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RUTA 66
Reforma

El festín de secretos, como acertadamente lo ha llamado Garton Ash, no tiene precedentes y ofrece una mirada amplia, en algunas casos profunda y panóptica, sobre cómo ejerce el poder el país americano en las cuatro esquinas del planeta. La novedad, para algunos, parece venir de lo que revelan los cables sobre la forma en la que lo hace. Nada de qué sorprenderse allí. ¿Alguien pensaba que la enorme influencia estadounidense se manifestaba a través de sutiles insinuaciones y tersas caricias?
Para lo que sí han servido las filtraciones es para conocer con bastante más detalle el tipo de información que los escalafones más bajos de la diplomacia estadounidense son capaces de producir -un tema que ha escapado a muchos medios que cubren el asunto es que ninguno de los cables filtrados pertenece a agencia de inteligencia alguna-. La sorpresa allí es que la información es de buena calidad -en algunos casos, incluso, sorprendentemente sofisticada- y sobre una variedad tan amplia de temas que sobre todo es indicativa de la influencia que sigue teniendo el país en tantos ámbitos y regiones del mundo.
El diario El País ha hecho un estupendo trabajo procesando y analizando las diferentes formas en las que la Embajada estadounidense en Madrid tiene un pulso firme sobre España. De un diagnóstico certero de sus principales figuras políticas a la forma en la que la propia embajada ha participado del debate sobre el cierre de páginas web que contienen contenidos ilegales (un debate espinoso que ha enfrentado al Gobierno de Zapatero con diversos sectores).
Hace lo mismo con el torrente de información que se ha dado a conocer sobre América Latina y el montón de complicidades mórbidas que la aquejan. Sobre las interpretaciones de consumo interno del Departamento de Estado y sobre los huecos del rompecabezas que la información recién revelada llenan. Un trabajo, por cierto, que ningún diario del continente americano está haciendo de manera seria.
Lo que nos lleva al segundo punto: el ensañamiento con la organización que reveló la información: por parte del Gobierno de Estados Unidos, algunos poderes fácticos (Amazon, Visa, MasterCard, et al.) y los propios medios de comunicación.
Mucho más preocupante que la información dada a conocer en las filtraciones es la reacción del Gobierno y algunos políticos en Estados Unidos. No me refiero específicamente a la Administración Obama -atrapada entre la espada y la pared-. Pero sí a miembros del Congreso y amplios sectores del Partido Republicano que han pedido de manera explícita y en público la ejecución de Julian Assange (sí, ejecución, como en pena capital). O, que un senador como Joe Liberman utilice el poder del Congreso para presionar de manera directa e intimidatoria para que Amazon.com elimine de sus servidores la página de WikiLeaks, me parece una mayor infamia que lo que he leído hasta ahora en las notas diplomáticas.
Estas posiciones debilitan más a Estados Unidos que cualquiera de los 250 mil cables revelados. Debilitan su imagen en el mundo, su asertividad moral en una amplia variedad de temas y, sobre todo, su posición como adalid de la libertad de expresión y prensa libre. Con ello, cuidado, no pretendo decir que Estados Unidos ya no la tenga; la tiene: poner en tela de juicio a la totalidad del sistema democrático y más de 200 años de historia, es poco serio y reduccionista. Pero si la descuida, la puede perder.
En fin, un debate que dará para mucho y que demuestra empíricamente cómo las tecnologías de la información están transformando a la santísima trinidad -la de la democracia, por supuesto-: Gobierno, medios de comunicación y ciudadanía. Fascinante ver cómo unos están usurpando el poder de otros.