mayo 18, 2011

El virus de la cafetería

Martín Bonfil Olivera (@martinbonfil65)
mbonfil@unam.mx
La ciencia por gusto
lacienciaporgusto.blogspot.com
Milenio

A los biólogos les encanta clasificar. Y no es simple obsesión filatélica: la taxonomía —la clasificación de los organismos— permite contestar muchas de las preguntas más profundas sobre la vida.

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Evidentemente, el huevo, pues su origen se sitúa al menos desde los peces y anfibios, antecesores evolutivos de los reptiles y sus descendientes, las aves. En el árbol de la evolución, las ramas de estos grupos se sitúan más cerca del tronco principal que la de las aves, indicando que la reproducción ovípara es mucho más antigua que las gallinas.

Otra pregunta: ¿quién está más cerca de la raíz del árbol evolutivo (el origen de la vida): los virus, o las células que infectan, y cuya maquinaria reproductiva usan para propagarse? Puede parecer absurda la pregunta, pues los virus no pueden reproducirse sin células que invadir; pero su simplicidad —básicamente, genes de ácido nucleico dentro de una envoltura de proteínas— sugiere que pudieran haber surgido antes que las células o simultáneamente con ellas. Nuevamente, la taxonomía evolutiva ayuda a proporcionar respuestas.

Estudiando una clase de virus llamados “grandes virus nucleocitoplásmicos de ADN” (NCLDVs), se ha revivido la hipótesis de que el árbol de la vida, en lugar de tres grandes ramas, tiene cuatro.

Habíamos ya mencionado aquí al protozoario marino llamado Cafeteria roenbergensis, que es parasitado por un virus gigante de la familia de los NCLDVs (el más famoso de ellos es el gigantesco “mimivirus”, que parasita a una amiba acuática).

Pues bien: analizando su genoma, y comparando sus genes con los de otros virus gigantes, y con el resto del árbol de la vida, el virólogo Didier Raoult y sus colegas, del Centro Nacional de la Investigación Científica, en Francia, hallaron que la “familia de los mimivirus” parece representar una rama hasta hoy desconocida del árbol de la vida.

Quizá no hayan surgido independientemente, pero al menos por lo que respecta a estos virus gigantes, tomarlos como simples “parásitos” surgidos como una especie de degeneración evolutiva quizá sea una gran sobresimplificación. ¡Lo que se puede descubrir clasificando!

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