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La historia en breve
Milenio

Eugenio dejó de ser gobernador de Tamaulipas el 31 de diciembre. Creo que a estas alturas no tiene sentido repetir lo que se viene diciendo desde hace años sobre la entidad, referencia de lo que es un estado fallido. O redundar en los secuestros por orden alfabético en Tampico-Madero-Altamira, las extorsiones a todos, la leva de pasajeros en las carreteras, el salto geométrico de los asesinatos en 2010, los candidatos ejecutados, los aterrados alcaldes que despachaban desde Texas.
El estado fallido, en fin. El estado que Eugenio gobernó entre 2005 y 2010. Pero en medio de ese terror y desolación, Tamaulipas siguió siendo una reserva de voto priista. Ahí no se gobernaba, se ganaban elecciones.
En 2010, el priista Egidio Torre tuvo 680 mil votos, por 340 mil de su adversario panista, y el PRI se llevó 36 de los 43 municipios. En los comicios federales de 2009, el PRI tamaulipeco de Eugenio, en alianza con el Partido Verde, sumó 550 mil votos, por 310 mil del PAN. Sobra decir que se embolsaron los ocho distritos en disputa.
De ese balance, más que de la amistad con Moreira, supongo que viene el premio a Eugenio: un buen hombre que puede arrasar en las urnas aunque el estado se le caiga a pedazos.
El PRI de Peña Nieto-Moreira no necesita símbolos ni héroes: requiere operadores electorales. El mensaje que se da con Eugenio parece cínico, pero es claro: lo importante no es gobernar bien, sino saber ganar votos.
Porque para el PRI de Peña Nieto-Moreira, diría el clásico, ganar no es lo más importante: es lo único.
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