Ramón Cota Meza
Milenio
El primer paso es hablar con la verdad, sin alusiones ni circunloquios, y recuperar la gentil llaneza, virtud española por excelencia.
La implosión económica parece haber encerrado a España en un callejón sin salida. Los políticos y los medios hablan de cualquier cosa, menos de cómo encarar la crisis. Los “acampados” muestran determinación y civilidad pero no proponen soluciones más allá de cambios políticos inciertos. El desalojo forzoso del campamento de Barcelona ayer podría degenerar en escalada represiva. Hay que debatir lo esencial:
Las causas de la crisis económica son las mismas que alimentaron el boom. Flujos abundantes de crédito externo barato erigieron un castillo de naipes que terminó derrumbándose sobre el valor de los activos reales. Prescindamos de las cifras. La crisis es típicamente de expansión incontrolada del crédito externo, pero su peculiaridad es que el gobierno carece de política monetaria para contrarrestarla.
La receta ortodoxa en casos así es devaluar la moneda para abaratar las exportaciones y reiniciar el crecimiento, pero España está impedida porque su moneda es la misma que la de sus acreedores. Por tanto, el ajuste recae directamente sobre salarios, prestaciones y gasto público. El gobierno está vendiendo hasta la lotería —la vajilla de la abuela— para obtener apenas 10 mil millones de dólares.
Los gobiernos europeos se ilusionaron tanto con el euro que ahora niegan la realidad. Tener una moneda común sin una hacienda común conduce a la inmovilidad en situaciones de crisis. Y una hacienda común tendería a borrar los gobiernos y las peculiaridades nacionales. Mientras los países en crisis no tengan autonomía monetaria para ajustarse, los rescates serán dinero a la basura.
El movimiento M-15 no ha presentado ideas económicas, salvo su oposición al recorte de pensiones. Por lo visto ignora dónde está parado. Ve algunos árboles españoles, no el bosque europeo. La estrechez de su perspectiva parece provenir de asociar el periodo de expansión económica a la integración europea, mientras que la crisis es atribuida a la partidocracia y los intereses creados de España.
Los partidos, los media y los intelectuales españoles necesitan una buena sacudida, pero el 15-M no se las está proporcionando porque comparte la misma ilusión. Al tomar la ruta de la integración europea, todas las fuerzas de España empezaron a bailar al mismo son. Por eso los políticos no se distinguen entre sí. Sin ideas propias, tienden al histrionismo parlamentario, al oropel y a la vida curra.
Otra consecuencia de la abundancia de crédito fue el crecimiento de los aparatos administrativos regionales. Hay enormes déficits acumulados que no han salido a la luz porque la información está protegida por leyes autonomistas. La duplicación y superposición de funciones crea costos inútiles, ineficiencia y simulación. Es probable que el ajuste económico tenga consecuencias en la organización política del país.
El 15-M ha mostrado fibra y responsabilidad, pero se está quedando corto de ideas. Por haber vivido en la burbuja, los jóvenes adultos tienden a confundir su ilusorio pasado inmediato con derechos sociales adquiridos. Se tardaron mucho en reaccionar porque vivían de pensiones y seguros de desempleo. Ahora que se las recortan se vuelven contra políticos y banqueros. No están tomando el toro por los cuernos.
No es remoto que el euro se derrumbe en la crisis de los países periféricos, pero no hay que verlo como desastre, sino como corrección de una desmesura. Si holandeses y franceses dijeron “no” a una constitución europea en 2005, es hora de preguntarse por el futuro de la moneda común. La integración continuará por dinámica propia, pero los países deben tener margen para sortear las crisis.
El primer paso es hablar con la verdad, sin alusiones ni circunloquios, y recuperar la gentil llaneza, virtud española por excelencia.
Mañana o pasado. En una hojeada al libro Mañana o pasado de Jorge G. Castañeda no encontré referencias a la “imitación extralógica” (adopción ciega de modelos extranjeros —Antonio Caso) ni al “ninguneo” (Octavio Paz), vicios morales atribuidos a los intelectuales locales por los escritores de lo mexicano. ¿Será?
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