Nudo Gordiano
Excélsior
Salinas aparece siempre como alguna vez algún intelectual tuvo a bien describirlo: “Un hombre siempre fugado hacia el futuro”

El ex Presidente. Y ayer nos sorprendimos con dos textos, uno en El Universal y otro en Reforma, ambos escritos por el —para muchos— villano favorito de la política nacional: Carlos Salinas de Gortari. En el primero, que es el que evocaremos aquí, Salinas analizaba lo sucedido en Egipto, la revuelta y la salida de su presidente. El poder de una revuelta ciudadana, los pros y contras, lo que le sigue o debería seguir a estos movimientos:
“La Revolución Ciudadana en el norte de África muestra que los pueblos están construyendo otra opción (...) Se trata de ir más allá de los ciudadanos que sólo votan o consumen. Nos muestra en los hechos que los ciudadanos exigen dejar de ser objetos del paternalismo estatal o del abuso mercantil, para convertirse en sujetos de las transformaciones de su destino (...) La calidad de ciudadano, de hecho, no se otorga: se gana a través de la participación diaria, organizada y autónoma. No se es ciudadano para poder participar sino que es preciso participar para alcanzar la ciudadanía.”
No deja de ser curioso que, justamente, esa es la tesis del nuevo libro del ex presidente Salinas. Para desconcierto de sus detractores, Salinas aparece siempre como alguna vez un intelectual (no recuerdo ahora quién) tuvo a bien describirlo: “Un hombre siempre fugado hacia el futuro”. Curioso el mensaje, dado el momento de polarización y desesperación de muchos por creer de nuevo en el sistema democrático, no sólo en el país, sino en el mundo entero. Como en el nuestro, por ejemplo.
El arzobispo. Y el domingo, la misa que encabeza cada domingo Norberto Rivera fue interrumpida por un grupo de siete personas identificadas como miembros de La Casa de Dios, una organización evangélica a la que se le ocurrió que sería buena idea entrar a un recinto católico para hacer bulla, porque, en realidad, no existe justificación alguna para irrumpir bajo pretexto de un desacuerdo. Lo dijo así Marcelo Ebrard, a pesar de sus constantes y nada leves diferencias con la Iglesia católica. Lo cierto es que lo del domingo es un clarísimo ejemplo de cuando no se respeta el derecho de culto y de expresión. El Dios que a cada uno le acomode, es la lección... aunque también ahí habría una para la Iglesia católica y su constante metida de narices en asuntos que no son competencia de su institución...
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