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Excélsior
Mientras la Cámara de Diputados y la de Senadores se encuentran paralizadas por la incapacidad parlamentaria, nuestros representantes populares cobran mensualmente por no hacer nada o poco, en tanto que el salario mínimo nacional se eleva absurdamente a mil 800 pesos.

No nos merecemos la existencia de 60% de mexicanos instalados en la informalidad cuando una inmensa mayoría de estas personas perciben ingresos que deberían estar gravados por la ley. No nos merecemos que una minoría mantengamos con nuestros impuestos pagados a una mayoría que no contribuye al financiamiento del gasto público pero que, sin embargo, sí disfruta de los servicios a título gratuito por los que algunos pagamos. No nos merecemos el estado prerrevolucionario que vive el país porque en el sexenio pasado se destruyeron los archivos de inteligencia nacional y los diferentes gobiernos no han logrado integrar una fuerza policiaca federal para impedir que el Ejército lleve a cabo funciones que, desde luego, no le corresponden por la incompetencia de la autoridad. No nos merecemos salir a la calle con el peligro de que estallen bombas en nuestro entorno, nos secuestren, nos maten a fuego cruzado en los combates callejeros para atrapar a delincuentes o nos encontremos con cadáveres en el piso, cabezas en los bares o atentados cometidos en centros nocturnos en donde la juventud se divierte. No nos merecemos ocupar el último lugar en los países de la OCDE en materia educativa ni que nuestros maestros lean un libro al año ni que 88% de los estudiantes que hicieron su examen de admisión para ingresar en la UNAM lo hayan reprobado con un promedio de 3.5. No nos merecemos el futuro que nos espera con una juventud semianalfabeta que muy pronto tomará las riendas del país. No nos merecemos que España perciba 70 mil millones de dólares al año por ingresos turísticos, mientras que México percibe tan sólo 12 mil, en la inteligencia de que contamos con mejores playas con un patrimonio precolombino y otro colonial verdaderamente deslumbrantes, además de nuestras cocinas como la yucateca, la poblana o la veracruzana, sin olvidar nuestro folclor, nuestra música y la calidez del trato que caracteriza a los mexicanos. No nos merecemos que un sindicato de electricistas haya recibido indebidamente la toma de nota proveniente de una votación irregular como las que practicaba el PRI en sus buenos tiempos. Menos nos merecemos que los líderes de sindicatos de electricistas ahora cuenten con enormes recursos para financiar revueltas en calles, plazas y avenidas de la Ciudad de México y que ahora se ha convertido en un poderoso enemigo de cara al 2012. No nos merecemos que la señora Gordillo ate y desate no solamente en el estado de Puebla, sino también en otras entidades federativas así como en la Secretaría de Educación a la que también tiene secuestrada desde hace más de una década, mientras integramos un país de reprobados. No nos merecemos que el gobierno mexicano no garantice ni nuestra integridad física ni la patrimonial, en tanto los mexicanos continuamos pagando impuestos que supuestamente deberían estar destinados, entre otros objetivos, a preservar el orden público velando en todo caso por el bienestar de la nación. No nos merecemos pagar por un servicio que no recibimos.
¿Cada país se merece el gobierno que tiene? No, no nos lo merecemos, ¿pero qué hacemos para cambiar este ruinoso estado de cosas en tanto el país se nos deshace como papel mojado entre los dedos de la mano?
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