noviembre 22, 2010

Torre, Cavazos, ¿y luego?

Adrian Trejo (@adriantrejo)
atrejo@callemexico.com
Calle Mexico

Una semana antes de las elecciones del 4 de julio, fue asesinado Rodolfo Torre Cantú, candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas; ayer fue asesinado Silverio Cavazos Ceballos, ex gobernador de Colima.

Cavazos Ceballos sustituyó al gobernador electo, Gustavo Vázquez, quien murió en el 2005, en un avionazo, cuando apenas cumplía un año en el gobierno.

El ex gobernador asesinado había dejado el cargo hace un año, en medio de fuertes cuestionamientos sobre su fortuna; incluso la oposición había pedido que se investigara el origen de los recursos que algunos atribuían a relaciones peligrosas con ciertos grupos.

El caso es que este asesinato remueve la tesis que de cuando en cuando resurge, de que la delincuencia organizada prepara un atentado en contra de un gobernador en funciones, como muestra de su poder.

Oficialmente, Cavazos Ceballos no era objeto de ninguna investigación a pesar de las solicitudes de los partidos de oposición; después de dejar la gubernatura, se había dedicado a actividades privadas y algunas partidistas. Fue visto recientemente, por ejemplo, en el informe de actividades del gobernador Humberto Moreira.

Su muerte constituye un reto más para las autoridades locales y federales que apenas el viernes habían realizado una evaluación de la estrategia contra el crimen organizado que tiene en Colima –y no es ningún secreto-, una plaza boyante, sobre todo por la importancia que tiene el puerto de Manzanillo en donde se han registrado grandes decomisos de droga.

Como preguntaba ayer un gobernador, ¿y ahora quién sigue?

Nada más como curiosidad. Los portales de los diarios colimenses informaron que el homicidio de Cavazos Ceballos ocurrió a las 10:30 de la mañana y hasta las 16:00 horas de ayer el único en lamentar el asesinato fue el presidente Felipe Calderón Hinojosa, a través de su cuenta en Twitter.

Ningún alto priísta se había pronunciado públicamente hasta el cierre de este espacio. ¿Por qué sería?

El caso de la mega lona que el gobierno del DF quitó a la CNOP priísta dará todavía mucho de qué hablar.

Será el propio líder de la organización tricolor, Emilio Gamboa Patrón, quien retome el asunto pues considera que el gobierno capitalino atentó contra la libre expresión, la propiedad privada –la lona no solo fue retirada sino que no la entregaron-, entre otros, por lo que presentarán una denuncia penal en contra de quien resulte responsable.

Gamboa estará hoy en Guerrero para apoyar la campaña de Manuel Añorve Baños; será el primer priísta de peso que acuda al estado al rescate de una candidatura que se ha quedado enana y “no pega’’ entre la población guerrerense.

¡Qué desabrida celebración del Centenario de la Revolución! Bueno, una fiesta de XV años en cualquier pueblo de México resulta más interesante y divertida.

¿Será por qué el PRI se apoderó del movimiento en sus siglas y de sus postulados en su programa que el acto oficial conmemorativo pasó con más pena que gloria?

Los modos de López Obrador

Denise Maerker
Atando Cabos
El Universal

¡Que se cuide Marcelo Ebrard, a quien cada que le preguntan por el 2012, responde que tiene un acuerdo con López Obrador de que el que llegue mejor posicionado y en primer lugar de las encuestas en el 2011 será el candidato de la izquierda! Valdría la pena que revisara lo que acaba de ocurrir en el Estado de México, porque López Obrador demostró qué es lo que entiende por "acuerdo", por "mejor posicionado" y por "encuesta".

Después de recorrer durante semanas el Estado de México criticando a los dirigentes del PRD porque decía: "Hacen la alianza sin consultar a los militantes y creen que eso es política", en la clausura de su gira, en Toluca, el domingo 14 de noviembre, propuso a los ahí congregados que: "Para elegir al candidato vamos a mandar a hacer una encuesta para saber quién de los que participan en nuestro movimiento están mejor posicionados, y se va a dar a conocer el resultado y vamos a apoyar el que aparezca en primer lugar de esa encuesta...". En medio de gritos de: "Encinas", "Encinas", "Encinas", la gente aceptó. Pero no pasó ni una semana cuando el jueves apareció un desplegado que decía: "Los que suscribimos miembros del Movimiento por el Cambio Verdadero actuaremos de manera responsable poniendo por encima de nuestros intereses personales el proyecto nacional de transformación de México que, imprescindiblemente, pasa por la elección del Estado de México, por lo que hemos decidido promover a Yeidckol Polevnsky Guwitz...". Lo firmaban nada menos que los dirigentes nacionales del PT y de Convergencia y algunos perredistas que habían sido mencionados como posibles candidatos. Nada se dijo de la encuesta anunciada el domingo: si se había hecho, qué empresa la hizo, cuáles habían sido los contendientes y cuál el resultado; absolutamente nada.

No hubo necesidad de buscar muy lejos para entender, bastaba con sacar del armario y desempolvar los viejos conceptos del régimen priísta: madruguete, tapado, cargada. El pronunciamiento fue un destape clásico de esos que solía hacer alguna organización obrera o campesina para tratar de ocultar que el autor del dedazo era uno solo, el presidente entonces, ahora el caudillo. Cuando Fidel Velásquez destapaba al candidato-futuro presidente, se señalaba que después de arduas consultas, habían llegado a la conclusión de que zutanito era el indicado. Ya luego el presidente en turno daba su apoyo. Así lo hizo López Obrador esta semana. Una vez que se manifestaron "las fuerzas vivas del movimiento", él se "plegó" a esa voluntad y declaró: "Por lo pronto, para nosotros, (Yeidckol Polevnsky) ya es nuestra propuesta". Eso sí, respetuosos de los tiempos legales y de la vida interna de los partidos, como solía hacerse: "En su momento se hará la presentación de la propuesta y se pondrá a consideración de las dirigencias del PT y de Convergencia para que ellos, de acuerdo al procedimiento legal, decidan si la van a postular o no". Nada nuevo, son modos muy viejos.

Yeidckol no tiene ninguna posibilidad de ganar. López Obrador la puso ahí para que lo acompañe en su primer round contra Peña Nieto, Salinas y el mal. Él está preparando la cruzada que va a encabezar en el 2012. ¡Y a los mexiquenses, pues por el bien de México y en aras del cambio verdadero, que por mientras los siga gobernando el PRI!

Homenajes a Don Porfirio (y por una cabeza)

Pablo Hiriart (@phiriart)
phl@razon.com.mx
La Razón

Las dos obras que dieron brillo a los festejos por el centenario de la Revolución Mexicana fueron la “reinauguración del Palacio de Bellas Artes”, como la llamó el presidente Calderón, y la “reinauguración del Monumento a la Revolución”, como la presentó Marcelo Ebrard.

Ambas obras, sin embargo, fueron ideadas e iniciadas en el gobierno de Porfirio Díaz, el dictador contra el cual estalló la Revolución.

Bellas Artes fue concluido años después, durante el maximato, y el Monumento a la Revolución, que es la cúpula de lo que sería el Capitolio mexicano, se quedó en un cascarón inconcluso.

A cien años de que inició la lucha armada contra el dictador Díaz, no se tuvo la creatividad para realizar algo novedoso y útil y se optó por remozar los viejos edificios de Don Porfirio.

La carencia de imaginación, en este caso, fue la impronta de dos gobiernos, uno de derecha y otro de izquierda (si todavía existen esas referencias), que festejaron a la “primera revolución social” del siglo XX con un involuntario homenaje al dictador oaxaqueño.

Esa falta de imaginación parece hermanar a gobiernos de izquierda y de derecha y a los herederos políticos de la Revolución, los priistas.

¿Alguien puede señalar diferencias entre la política social del gobierno federal con la del capitalino y algún estado encabezado por el PRI?

Ahí, donde debería estar la diferencia esencial que dé sustancia a ser de derecha o de izquierda o centro progresista, no hay distingo alguno.

La política social del PAN en lo federal, PRD en la capital y del PRI en la mayoría de los estados, es la misma: billetazos.

Billetes para los empadronados como pobres y utilización electoral de éstos a la hora de las elecciones.

Cero organización comunitaria para desarrollar proyectos productivos que arraiguen a la población a sus lugares de origen. Para que la comunidad decida el destino de los recursos, para que la sociedad vigile el ejercicio del gasto público.

¿Dónde está el proyecto social de algún partido, de izquierda, de centro o derecha?

Todos ellos, a la hora de presentarse a la cita con la historia, tienen que darle una mano de gato a los edificios de Porfirio Díaz.

- Por una cabeza. Lectores de La Razón (Fernando Escalante y Raymundo Riva Palacio, entre otros) criticaron la cabeza de este diario, publicada hace algunas semanas, que decía que los secuestradores de Mario Ángel González Rodríguez, hermano de la ex Procuradora de Chi huahua, “le hacían la chamba a la PGR”.

Fui el autor de esa cabeza y quise decir que las confesiones de González Rodríguez, de ser ciertas, debió obtenerlas la PGR, y no que esa institución actuara cuando unos criminales le hicieran el trabajo.

Como no se entendió, debo admitir que me equivoqué.

Revolución y violencia

Agustín Basave (@abasave)
abasave@prodigy.net.mx
Director de Posgrado de la Universidad Iberoamericana
Excélsior

La historiografía sobredimensiona la violencia en aras de la mitificación nacional y a fuerza de glorificar a los héroes de la espada. La tesis de Clausewitz de que la guerra es la continuación de la política es crecientemente rebasada por la de que la guerra es el fracaso de la política: una mala negociación es mejor que una buena conflagración.

Los senderos vírgenes de la historia son fértiles para la maleza de la especulación. ¿Qué habría sucedido si tal o cual episodio histórico hubiera sido de esta y no de aquella manera? Yo —centrista y pacifista incorregible— me pregunto a menudo si no habría sido mejor que los jacobinos moderados hubieran prevalecido sobre los radicales, empujando a los girondinos a aceptar por las buenas el progreso de la revolución francesa, o si en la revolución rusa los mencheviques se hubieran impuesto a los bolcheviques y una coyuntura posterior hubiera pavimentado el camino a la socialdemocracia. Y desde luego, me imagino cuál habría sido el desenlace del siglo XX mexicano si Porfirio Díaz se hubiera retirado a tiempo y hubiera dejado a Bernardo Reyes como su sucesor.

La constante en mis conjeturas es qué habría pasado si se hubiera detenido la guerra civil. Soy consciente de que en casos fue ineluctable, e incluso fecunda. Pero pienso que la historiografía sobredimensiona la violencia en aras de la mitificación nacional y a fuerza de glorificar a los héroes de la espada. Me parece, además, que en la medida en que nos adentramos en la historia moderna las alternativas no belicistas son cada vez más viables. La tesis de Clausewitz de que la guerra es la continuación de la política es crecientemente rebasada por la de que la guerra es el fracaso de la política: una mala negociación es mejor que una buena conflagración.

Y es que el costo de la violencia es tan alto que su beneficio rara vez lo supera. La destrucción que sufre un país en las luchas intestinas, además, perjudica a todos. No es casualidad que las doctrinas revolucionarias profeticen el paraíso terrenal como resultado de su triunfo: sólo ofreciendo el cielo como recompensa se puede persuadir a la gente de entrar al infierno. Si el líder de una revolución prometiera, con realismo, que a su victoria seguiría una reconstrucción muy lenta y una mejoría no exenta de vicios inerciales, muy pocos lo seguirían. Sólo los mártires y los que no tienen nada que perder se arrojan a una aventura en la que el sufrimiento y probablemente la muerte los esperan a ellos y a sus seres queridos. De ese cálculo estratégico surgen las utopías armadas.

A mi juicio, la mayoría de las guerras civiles han estallado por la intransigencia de las élites en el poder más que por el extremismo de los revolucionarios. Aunque pugnan por hacerlo desde una posición de fuerza, los movimientos sociales que luchan contra un orden establecido suelen estar dispuestos a negociar en algún momento con sus adversarios. Nadie traga lumbre a menos que lo obliguen. Con algunas excepciones, es la actitud de insensibilidad, voracidad y cerrazón de un gobierno la que radicaliza la postura de una oposición y la lleva a salirse de los cauces legales e institucionales. Esas excepciones son las de los fundamentalismos de cualquier cuño, aquellos que rechazan todo gradualismo y hacen del fanatismo maximalista su religión.

En la Revolución Mexicana no hubo fundamentalistas. Flores Magón fue un convencido anarcosindicalista y Zapata un agrarista irreductible pero, en el contexto de la devastación que se venía encima, sus demandas eran tan fáciles de cumplir que solamente la incomprensión, el dogmatismo o la soberbia gubernamentales pudieron orillarlos al aislamiento y al cadalso. El artífice del levantamiento de 1910 fue un hombre bueno y limpio, mesurado a cual más, dispuesto al diálogo, horrorizado por el derramamiento de sangre. Si Díaz hubiera aceptado ya no digamos retirarse de la contienda presidencial sino únicamente postular a Reyes a la vicepresidencia, Madero no habría promulgado el Plan de San Luis. Y si eso hubiera ocurrido quizá México se habría ahorrado un millón de muertes.

No soy un detractor de la gesta cuyo centenario conmemoramos antier. Al contrario, la admiro como origen de nuestra identidad nacional y detonadora de la eclosión de creatividad cultural que nos dio el muralismo, la novela de la Revolución, la música nacionalista y la época de oro del cine mexicano. Pero no puedo cerrar los ojos al hecho de que sin la obcecación de la dictadura porfiriana la violencia pudo haberse minimizado y de que sus avances se pudieron haber logrado sin los retrocesos de la fiesta de las balas. Toda esa sangre, toda esa destrucción, todo ese sufrimiento, ¿redimió a México? No. Algunas cosas mejoraron, pero apenas se redujo la injusticia social y la corrupción siguió igual o peor. Sustituimos a los peones acasillados por pobres modernos y nos llenamos de Artemios Cruces. ¿De veras cree alguien que no se pudo haber conseguido eso o más sin ir a la bola?

Si en el pasado no se pudo evitar la violencia, ni hablar. Pero si hoy podemos aprender la lección, contrarrestar la intransigencia y propiciar la conciliación política para sentar las bases de un país justo y una sociedad honesta, hagámoslo. El problema no es México: el problema somos los mexicanos.

A SEGUIR TWITTEANDO: Los espero en @abasave.

El gran tropiezo: la Revolución

Luis González de Alba
La Calle
Milenio

Si la prueba del buen suflé es comerlo, la prueba de toda revolución son sus resultados. México, el país de las varias revoluciones, es también donde son mayores las diferencias sociales. Dos países latinoamericanos, Chile y Argentina, muestran una pobreza menos escalofriante que México hoy. El posterior desarrollo económico de México, hecho indudable, no ocurrió a causa de la Revolución, sino a pesar de ella. Se dio en nuestro país como se dio en el resto del mundo, casi sin excepciones: éste ha sido el siglo de la ciencia, la técnica y la industria (...)”. Las mentiras de mis maestros, pp. 73-74. 2002.

1. Si la Revolución Mexicana fuera lo que nos cuentan: el levantamiento en armas del pueblo mexicano agobiado por 30 años de dictadura, habría terminado el 25 de mayo de 1911, con la renuncia de Porfirio Díaz y su salida en el barco Ipiranga para instalarse a vivir en París. Pero hay números que no concuerdan. Algunos los señala Jean Meyer (La Revolución mexicana): “30 años de crecimiento demográfico y económico sostenido, incluso acelerado después de 1900. Crecimiento industrial del 12 por ciento anual y exportaciones que aumentan en promedio 6 por ciento entre 1878 y 1911”. p.25.

La situación social tampoco era la que nos cuentan. Señala Bulnes, citado por Meyer: “He aquí un curioso régimen que no es militarista por falta de ejército, que no reposa en la burocracia puesto que están bloqueados los salarios y el número de los empleos [lo cual ya querríamos ahora], ni en la plutocracia puesto que Díaz hace detestar a los “Científicos” y Limantour es un mezquino que rehúsa comprar talentos, no era teocracia, porque el gobierno se mantuvo siempre ateo, no era democracia, porque no había pueblo” p.48.

La ausencia de democracia se atribuye a la falta de pueblo: desde 1824 los mexicanos no habíamos sabido respetar el voto: ante cada elección había un “alzamiento” abanderado por un “plan”. ¿Fue la pobreza causa de la guerra civil? Los caudillos “todos eran pequeños propietarios o pequeños comerciantes holgados, salvo Villa, antiguo bandido, y Maytorena hombre de fortuna.” Op. cit.

Muy claro en Schettino: “Los problemas económicos no fueron la causa de la Revolución, sino consecuencia” (Cien años de confusión), p.16. “Entre 1925 y 1930 el producto nacional bruto cayó en 12%, entre 1928 y 1930 cayó en un 18 por ciento”, Meyer, p. 166. “A partir de 1924 el miedo cayó sobre México para no dejarlo durante largo tiempo, y el miedo permitió que el sistema subsistiera”, p. 174.

2. Con el dictador instalado en París, la balacera siguió 20 años más porque se mataron todos contra todos: uno de los momentos más gloriosos en la narrativa revolucionaria de izquierda, la integración de los famosos Batallones Rojos de la Casa del Obrero Mundial, no tuvo por objeto combatir al ejército porfirista (disuelto en 1914), sino ¡a Emiliano Zapata!

3. Y Emiliano Zapata no se levantó en armas contra Porfirio Díaz, sino contra el presidente Madero, recién elegido en comicios sin sombra de fraude. Su Plan de Ayala pide la derogación de las leyes de Reforma que el presidente Juárez había propuesto y el Congreso aprobado cincuenta años antes para hacer productivo el campo con esa visión liberal.

De ahí la conclusión: el proceso de modernización, iniciado por Díaz, “fue detenido no sólo por una guerra civil, sino por la construcción de un régimen premoderno”. Entre 1824 y la primera presidencia de Díaz (1876): cincuenta años, los caudillos mexicanos derrocaron a sesenta presidentes. Cuéntelos en la Enciclopedia de México.

En cuanto a Pancho Villa, leamos un retrato del Centauro en F. Katz:

“Una vez más fue Rubio Navarrete quien le salvó la vida cuando el pelotón de fusilamiento estaba a punto de disparar.

Relata éste: [Encontré] “a Villa hincado y llorando, suplicando en voz alta que no se le fusilara, que se le permitiera ver al general Huerta. Estaba de rodillas teniendo cogido de una pierna al coronel O’Horan…”. Pancho Villa, p.197. Cuando me llevaban a fusilar a mí, una fría madrugada en el Campo Militar 1, me porté mucho mejor.

Ya lo había dicho Bernal Díaz del Castillo sobre Moctezuma: “Por no sé qué achaque prendió Cortés a Moctezuma (¡en su propio palacio donde Cortés era huésped!) y en él se cumplió que todo hombre cruel es cobarde, aunque la verdad, era ya llegada la voluntad de Dios, porque de otra manera fuera imposible querer cuatro españoles sujetar un nuevo mundo tan grande y de tantos millares de gente…”

La politización de las fuerzas armadas

Andrés Oppenheimer
El Informe Oppenheimer
Reforma

Existe una nueva amenaza para las democracias latinoamericanas, que no está recibiendo la atención que merece: la creciente politización de las fuerzas armadas de la región.

Los ejércitos de algunos países latinoamericanos están asumiendo posturas políticas que podrían crear un Estado deliberativo dentro de sus propias filas, y una reacción en cadena entre sus vecinos. Consideremos: En una ceremonia militar el 14 de noviembre, a instancias del Presidente boliviano, Evo Morales, el Ejército boliviano se proclamó socialista, anti imperialista y anti capitalista.

En la ceremonia, a la que asistieron los comandantes de los Ejércitos de Chile y Ecuador, y delegaciones militares de Argentina, Brasil y Perú, el Comandante del Ejército boliviano, General Antonio Cueto, dijo que la Constitución de 2009 de su país "da lugar a que el Ejército surja como una institución socialista". La Oposición afirma que tal afirmación es absurda.

Días antes, el jefe del Comando Estratégico Operativo de las Fuerzas Armadas venezolanas, el teniente General Henry Rangel Silva, quien desde entonces ha sido ascendido a Comandante en Jefe, fue citado por el diario caraqueño Ultimas Noticias diciendo que las Fuerzas Armadas venezolanas no aceptarían una victoria de la Oposición en las elecciones presidenciales de 2012.

Señalando que las Fuerzas Armadas de Venezuela están casadas con la revolución bolivariana del Presidente Hugo Chávez, Rangel Silva afirmo que un hipotético gobierno de oposición en 2012 sería vender el país" y que "eso no lo va a aceptar la gente, la Fuerza Armada Nacional menos". Las fuerzas armadas venezolanas ya han adoptado como saludo militar el eslogan Patria socialista o muerte! Venceremos!

En Centroamérica, el Ejército de Nicaragua aunque mas prudente en sus declaraciones publicas que sus contrapartes en Bolivia y Venezuela tiene una relación cada vez mas estrecha con el Gobierno del Presidente Daniel Ortega. Y los generales hondureños que destituyeron el año pasado al entonces Presidente Manuel Zelaya no solo justificaron su acción afirmando que el ex Presidente había violado la Constitución, sino que también dijeron que no podrían haber aceptado un gobierno socialista en Honduras.

"Si no hay una pronta reacción colectiva contra este tipo de declaraciones de las fuerzas armadas, prónto veremos un efecto dominó", me dijo José Miguel Vivanco, director del departamento de las Américas del grupo no gubernamental Human Rights Watch. "La historia demuestra que si dejamos pasar estas cosas, estaremos preparando el terreno para una pérdida gradual de las libertades democráticas, y para el eventual retorno de los regímenes militares".

Entre los peligros que se atisban en el horizonte se cuentan:

Primero, si las fuerzas armadas afirman que no aceptaran resultados electorales que no les gustan, como dijo públicamente el comandante militar venezolano Rangel Silva, eso podría desencadenar una nueva oleada de auto golpes o golpes militares después de dos décadas de avances democráticos en casi toda la región.

Segundo, si la politización de las fuerzas armadas se convierte en la nueva normalidad, eso instará a los lideres políticos, sindicales y empresariales a buscar alianzas con sectores militares y resolver sus disputas según la cantidad de generales que cada uno tenga de su lado. En el pasado, las alianzas militares con políticos, magnates empresariales o lideres sindicales han conducido con frecuencia a los golpes militares.

En tercer lugar, las declaraciones "anti capitalistas" de oficiales de alto rango del ejército en Bolivia o Venezuela pondrán nerviosos a muchos militares de derecha en países como Chile, o Colombia, lo que podría llevarlos a declarar a sus propias fuerzas militares como "anti socialistas". Eso también crearía un clima favorable para los golpes militares.

¿Qué habría que hacer? Existen varios compromisos regionales para la defensa colectiva de la democracia que requieren específicamente que los ejércitos de cada país respeten el estado de derecho, y los resultados de las urnas. Entre otros, la Declaración de Quebec de la Cumbre de las Américas de 2001, firmada por 34 jefes de Estado, declara que la subordinación de las fuerzas armadas a las autoridades civiles elegidas democráticamente y el respeto por el estado de derecho son elementos fundamentales de la democracia.

Cuando le pregunte al Secretario General de la Organización de los Estados Americanos, José Miguel Insulza, en una entrevista la semana pasada si la OEA hará algo respecto de esta nueva tendencia, me dijo que él no puede hacer gran cosa "fuera de manifestar su preocupación personal" si los países miembros no plantean el tema oficialmente. Hasta el momento, ningún país lo ha hecho.

Mi opinión: coincido con Vivanco y otros activistas por los derechos humanos en que las recientes declaraciones de los comandantes militares de Bolivia y Venezuela sientan un terrible precedente. Si el resto de la región no denuncia esas declaraciones, se desatará una reacción en cadena que tarde o temprano regresará a Latinoamérica a los negros días de los regímenes militares. Pero desafortunadamente, todo el mundo está haciendo la vista gorda.