mayo 05, 2011

Elogio de la tortura

Juan Manuel Asai
jasaicamacho@yahoo.com
Códice
La Crónica de Hoy

Abbottabad.- El operativo que terminó con el asesinato de Osama Bin Laden no sólo dio lugar a un repunte sustantivo de la popularidad del presidente Barack Obama, que andaba de capa caída; también –quién lo diría– reposicionó a la tortura como método válido para conseguir información relevante. Y es que en la narrativa para difundir ante el mundo las hazañas del grupo de fuerzas especiales de la Marina estadunidense que llevó a cabo la misión tiene un lugar especial el hecho de que la punta de la madeja para descubrir que el jefe terrorista se ocultaba en la ciudad paquistaní de Abbottabad se obtuvo después de practicar la versión americana del pocito a docenas de presos en la cárcel de Guantánamo, en la base militar de EU en la isla de Cuba.

De modo que las técnicas brutales de interrogatorio que se pusieron en práctica durante la administración Bush han permitido que Obama se pare el cuello ante el mundo. La leyenda negra de Guantánamo dice que Khalid Sheikh Mohammed fue llevado hasta casi la asfixia ¡183 veces! antes de dar a sus interrogadores datos sobre la identidad de uno de los mensajeros de confianza de Bin Laden, que a la postre daría la pista del escondite en Pakistán. Qué dirán de todo esto los organismos ciudadanos de defensa de los derechos humanos que tienen su sede en Estados Unidos y que se la pasan pontificando por todo el mundo, cuando justo debajo de sus narices, en una base militar norteamericana, se organizó un operativo de tortura, que sólo puede calificarse de diabólico, para dar con el paradero de un demonio que andaba suelto. Lo único que falta es que los sádicos interrogadores de Guantánamo reciban un homenaje popular en la zona cero de Nueva York.

Ciudad Juárez.- Un jefe policiaco de El Paso, Texas, llamado Gomecindo López, confirmó durante una audiencia en el Capitolio lo que muchos habíamos denunciado: integrantes de bandas del crimen organizado que delinquen en México tienen una guarida segura en ciudades norteamericanas. Aquí matan, allá duermen. Aquí trafican, allá cobran. Aquí enlutan hogares, allá fomentan la economía. Aquí son enemigos públicos, allá ciudadanos ejemplares, que ni siquiera se pasan un semáforo en rojo. Lo anterior ayuda a responder una pregunta crucial para comprender el fondo del asunto de la crisis de seguridad que padecemos: ¿Por qué Ciudad Juárez es una de los sitios más peligrosos del mundo y El Paso, en Texas, a sólo unos metros de distancia, es una de las ciudades más seguras de Estados Unidos. ¿Por qué de este lado del río se cometen más de 3 mil asesinatos cada año y allá, en la ribera norte, sólo 5? Sí, leyó usted bien, no es una broma macabra, el número de asesinatos es de cinco cada año. Esto a pesar de que se trata de dos comunidades que comparten casi todo, excepto la violencia.

La situación es inadmisible. La percepción es que el mensaje de las autoridades norteamericanas a los criminales mexicanos es: mete toda la droga que puedas, pero no dispares; deposita en nuestros bancos las ganancias, pero los ajustes de cuentas lo haces en los callejones de Juárez, que para eso está, por eso es el patio trasero. Y es que los americanos quieren tener cocaína y seguridad al mismo tiempo, aunque esa fórmula tenga a los mexicanos chapoteando en un charco de sangre. Desde luego están preocupados, el propio Gomecindo dijo a los diputados que la violencia puede desbordarse y manchar las limpias calles de El Paso, por lo que pidió refuerzos y más presupuesto.

Si capos y sicarios atraviesan un día y otro también por los cruces fronterizos, ¡por qué diablos no los detienen? ¿Sirven para algo los agentes aduanales de aquí y de allá? ¿Todos están a sueldo de la mafia? Detrás de los dichos del comandante policiaco se erige una verdad que estremece: Los jefes de los cárteles mexicanos y sus principales lugartenientes tienen tarjetas de residentes en Estados Unidos. Cada tarjeta tiene imágenes y datos, información más que suficiente para detenerlos, para presentarlos ante la justicia, pero los dejan hacer y los dejan pasar. ¿Por qué?

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