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Interludio
Milenio

Y la dicha señal no solamente fue enviada a los comunes mortales —gente de a pie sin mayores susceptibilidades como ustedes y yo, pacientísimos lectores—, sino que parece llevar dedicatoria e ir dirigida a esos diez presuntos aspirantes (hago las cuentas, por las noches, y no me salen pero tal es el número mágico que apunta el señor Madero, jefazo del Partido Acción Nacional, y todos suponemos que el hombre sabe de qué habla) que, hasta ahora, hubieran dado un paso al frente y estuvieran reclamando su derecho a ser tomados en cuenta para figurar como candidatos panistas a la suprema magistratura —como se dice en la jerga periodística y el lenguaje de los locutores oficiales— o, en otras palabras, a la jefatura del Gobierno y el Estado mexicano.
Todo esto es un tanto extraño. Primeramente, en el PAN, a diferencia de otros partidos, los postulantes no sólo suelen ir por libre sino que son finalmente elegidos (por cierto, éste es el participio pasado del verbo elegir y se llama electos a aquellos que ya han sido nombrados para un cargo mientras no toman posesión) desenvueltamente —es decir, sin dedazo— por los delegados y los miembros del partido. Luego entonces, no se entiende del todo el anuncio de Felipe Calderón por más que todos sepamos que es el primer panista de la nación. Segundamente, pareciera que ha celebrado, desde ya, un acuerdo con terceros. Y, terceramente, el presidente de México nos está agitando el espantajo de un tapado en el más tradicional sentido de la palabra. ¿Quién será? Ustedes dirán. Se aceptan apuestas…
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