Juan Pablo Becerra-Acosta
jpbecerracostam@prodigy.net.mx
Doble Fondo
Milenio
La historia, política-ficción verdadera —diría el clásico—, es más o menos así hasta ahora…
Ya verás las encuestas esta semana: tengo arriba de 50 por ciento de la intención del voto. Si hoy fueran las elecciones, arraso. Al que se me ubique en el segundo lugar le saco más de 30 puntos. Mínimo 20, en mediciones hechas por esos que no nos quieren. Hombre. ¿Cómo puede haber alguien que no nos quiera? Digo. No es por lo guapo. Toy guapo, ¿no? ¿O las viejas tras vallas se me avientan a besos nomás porque sí? Digo. Pero no es por eso. Ni por el peinado. No se han dado cuenta de dónde saqué el look, ¿eh? ¿Tú sabes? Viene de los Kennedy. Hace años, antes que fuera góber, los de imagen me presentaron estudios de que el copete de lado, así, levantadito pa atrás, es irresistible. Pulcro. Soy Kennedy. Digo. Gossip Girl saca a un joven político peinadito igual que yo. ¡Vaya que lo quiere la cámara! Como a nosotros. Kennedy. Sí ayuda, pero no es por eso, ¿eh? Tampoco porque ya estoy casado y tengo familia de guión. Digo, los adoro a los niños y a ella, pero nos quedó de guión, ¿no? Pero no es eso, ca. Money, my friend, money! Digo, hemos hecho un chingo de obras; cumplimos los 600 compromisos; y hablamos como estadista, ¿no?, pero… it’s the money!, mi rey. Digo. Dinero es imagen, imagen es percepción, percepción repetida… ¡es realidad! ¡Ya soy Presidente y todavía no se vota! ¿Te fijas? ¡Ta cabrón, ¿no?! Digo… ¿Cuánta lana?... Ahí está, en las cuentas públicas. De imagen —le decimos “comunicación pública”—, en 2006 presupuestamos $133.3 millones de pesos y nos gastamos $204.5. Nos pasamos. No pasó nada. Los maiceamos. En 2007 pedí al Congreso $142.6 millones y le bajé, sólo usamos $115.2. En 2008 pedí $143.3 y nos quemamos $151.1, pa que los sospechosistas no dijeran que andábamos haciendo cochinito, ¿eh? En 2009 pedimos $177.5 y nos echamos poquito menos, $168.7. Digo, pa ajustar, ¿no? Este año van a ser $172.3, y sí, los ejercemos todos. ¿El 2011? ¡Obvio!: nos vamos a gastar más que nunca: $178.8 millonzotes de pesotes, ca. Mínimo, ¿no? ¿Cómo hace el bistec en el sartén? Ssssss… Jajajaja. ¿Ya le sumaste? ¡Agüe! Van a ser $990.6 millones de pesos de imagen en mi sexenio. O sea, ¡tengo mil millones de varos… voy a ser Presidente! Digo. Imagínate, si no, qué tarúpidos seríamos... Así es mi buen, óyeme: me llamo Enrique Peña Nieto, y ya soy Presidente de la República. ¡Ssssss! Digo…
No pocos —unos muy poderosos, otros no tanto— quieren convencer a los demás de que, inexorablemente, a uno año y medio de los comicios presidenciales, ya se votó. Así. Tal cual. ¿Alguien tiene algo qué decir? ¿Algo qué objetar? Pregunto…
diciembre 06, 2010
Si todos fuéramos como Isabel
Denise Maerker
Atando Cabos
El Universal
Este fin de semana, el único de los secuestradores y asesinos de Hugo Alberto Wallace que todavía estaba prófugo, Jacobo Tagle Dobin, fue detenido. Ahí, junto a las autoridades, estuvo durante horas Isabel Miranda de Wallace, con la misma energía y perseverancia con la que luchó durante cinco años para que el secuestro de su hijo no quedara impune. Y lo logró.
¡Si todos fuéramos como Isabel no habría un secuestrador libre en nuestras calles! Pero es mucho pedirnos, Isabel es una mujer excepcional. ¿Cuántos de nosotros frente a tal dolor y pérdida encontraríamos fuerzas para iniciar por nuestra cuenta una investigación criminal? Sin apoyo y teniendo en contra a las autoridades que por desidia o complicidad sólo complicaron el caso.
Cinco años en los que Isabel Miranda averiguó, interrogó e investigó, desde la mañana del 12 de julio del 2005 cuando su hijo no le respondió el teléfono como solía hacerlo. Así cuenta ella el inicio de la investigación que culminó este fin de semana: “Mi familia y yo estuvimos días y noches afuera del edificio donde secuestraron a mi hijo. Entrevistamos a los vecinos, comerciantes y vigilantes del lugar. Gracias a esto nos enteramos de que la mujer era bailarina de un grupo de música llamado Za-Za-Za, y pudimos averiguar el nombre de los dueños del inmueble donde estuvo secuestrado Hugo. Fingiendo estar interesados en contratar al grupo logramos que nos enviaran fotografías de todas su bailarinas. El chofer de Hugo reconoció a una de ellas, era Juana Hilda González Lomelí. Logramos localizar a su familia que vivía en Guadalajara, y después de meses de investigarlos encontramos el domicilio donde vivía. Al llegar la policía a este domicilio se identificó con una credencial de elector falsa. Ese día fue arrestada”. Así empezaron a caer todos los implicados.
Cinco años en los que no sólo investigó y entregó a la justicia a los secuestradores, sino que supervisó los juicios que se siguieron en su contra, y cuando las sentencias le parecieron inadecuadas las apeló. Cinco años en los que mientras seguía la investigación cabildeó infatigable hasta que los diputados y senadores aprobaron una ley antisecuestros.
Isabel no buscó simplemente venganza. Cuando ubicó a los secuestradores y asesinos de sus hijos, a pesar de todo, pese a la comprensible desconfianza que debe haber sentido frente a las instituciones, los entregó a la justicia. Los secuestradores de Hugo Alberto Wallace están en la cárcel porque fueron sentenciados por jueces. Por eso es un ejemplo. Hacer justicia por mano propia puede para algunos resultar más sencillo y sin duda más rápido, pero al hacerlo así nada cambia.
Isabel, en cambio, logró que la muerte de su hijo no quedara impune, que un grupo de secuestradores y asesinos ya no puedan hacerle daño a otras familias y empujó, junto con otros, provocando un cambio dentro de las instituciones que hacen que hoy las posibilidades de que se detenga a un secuestrador sean mucho mayores que cuando su hijo fue la víctima.
Gracias, Isabel.
Atando Cabos
El Universal

¡Si todos fuéramos como Isabel no habría un secuestrador libre en nuestras calles! Pero es mucho pedirnos, Isabel es una mujer excepcional. ¿Cuántos de nosotros frente a tal dolor y pérdida encontraríamos fuerzas para iniciar por nuestra cuenta una investigación criminal? Sin apoyo y teniendo en contra a las autoridades que por desidia o complicidad sólo complicaron el caso.
Cinco años en los que Isabel Miranda averiguó, interrogó e investigó, desde la mañana del 12 de julio del 2005 cuando su hijo no le respondió el teléfono como solía hacerlo. Así cuenta ella el inicio de la investigación que culminó este fin de semana: “Mi familia y yo estuvimos días y noches afuera del edificio donde secuestraron a mi hijo. Entrevistamos a los vecinos, comerciantes y vigilantes del lugar. Gracias a esto nos enteramos de que la mujer era bailarina de un grupo de música llamado Za-Za-Za, y pudimos averiguar el nombre de los dueños del inmueble donde estuvo secuestrado Hugo. Fingiendo estar interesados en contratar al grupo logramos que nos enviaran fotografías de todas su bailarinas. El chofer de Hugo reconoció a una de ellas, era Juana Hilda González Lomelí. Logramos localizar a su familia que vivía en Guadalajara, y después de meses de investigarlos encontramos el domicilio donde vivía. Al llegar la policía a este domicilio se identificó con una credencial de elector falsa. Ese día fue arrestada”. Así empezaron a caer todos los implicados.
Cinco años en los que no sólo investigó y entregó a la justicia a los secuestradores, sino que supervisó los juicios que se siguieron en su contra, y cuando las sentencias le parecieron inadecuadas las apeló. Cinco años en los que mientras seguía la investigación cabildeó infatigable hasta que los diputados y senadores aprobaron una ley antisecuestros.
Isabel no buscó simplemente venganza. Cuando ubicó a los secuestradores y asesinos de sus hijos, a pesar de todo, pese a la comprensible desconfianza que debe haber sentido frente a las instituciones, los entregó a la justicia. Los secuestradores de Hugo Alberto Wallace están en la cárcel porque fueron sentenciados por jueces. Por eso es un ejemplo. Hacer justicia por mano propia puede para algunos resultar más sencillo y sin duda más rápido, pero al hacerlo así nada cambia.
Isabel, en cambio, logró que la muerte de su hijo no quedara impune, que un grupo de secuestradores y asesinos ya no puedan hacerle daño a otras familias y empujó, junto con otros, provocando un cambio dentro de las instituciones que hacen que hoy las posibilidades de que se detenga a un secuestrador sean mucho mayores que cuando su hijo fue la víctima.
Gracias, Isabel.
Sobre el secreto
Jesús Silva-Herzog Márquez
Reforma
Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, y no Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, merece una película con guión de Aaron Sorkin. La vida del guerrillero de la transparencia tiene la intensidad dramática, la complejidad psicológica, el impacto planetario necesarios para hacer una cinta de acción y suspenso: un intenso thriller político. Assange ha puesto en jaque a la diplomacia del país más poderoso del mundo, convirtiéndose en uno de los hombres más buscados en el planeta. Ha dejado en cueros la gestión diplomática de Estados Unidos. WikiLeaks ha penetrado los secretos del Departamento de Estado. Hace unos meses la revista New Yorker publicó un fascinante retrato del personaje del año escrito por Raffi Khatchadourian. Assange nació en 1971 en la costa norte de Australia. Su infancia fue un constante movimiento. Al cumplir 14 años, Julian se había mudado 37 veces. Su madre, una militante del inconformismo, había quemado sus libros de la escuela a los 17 años escapando de su casa en una motocicleta. De ahí que Julian Assange nunca quedara inscrito en una escuela. Su madre no creía en la educación formal. Estaba convencida de que el salón de clase podría matar la curiosidad por aprender y, algo mucho peor: podría inculcarle un malsano respeto por la autoridad. Julian aprendió en su casa, tomando cursos por correspondencia, leyendo libros en las bibliotecas y hablando con profesores que se ganaban su respeto. La ciencia le atrajo desde muy niño. Su mente se fue amueblando de términos y palabras técnicas cuya ortografía conocía, pero que no sabía cómo pronunciar.
Pronto entró en contacto con las computadoras y aprendió a desarmar sus códigos. Formó entonces un grupo de hackers que se hacía llamar la Internacional Subversiva. Desde ahí pudo colarse, por primera vez, a los archivos del Departamento de Estado. Su grupo tenía, desde luego, un estatuto. No se trataba de vencer las murallas cibernéticas para atrofiar sus sistemas de cómputo sino para divulgar sus secretos: Tres reglas: no destrozar los sistemas a los que se accede; no alterar la información descubierta (excepto los rastros que puedan ayudar a rastrear al invasor) y compartir la información con todo el mundo. Hoy conocemos un cuarto de millón de documentos del Departamento de Estado desenterrados por las células de WikiLeaks. "El sueño del historiador. La pesadilla del diplomático", sintetizaba Timothy Garton Ash.
La revelación es uno de los golpes más duros que ha recibido la diplomacia norteamericana. El daño a la política exterior proviene, más del contenido de las revelaciones, de la vulnerabilidad que exhibe. Una diminuta organización internacional fue capaz de romper la capa de secreto que celosamente protegía el gobierno de Estados Unidos en tiempos de guerra. Assange ha mostrado mejor que nadie que el poder radica en el secreto. No es extraño que la lucha contra los abusos sea una lucha contra el secreto. La corrupción busca la oscuridad, la arbitrariedad se esconde, la corrupción crece entre las sombras. Pero el secreto es también la base de cualquier comunicación, el refugio de la confianza. Lo dijo bien Georg Simmel cuando habló del secreto como una de las grandes conquistas de la humanidad. El secreto, escribió el sociólogo alemán, amplía nuestra vida: nos ofrece un segundo mundo donde puede desarrollarse una existencia que no podría desenvolverse en plena publicidad. ¿Duda alguien que, en la vida pública tanto como en la vida privada necesitamos honrar ciertos secretos?
El totalitarismo es el régimen que cancela el secreto privado: toda relación personal tiene significado político, toda conversación humana incumbe al Poder. La ausencia absoluta de secretos en el ámbito público no equivale a la democracia perfecta sino a la anarquía. La utopía de la transparencia es la utopía del anarquista. Imaginar un régimen político en donde todo sea discutido en público, en donde todas las negociaciones se celebren al sol es una fantasía. La democracia requiere amplios ámbitos de publicidad pero no puede desprenderse de cierta secrecía. En materia internacional, tiene sentido el resguardo del secreto diplomático. Sólo bajo ese manto pueden construirse relaciones de confianza entre países y pueden allegarse los tomadores de decisión de información valiosa. Las revelaciones de WikiLeaks por ello tienen un efecto más ambiguo del que registran sus entusiastas. Es cierto que el público que puede leer estas comunicaciones tiene elementos para evaluar la conducción de la política exterior de Estados Unidos y cuenta con fuentes de primera mano para conocer la marcha de la política en el mundo. Pero los triunfos de la transparencia no son siempre triunfos del interés público.
WikiLeaks mostró la vulnerabilidad de la tecnología de la comunicación diplomática mundial. No enterrará el secreto en el mundo de la diplomacia.
Reforma

Pronto entró en contacto con las computadoras y aprendió a desarmar sus códigos. Formó entonces un grupo de hackers que se hacía llamar la Internacional Subversiva. Desde ahí pudo colarse, por primera vez, a los archivos del Departamento de Estado. Su grupo tenía, desde luego, un estatuto. No se trataba de vencer las murallas cibernéticas para atrofiar sus sistemas de cómputo sino para divulgar sus secretos: Tres reglas: no destrozar los sistemas a los que se accede; no alterar la información descubierta (excepto los rastros que puedan ayudar a rastrear al invasor) y compartir la información con todo el mundo. Hoy conocemos un cuarto de millón de documentos del Departamento de Estado desenterrados por las células de WikiLeaks. "El sueño del historiador. La pesadilla del diplomático", sintetizaba Timothy Garton Ash.
La revelación es uno de los golpes más duros que ha recibido la diplomacia norteamericana. El daño a la política exterior proviene, más del contenido de las revelaciones, de la vulnerabilidad que exhibe. Una diminuta organización internacional fue capaz de romper la capa de secreto que celosamente protegía el gobierno de Estados Unidos en tiempos de guerra. Assange ha mostrado mejor que nadie que el poder radica en el secreto. No es extraño que la lucha contra los abusos sea una lucha contra el secreto. La corrupción busca la oscuridad, la arbitrariedad se esconde, la corrupción crece entre las sombras. Pero el secreto es también la base de cualquier comunicación, el refugio de la confianza. Lo dijo bien Georg Simmel cuando habló del secreto como una de las grandes conquistas de la humanidad. El secreto, escribió el sociólogo alemán, amplía nuestra vida: nos ofrece un segundo mundo donde puede desarrollarse una existencia que no podría desenvolverse en plena publicidad. ¿Duda alguien que, en la vida pública tanto como en la vida privada necesitamos honrar ciertos secretos?
El totalitarismo es el régimen que cancela el secreto privado: toda relación personal tiene significado político, toda conversación humana incumbe al Poder. La ausencia absoluta de secretos en el ámbito público no equivale a la democracia perfecta sino a la anarquía. La utopía de la transparencia es la utopía del anarquista. Imaginar un régimen político en donde todo sea discutido en público, en donde todas las negociaciones se celebren al sol es una fantasía. La democracia requiere amplios ámbitos de publicidad pero no puede desprenderse de cierta secrecía. En materia internacional, tiene sentido el resguardo del secreto diplomático. Sólo bajo ese manto pueden construirse relaciones de confianza entre países y pueden allegarse los tomadores de decisión de información valiosa. Las revelaciones de WikiLeaks por ello tienen un efecto más ambiguo del que registran sus entusiastas. Es cierto que el público que puede leer estas comunicaciones tiene elementos para evaluar la conducción de la política exterior de Estados Unidos y cuenta con fuentes de primera mano para conocer la marcha de la política en el mundo. Pero los triunfos de la transparencia no son siempre triunfos del interés público.
WikiLeaks mostró la vulnerabilidad de la tecnología de la comunicación diplomática mundial. No enterrará el secreto en el mundo de la diplomacia.
Robinson Crusoe sin Viernes
Jorge Fernández Menéndez (@jorgeimagen)
Razones
Excélsior
No creo que la llegada de Madero cambie demasiado las perspectivas de Vázquez Mota o de Javier Lozano, aunque sí afecta a Creel.
Creo que el presidente Calderón engañó con la verdad en el reciente Consejo Nacional del PAN. Desde un primer momento se dijo que Gustavo Madero, líder de Acción Nacional en el Senado, era el candidato preferido del principal habitante de Los Pinos. Pero después apareció Roberto Gil y se afirmó, en esos mismos ámbitos, que lo que sucedía era que Roberto entraba a la disputa ante un Madero que no levantaba suficiente entusiasmo. Lo cierto era que contra Madero ya se habían registrado otros tres contendientes y existía el peligro real de que el senador no pudiera sobrellevar la elección si se polarizaba en torno suyo. Entonces la candidatura de Roberto Gil concentró esa polarización y liberó los espacios de Madero. En el futbol, al que es tan aficionado el Presidente, a ese movimiento se le llama jalar la marca.
No sé si todos esos movimientos fueron conscientes. Es muy acertado lo que escribió Ivonne Melgar, en el sentido de que, independientemente de ellos, el que los votos de los consejeros calderonistas se hayan dividido entre Madero y Gil sirvió para ver qué tanto peso tienen las distintas corrientes dentro del equipo presidencial, cómo están dispuestos a trabajar los consejeros y su equipo con los futuros precandidatos y cómo están alineados éstos.
Las dos cosas se dieron en forma simultánea y la elección terminó siendo mucho más tersa de lo que se pensaba. Pero hay algunas lecciones importantes: primero, al calderonismo sí se le dividió. La diferencia entre Madero y Gil fue de un puñado de votos y sólo la explícita alianza que hicieron los otros candidatos (Ramírez Acuña, Romero y Díaz) con Madero llevó a una temprana deserción de Gil. Habrá que ver, ahora, cómo se procesa esa división interna que se reflejó (en realidad se venía reflejando desde mucho tiempo atrás) en el equipo de Los Pinos, mas también en otros ámbitos.
En relación con ello, también la elección de Madero implica un espaldarazo más a Ernesto Cordero (aunque otros aspirantes tampoco lo veían mal, pero Cordero era la principal carta del senador) como precandidato presidencial, en detrimento de Alonso Lujambio, por lo menos entre los declarados calderonistas. No creo que la llegada de Madero cambie demasiado las perspectivas de Josefina Vázquez Mota o de Javier Lozano, aunque definitivamente afecta a Santiago Creel. Lo que sí parece ser cierto es que después de esta elección deberá haber un realineamiento entre el calderonismo, que volvió a mostrar fisuras.
Ahora bien, que Madero, sea o no, y todo indica que lo es, el candidato del presidente Calderón, no debería implicar nada. Hace seis años, incluso ya con precandidatos a la Presidencia abiertos, Manuel Espino, con el apoyo del entonces presidente Fox y con la encomienda de respaldar a Creel, ganó el liderazgo del partido a un Carlos Medina Plascencia que tenía todo para vencer, pero no pudo sacar adelante a su candidato, pues en la lucha interna Calderón derrotó a Creel. Este fin de semana, en parte lejana consecuencia de aquellas disputas, Espino no pudo participar en el Consejo Nacional porque ha sido prácticamente expulsado del PAN.
Pero también hay otra vertiente que manejará Madero: el tema de las alianzas. Tanto él como Gil se declararon abiertamente a favor de las alianzas, un asunto que cada vez comienza a verse menos utópico de cara, no sólo a las elecciones del Estado de México (y las restantes en 2011), sino también para las federales de 2012. Puede ser que el presidente Calderón otra vez esté engañando con la verdad, pero es ya muy evidente que no le ha cerrado la puerta a esa opción, cada día habla con más libertad de ella y realiza acciones que se pueden mover en ese sentido, como la premiación a Juan Ramón de la Fuente.
Que esa realidad se amplía y puede darnos muchas sorpresas se demostró con el ataque de López Obrador a Marcelo Ebrard, al acusarlo de dejarse tentar para ser el candidato de “la mafia”. No sé si Marcelo puede alcanzar ese estatus (algo nada descabellado), aunque el hecho es que su antecesor se debe estar sintiendo cada día más solo. Algo así como un Robinson Crusoe sin Viernes.
Para concluir: el panismo haría muy mal en no cobijar a Roberto Gil. Es, sin duda, uno de los políticos jóvenes con más futuro en ese partido y en el panorama político nacional. Y, en el PAN, de ésos no sobran. Esas heridas no deberían haberse abierto nunca.
Razones
Excélsior
No creo que la llegada de Madero cambie demasiado las perspectivas de Vázquez Mota o de Javier Lozano, aunque sí afecta a Creel.

No sé si todos esos movimientos fueron conscientes. Es muy acertado lo que escribió Ivonne Melgar, en el sentido de que, independientemente de ellos, el que los votos de los consejeros calderonistas se hayan dividido entre Madero y Gil sirvió para ver qué tanto peso tienen las distintas corrientes dentro del equipo presidencial, cómo están dispuestos a trabajar los consejeros y su equipo con los futuros precandidatos y cómo están alineados éstos.
Las dos cosas se dieron en forma simultánea y la elección terminó siendo mucho más tersa de lo que se pensaba. Pero hay algunas lecciones importantes: primero, al calderonismo sí se le dividió. La diferencia entre Madero y Gil fue de un puñado de votos y sólo la explícita alianza que hicieron los otros candidatos (Ramírez Acuña, Romero y Díaz) con Madero llevó a una temprana deserción de Gil. Habrá que ver, ahora, cómo se procesa esa división interna que se reflejó (en realidad se venía reflejando desde mucho tiempo atrás) en el equipo de Los Pinos, mas también en otros ámbitos.
En relación con ello, también la elección de Madero implica un espaldarazo más a Ernesto Cordero (aunque otros aspirantes tampoco lo veían mal, pero Cordero era la principal carta del senador) como precandidato presidencial, en detrimento de Alonso Lujambio, por lo menos entre los declarados calderonistas. No creo que la llegada de Madero cambie demasiado las perspectivas de Josefina Vázquez Mota o de Javier Lozano, aunque definitivamente afecta a Santiago Creel. Lo que sí parece ser cierto es que después de esta elección deberá haber un realineamiento entre el calderonismo, que volvió a mostrar fisuras.
Ahora bien, que Madero, sea o no, y todo indica que lo es, el candidato del presidente Calderón, no debería implicar nada. Hace seis años, incluso ya con precandidatos a la Presidencia abiertos, Manuel Espino, con el apoyo del entonces presidente Fox y con la encomienda de respaldar a Creel, ganó el liderazgo del partido a un Carlos Medina Plascencia que tenía todo para vencer, pero no pudo sacar adelante a su candidato, pues en la lucha interna Calderón derrotó a Creel. Este fin de semana, en parte lejana consecuencia de aquellas disputas, Espino no pudo participar en el Consejo Nacional porque ha sido prácticamente expulsado del PAN.
Pero también hay otra vertiente que manejará Madero: el tema de las alianzas. Tanto él como Gil se declararon abiertamente a favor de las alianzas, un asunto que cada vez comienza a verse menos utópico de cara, no sólo a las elecciones del Estado de México (y las restantes en 2011), sino también para las federales de 2012. Puede ser que el presidente Calderón otra vez esté engañando con la verdad, pero es ya muy evidente que no le ha cerrado la puerta a esa opción, cada día habla con más libertad de ella y realiza acciones que se pueden mover en ese sentido, como la premiación a Juan Ramón de la Fuente.
Que esa realidad se amplía y puede darnos muchas sorpresas se demostró con el ataque de López Obrador a Marcelo Ebrard, al acusarlo de dejarse tentar para ser el candidato de “la mafia”. No sé si Marcelo puede alcanzar ese estatus (algo nada descabellado), aunque el hecho es que su antecesor se debe estar sintiendo cada día más solo. Algo así como un Robinson Crusoe sin Viernes.
Para concluir: el panismo haría muy mal en no cobijar a Roberto Gil. Es, sin duda, uno de los políticos jóvenes con más futuro en ese partido y en el panorama político nacional. Y, en el PAN, de ésos no sobran. Esas heridas no deberían haberse abierto nunca.
Cicatrices imposibles de borrar
Luis González de Alba
La Calle
Milenio
Nos alerta el Presidente de la República contra el posible retorno del PRI: “México no se merece quedar varado a la mitad del camino democrático que hemos emprendido y mucho menos la tragedia de regresar a lo antiguo, a lo autoritario, a lo irresponsable. Y no se lo merece, porque ello significa pobreza, significa corrupción, significa negación o simulación de la libertad y del derecho.” Olvida que ese PRI, tan detalladamente descrito, ya no está en el PRI: se fue todo completo al PRD.
Aquel PRI que negoció con el PAN la apertura de fronteras, el TLC que nos mantuvo a flote en la última crisis mundial y nos ha permitido, por primera vez en nuestra bicentenaria existencia, venderle a EU más de lo que le compramos, tener una balanza comercial favorable en miles de millones de dólares es el partido que el Presidente hace enemigo, para ir a una alianza monstruosa con los enemigos del TLC y de los acuerdos con el PAN, acuerdos que, olvida el presidente Calderón, nos dieron un IFE independiente y un Tribunal Electoral que no se doblegó ante quienes exigían anular las elecciones que le dieron a él la Presidencia.
Hace enemigos a quienes, en alianza con el PAN, otorgaron posesión de sus tierras a los ejidatarios y presentaron un proyecto para imprimir dinamismo a Pemex. En cambio, busca acuerdos con quienes añoran el pasado presidencialista y corporativo, alianzas con el PRI del antepasado, que no es otro sino el actual PRD. Hagamos memoria sencilla y comprobable: los miembros del PRI que consideraron erróneas las reformas promovidas por el presidente De la Madrid, son los que abandonaron ese partido, encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo. Protestaban así por el abandono del nacionalismo emanado de la Revolución y que fue pilar del régimen que la izquierda deseaba destruir: corporativo, corrupto, clientelar, autoritario.
Se les unieron después los genios del trapecio, el más notable de todos López Obrador, presidente del PRI-Tabasco.
En el PRD están hoy los priistas que aplaudieron entusiastas una burocracia cuadruplicada por el echeverriato y una elevación de la deuda externa de 4 mil millones, cifra muy manejable para el tamaño de nuestra economía, a 20 mil millones que, al siguiente sexenio, el de López Portillo (“fui el último presidente de la Revolución”) saltaron a 77 mil millones de dólares. De 4 mil a 77 mil en doce años, la “docena trágica”… Ninguna economía resiste y la mexicana tampoco: tuvimos inflación galopante y devaluación en picada. El peso de a 12.50 por dólar al salir Díaz Ordaz se fue a 3 mil pesos por dólar cuando De la Madrid recibió los despojos de la fiesta y el traslado de los despilfarros hacia el futuro (advertencia a los muy jóvenes: la actual cotización de unos 13 pesos oculta los tres ceros tumbados para hacer el nuevo peso, andaríamos en los 13 mil pesos para comprar un dólar).
La fiesta y el despilfarro habían tenido una finalidad política: recuperar a cualquier precio la legitimidad perdida en 1968. Y casi lo consiguen: ¿quién sigue enojado luego de que papá gobierno le sube la mesada de mil a 20 mil pesos? Porque de ese orden fue el aumento en el gasto público, casi 20 veces más. ¿Y salió de dónde? Muy sencillo, de acumular deuda, lo cual significa comprar a plazos para que paguen las siguientes generaciones. Fueron estas generaciones jóvenes las que durante la crisis de 1982 vieron convertirse en polvo sus ahorros y salarios. Los milagrosos incrementos a sueldos gozosamente escanciados por Echeverría con su varita mágica de fabricar pesos, al sonar de campanadas se convirtieron en calabaza.
Imitando al colega Cortés Camarillo, la canción adecuada es “Se te olvida… que llevamos en el alma cicatrices imposibles de borrar…”
En la ceremonia donde anunció la promulgación de la ley antisecuestro, el presidente Calderón reiteró su postura: con la delincuencia no se negocia. Afirmó que “la falta de acción, la irresponsabilidad y la pasividad convirtieron a la delincuencia en el desafío más grande que enfrentamos los mexicanos”.
Una vez más refutó a quienes afirman que lo mejor hubiera sido no meterse con los delincuentes. “Por el contrario, estimo que ése ha sido precisamente el error, que proviene de la inacción, de la facilidad y en ciertos casos de la complicidad”.
Error cometido también por el primer presidente panista. En muchos casos las autoridades corrompidas por el milmillonario tráfico ni siquiera participan de forma activa, no hacen sino mirar para otro lado. Y con eso basta.
La Calle
Milenio

Aquel PRI que negoció con el PAN la apertura de fronteras, el TLC que nos mantuvo a flote en la última crisis mundial y nos ha permitido, por primera vez en nuestra bicentenaria existencia, venderle a EU más de lo que le compramos, tener una balanza comercial favorable en miles de millones de dólares es el partido que el Presidente hace enemigo, para ir a una alianza monstruosa con los enemigos del TLC y de los acuerdos con el PAN, acuerdos que, olvida el presidente Calderón, nos dieron un IFE independiente y un Tribunal Electoral que no se doblegó ante quienes exigían anular las elecciones que le dieron a él la Presidencia.
Hace enemigos a quienes, en alianza con el PAN, otorgaron posesión de sus tierras a los ejidatarios y presentaron un proyecto para imprimir dinamismo a Pemex. En cambio, busca acuerdos con quienes añoran el pasado presidencialista y corporativo, alianzas con el PRI del antepasado, que no es otro sino el actual PRD. Hagamos memoria sencilla y comprobable: los miembros del PRI que consideraron erróneas las reformas promovidas por el presidente De la Madrid, son los que abandonaron ese partido, encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo. Protestaban así por el abandono del nacionalismo emanado de la Revolución y que fue pilar del régimen que la izquierda deseaba destruir: corporativo, corrupto, clientelar, autoritario.
Se les unieron después los genios del trapecio, el más notable de todos López Obrador, presidente del PRI-Tabasco.
En el PRD están hoy los priistas que aplaudieron entusiastas una burocracia cuadruplicada por el echeverriato y una elevación de la deuda externa de 4 mil millones, cifra muy manejable para el tamaño de nuestra economía, a 20 mil millones que, al siguiente sexenio, el de López Portillo (“fui el último presidente de la Revolución”) saltaron a 77 mil millones de dólares. De 4 mil a 77 mil en doce años, la “docena trágica”… Ninguna economía resiste y la mexicana tampoco: tuvimos inflación galopante y devaluación en picada. El peso de a 12.50 por dólar al salir Díaz Ordaz se fue a 3 mil pesos por dólar cuando De la Madrid recibió los despojos de la fiesta y el traslado de los despilfarros hacia el futuro (advertencia a los muy jóvenes: la actual cotización de unos 13 pesos oculta los tres ceros tumbados para hacer el nuevo peso, andaríamos en los 13 mil pesos para comprar un dólar).
La fiesta y el despilfarro habían tenido una finalidad política: recuperar a cualquier precio la legitimidad perdida en 1968. Y casi lo consiguen: ¿quién sigue enojado luego de que papá gobierno le sube la mesada de mil a 20 mil pesos? Porque de ese orden fue el aumento en el gasto público, casi 20 veces más. ¿Y salió de dónde? Muy sencillo, de acumular deuda, lo cual significa comprar a plazos para que paguen las siguientes generaciones. Fueron estas generaciones jóvenes las que durante la crisis de 1982 vieron convertirse en polvo sus ahorros y salarios. Los milagrosos incrementos a sueldos gozosamente escanciados por Echeverría con su varita mágica de fabricar pesos, al sonar de campanadas se convirtieron en calabaza.
Imitando al colega Cortés Camarillo, la canción adecuada es “Se te olvida… que llevamos en el alma cicatrices imposibles de borrar…”
En la ceremonia donde anunció la promulgación de la ley antisecuestro, el presidente Calderón reiteró su postura: con la delincuencia no se negocia. Afirmó que “la falta de acción, la irresponsabilidad y la pasividad convirtieron a la delincuencia en el desafío más grande que enfrentamos los mexicanos”.
Una vez más refutó a quienes afirman que lo mejor hubiera sido no meterse con los delincuentes. “Por el contrario, estimo que ése ha sido precisamente el error, que proviene de la inacción, de la facilidad y en ciertos casos de la complicidad”.
Error cometido también por el primer presidente panista. En muchos casos las autoridades corrompidas por el milmillonario tráfico ni siquiera participan de forma activa, no hacen sino mirar para otro lado. Y con eso basta.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)