adolescencia, matones con acné que pueden jalar del gatillo sin remordimientos, sin temor a las consecuencias.

El negocio de las drogas y la corrupción conforman una pareja letal, pues le hace el juego al diablo cuyo pasatiempo predilecto, desde el principio de los tiempos, es confundirnos. Los límites se borran. Cuesta trabajo encontrar la línea que separa a los buenos de los malos. Directores de los penales son integrantes del crimen organizado, de manera que custodian a sus patrones. Se entiende así la versión dominante: el tráfico de drogas se maneja en las inmediaciones de los penales de alta seguridad, en Puente Grande y en Metepec. Los capos detenidos siguen trabajando, dan órdenes, viven a nuestras expensas y cuando así lo disponen, pues se “escapan”, como en el caso de Chapo Guzmán. Policías torturan al hermano de una ex subprocuradora, judiciales conforman bandas de secuestradores, agentes federales disparan sobre un grupo de jóvenes que se manifiestan contra la inseguridad.

Zambrano y Martí

El oscuro panorama no debe inmovilizarnos. Hay que hacer algo. La sociedad debe emprender el movimiento. El país, México, no es de los partidos, ni de los policías, ni de los criminales. Es nuestro. Llegó el momento de que las élites, del dinero y del conocimiento levanten la voz y asuman su responsabilidad en la conducción del país que tantos beneficios les ha dado. Hablo sobre todo de los empresarios y de los intelectuales. Hay excepciones. Un prominente empresario regio lo dijo con todas sus palabras: es una cobardía abandonar la plaza, dejar en manos de la delincuencia ciudades que construimos entre todos, con el esfuerzo de varias generaciones. Aquí en el DF, en una reunión que hacemos mal en olvidar, un empresario agraviado lo planteó de manera cruda: “Si no pueden, renuncien”. Los empresarios a través de sus organismos, y los intelectuales por medio de las universidades se deben hacer sentir. Lo peor que podemos hacer es meternos debajo de la cama y quedarnos ahí, pues eso el precisamente lo que desean los protagonistas de la desgracia nacional: políticos y delincuentes.

La salvación, como en otros momentos difíciles de nuestra historia, está en la gente, en los ciudadanos. No se trata, claro que no, de armarse y hacer el trabajo que deberían hacer los uniformados, pero si se puede, por ejemplo, exigir una explicación pública de cómo pudo llegar a dirigir una prisión de máxima seguridad un funcionario bajo sospecha. Una voz aislada seguramente será ignorada, pero sí esa voz es la de los capitanes de la industria, o la de los rectores o de los ciudadanos organizados, al gobierno no le quedará más remedio que escuchar y cumplir. Hay que hacernos cargo de la gravedad de la situación, todos, pero comenzando quienes más beneficios han recibido del país.

Se lo debemos a los muertos

Víctor Beltri (@beltri)
Politólogo
contacto@victorbeltri.com
Excélsior

Toque de queda. Legalización. Cambio de estrategia. Pero nadie da una opción realista.

La guerra contra el narco está en boca de todos. O más bien, de casi todos. Porque, a pesar de que prácticamente no se habla de otra cosa en los medios, y muchos políticos la han tomado como bandera para descalificar a la administración actual, nadie se ha pronunciado por un plan realista, con visión a largo plazo, sobre cómo solucionar este problema. Nadie.

Tenemos opiniones en el sentido de retirar, de inmediato, al Ejército de las calles. Otros dicen que la lucha debe de seguir así, frontal. Otros más, piden la intervención de los gringos. Y, así, prosigue el desfile de expertos repentinos. Toque de queda. Legalización. Cambio de estrategia. Pero, nadie da una opción realista. Nadie se compromete en una opción que involucre a todos los sectores de la sociedad, en un plan coordinado y que nos garantice resultados a largo plazo. Es como cuando una calle comienza a tener baches y, en vez de arreglarla de una buena vez, simplemente la taponamos. Sabemos que hay que solucionar el problema, y que podríamos hacerlo, pero preferimos dejarle la responsabilidad a alguien más. Al que sigue.

La falta de visión, y de planeación, estriba en que México vive estancado en un sistema que le obliga a replantearse los temas más importantes cada seis años, basado en un conjunto de reglas del juego diseñadas para otro tiempo. Para una época en la que era necesario poner candados a la voracidad de los revolucionarios que, tras haberse enfrentado entre sí en el campo de batalla, tenían que encontrarse en la arena institucional, sin armas de por medio.

El poder tenía que repartirse, pero también tenía que prevenirse el surgimiento de otro caudillo eternizado en el poder. El problema es que, de esta manera, cada vez que un nuevo individuo accede a la silla del águila, tiene que reinventarlo todo. No necesariamente porque tenga una visión diferente, o mejor, de los problemas que aquejan al país, sino porque tiene que deshacerse de cualquier cosa que suene a su antecesor, e imprimir su propio sello al gobierno.

Para un problema tan complejo como el del narcotráfico no se encontrará una solución puntual que lo resuelva todo, de un plumazo. Van a pasar muchos años antes de que consigamos tener un país en calma y un Estado de Derecho garantizado. Necesitaremos de mucho esfuerzo, y de conjuntar las voluntades de muchos actores sociales. Pero, para eso, necesitamos saber, en primer lugar, a dónde queremos llegar, y en segundo cómo lo haremos. Y estar conscientes de que tenemos que plantear soluciones transexenales. Y hasta el momento estamos haciendo todo lo contrario.

Porque si no queremos, y además no podemos, por motivos de la arquitectura constitucional, hablar de reelección, deberíamos, al menos, de ser capaces de convenir, como sociedad, en la manera en que vamos a resolver el problema del narco durante al menos los próximos 14 años. Lo que queda de este sexenio, y los dos posteriores. Es necesario que planteemos un debate nacional, ahora, que involucre a todos los sectores de la sociedad, y del cual se derive un acuerdo, con objetivos concretos y metodología definida, y ceñirnos a él durante los próximos años.

Dejemos de improvisar, para que el esfuerzo de un sexenio, las decenas de miles de muertos que hasta la fecha llevamos, sean la base de algo más, de una solución verdadera, y no se haya derramado tanta sangre en vano. Se lo debemos a los muertos. Porque si no somos capaces de tener, como país, un proyecto a largo plazo en una cuestión tan importante, seguiremos improvisando a cada momento sin resolver el problema. Continuaremos tapando baches en vez de arreglar, de una vez por todas, el camino estropeado. Y aquí no hablamos solamente de baches y caminos. Hablamos de la paz y la viabilidad de nuestro país. Y con eso no podemos arriesgarnos.

Mente controla materia

Luis González de Alba
Se descubrió que...
Milenio

La humanidad se ha preguntado por milenios acerca del misterio de la conciencia. Cuando digo “yo soy” ¿quién pregunta? Tenemos hace tiempo dos respuestas: la monista: la conciencia es un producto de la materia, y la dualista, que plantea dos aspectos del ser, uno material y otro inmaterial. Como siempre, hay dos griegos al frente: Demócrito y Platón. El materialismo de Demócrito, insuperable, dice: hay materia y vacío. Y nada más.

La materia de Demócrito está compuesta por elementos in-divisibles, que llamó por eso á-tomos. Lo acusamos ahora de un error nuestro: el átomo descubierto a fines del siglo XIX resultó compuesto, divisible. Thompson descubrió que había estructura y Rutherford nos dio la conocida imagen de mini sistema solar. Se equivocó Demócrito: los átomos sí son divisibles.

No… Se equivocaron los físicos al llamar átomo a lo que sí resultó divisible. El átomo de Demócrito es el quark, indivisible.

Perdimos el rumbo con Descartes. El ser tiene dos aspectos: la res cogitans (cosa pensante) y la res extensa (cosa extensa): pensamiento y materia, fue su tesis, bien recibida por las iglesias cristianas por la similitud con la dualidad alma y cuerpo. Con eso la filosofía introdujo un falso problema: explicar cómo la mente inmaterial controla el cuerpo material. La imagen fue muy semejante a la de un titiritero que nos mueve con sus hilos, que son los nervios. Un hombrecillo interno, un homúnculo. Y así quedó el problema como estaba: ¿quién mueve al homúnculo?

Un judío holandés de familia portuguesa, Baruch Spinoza, contemporáneo de Descartes, planteó un monismo absoluto como solución, pero sólo consiguió ser rechazado por las autoridades cristianas y judías. Ahora la neurofisiología le da la razón con cada nuevo avance. Un trabajo en colaboración entre la Universidad de California en Los Ángeles y el Caltech, publicado el pasado jueves en Nature, apunta hacia el monismo de Spinoza: grabaron actividad de una sola neurona en pacientes con electrodos intracraneales implantados por motivos clínicos y demostraron que los humanos regulamos la actividad de nuestras neuronas de forma intencional.

Christof Koch, quien hace tiempo estudia la conciencia como producto del cerebro, e Itzhak Fried, neurocirujano, con un equipo que lleva dos décadas acumulando estudios pioneros, han llegado al nivel celular de cognición en humanos. En 2005 encontraron que una sola neurona era capaz de reconocer a una persona o un objeto. En un paciente identificaron una neurona, una sola, que disparaba siempre que se le presentaban imágenes de la actriz Halle Berry. “Esos hallazgos sugirieron que hay un código consistente y explícito en la transformación de representaciones visuales complejas en memorias de largo plazo y más abstractas”.

Hace dos años, en Science, el equipo de Fried mostró que el solo acto de recordar algo, un episodio de Los Simpsons, hacia disparar las mismas células que habían respondido al verlo por primera vez.

Ahora, en colaboración con Koch y Moran Cerf, han descubierto que podemos ejercer control consciente sobre el disparo de neuronas individuales y así elegir en que enfocarnos. Lo demostraron al conseguir la manipulación de imágenes de computadora con el solo pensamiento. Es otro paso adelante para “entender cómo el cerebro transforma la realidad externa en objetos mentales. Lo que estos hallazgos muestran es que el solo pensamiento puede modelar la realidad de una percepción visual”.

El resultado es aterrador. Y a mi juicio deja sin respuesta el origen mismo de la orden: ¿quién ordena a esa neurona llamada “Halle Berry” disparar? ¿De dónde emana ese acto voluntario?

Los pacientes con electrodos implantados habían mostrado intereses diversos: unos en el equipo Medias Rojas de Boston, otros en la serie “House” de TV, y otros más en Marilyn Monroe o la banda Guns N’ Roses. Los investigadores presentaron imágenes de estos gustos en pantallas de computadora y registraron el disparo de una neurona. Luego al pensar acerca de una de ellas, Marilyn por ejemplo, los pacientes dispararon la actividad de las neuronas correspondientes a esa imagen, así pudieron activar el cursor de una computadora y convertirse, en palabras de Cerf, en “mini interfases cerebro-computadora”.

La meta fue lograr que los pacientes controlaran cosas con sus mentes. Así que el equipo pidió a los pacientes pensar en una de las cuatro imágenes. Al hacerlo, la neurona relacionada disparó y la imagen apareció en la pantalla… Luego añadieron otras imágenes y pidieron enfocarse en la preferida, con eso la imagen se hizo nítida y las otras se desvanecieron.

“Las personas pueden con rapidez, consciente y voluntariamente controlar neuronas en la profundo de sus cabezas”, dice Koch. Fried añade: “Controlamos nuestras neuronas o nuestras neuronas nos controlan. La respuesta final puede ser ‘somos nuestras neuronas’”.

Contacto: Mark Wheeler, mwheeler@mednet.ucla.edu

Mi novela con la Revolución mal librada: OLGA, (Planeta, 2010).
Mi página web: www.luisgonzalezdealba.com

Cómo empezó

Gabriel Zaid
Reforma

El uso ritual o medicinal de las drogas es milenario. Lo moderno ha sido procesarlas como productos químicos, industrializarlas y promoverlas en mercados internacionales de consumo masivo para usos no rituales ni medicinales.

Quizá el primer caso histórico fue el de la East India Company. Con el apoyo del imperio británico, desarrolló en la India el mercado del té chino, y en China el mercado para el opio hindú. El opio se contrabandeaba, porque el gobierno chino lo prohibió (prefería recibir, a cambio del té, pesos de plata mexicanos, que los ingleses no fácilmente conseguían). Finalmente, la corona inglesa abrió el mercado chino a cañonazos, en las Guerras del Opio (1839-1842, 1856-1860).

La apertura comercial en México fue voluntaria. El mercado interno era pequeño, estaba cerrado y se repartía pacíficamente bajo la presidencia absoluta. La delincuencia organizada, como toda la economía, tenía un solo jefe: el Señor Presidente. Operaba en un mercado protegido que no permitía la entrada de la delincuencia extranjera ni guerras internas entre capos. Hubo una apertura limitada en el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988) y plena desde Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). Esto condujo a la presidencia relativa (desde 1997) frente a poderes y capos que son sus propios jefes.

Los narcos colombianos fueron de los primeros empresarios que aprovecharon la apertura de México. Con mucho sentido operacional, hicieron ver a los mexicanos dedicados al contrabando que sus camiones estaban ocupados al 50%: iban vacíos a los Estados Unidos para traerlos llenos. Había oportunidades de sinergia: fletárselos para aumentar la ocupación al 100%; sin problemas, porque la droga iba de paso: no se producía ni consumía en el país.

El 15 de mayo de 1984, el Washington Post recibió a Miguel de la Madrid (que llegaba en visita oficial) con un golpe bajo. Una supuesta filtración de la CIA aseguraba que tenía en sus cuentas personales 162 millones de dólares (Jack Anderson, "Mexico makes its presidents millionaires"). Quince días después, el periodista Manuel Buendía de Excélsior, que investigaba la conexión entre narcos y políticos mexicanos, fue asesinado. Ocho meses después, Enrique Camarena Salazar, agente encubierto de la Drug Enforcement Agency, fue secuestrado en Guadalajara, torturado y asesinado.

La oportunidad para los transportistas mexicanos creció cuando los capos colombianos perdieron las rutas de Cuba y Panamá. La CIA descubrió la conexión cubana en 1988, y Castro prefirió cancelar el servicio y fusilar a su amigo el general Ochoa, para lavarse las manos. Los Estados Unidos invadieron Panamá en 1989, secuestraron al presidente Noriega y se lo llevaron preso. Para los traficantes no quedó más vía de paso que México. El 18 de julio de 1990 renunció inesperadamente el secretario de Marina, Mauricio Scheleske. El 23 de marzo de 1994 fue asesinado Luis Donaldo Colosio. En mayo de 1994, Eduardo Valle Espinosa no pudo capturar al jefe del Cártel del Golfo, renunció en la PGR y se fue a los Estados Unidos.

Los colombianos cometieron un error financiero. Pensaron que era una buena idea pagar el flete con droga, en vez de efectivo. Así convirtieron a sus transportistas en distribuidores, que pronto fueron sus competidores y finalmente se quedaron con el negocio. La desgracia para México fue que desarrollaron un mercado interno masivo, integrado desde la producción hasta el menudeo, el contrabando (de armas, materias primas, productos terminados y dólares en efectivo), la operación de filiales en los Estados Unidos y el lavado de dinero.

Lo peor de todo ha sido el narcomenudeo. Multiplica los cómplices (requiere varias veces más personal que el mayoreo), refuerza la corrupción tradicional, daña a las familias y facilita el desarrollo de otros servicios: secuestros, extorsiones, asaltos, trata de personas, administración municipal y procesos electorales. En algunas localidades, los narcos dejan de ser empresarios al margen de la ley para convertirse en las autoridades y la ley.

El interés común de los capos está en ponerse de acuerdo y repartirse el negocio clandestinamente, sin perder el tiempo o la vida en disputas territoriales. Los cárteles son precisamente la solución que consiste en dividir el territorio en monopolios geográficos separados, sin competir. Pero nada garantiza que los acuerdos se cumplan. Los capos, como los políticos mexicanos, no logran fácilmente ponerse de acuerdo en ausencia de un Supremo Árbitro.

La ambición (ilusoria) de reconstruir ese poder supremo hasta imponerse en el país como el capo di tutti capi hace feroz la guerra de todos contra todos, contra el Estado y contra la sociedad. En tal incertidumbre, la vida es "solitary, poor, nasty, brutish, and short", como dice Hobbes (Leviathan 30). O, como dice la canción: "No vale nada".

El problema no está en las drogas milenarias, sino en los grupos de asesinos que andan sueltos y deben ser encarcelados, vendan lo que vendan.