mayo 31, 2011

Fatiga de materiales

Héctor Aguilar Camín
acamin@milenio.com
Día con día
Milenio

Hay un tedio que viene de la excesiva normalidad de la vida. Hay otro que viene de la repetición de las mismas anormalidades. El tedio que produce a veces la vida pública pertenece al segundo género.

Leer los periódicos mexicanos es recorrer el mismo menú esperpéntico casi todos los días: declaraciones altisonantes, violencias inimaginables, hechos vacíos a fuerza de repetirse con otros nombres, en otras circunstancias.

El mundo, el ancho y sorprendente mundo, está por lo común ausente, refugiado en páginas interiores que apenas lo son. Lo mismo la cultura, la invención científica, la variedad interminable de la vida cotidiana.

Nada de eso sirve de alivio o contrapeso a la silueta recurrente y recortada de la información nacional, llena y vacía toda ella del mismo México que aceptamos como noticia, sin buscar atrás, adelante o a los lados.

Es más o menos siempre el mismo México, más o menos siempre la misma noticia, más o menos siempre las mismas opiniones sobre las mismas noticias y el mismo México, o será el efecto de oír repetidas las mismas cosas, matices más o menos, en tantos medios, por escrito y por hablado, en el inmenso murmullo de la comentocracia, a la vez diversa y unánime.

En el fondo es imposible tener verdadera diversidad si se habla siempre sobre un mismo set de hechos invariables vueltos noticias: usos y costumbres alarmantes, palabras inauditas o equivocaciones inadmisibles de los políticos, lo mismo del gobierno que de la oposición, de los candidatos y los precandidatos, de los legisladores o los jueces, de los empresarios y los trabajadores, de los personajes de la sociedad civil o de la sociedad incivil, del México recurrente, altisonante, apenas capaz de separar la vista del sendero por donde camina mirándose los pies.

Así me ha ido estos días con la prensa del día y no quiero dejar de reportarlo declarándome hoy, lunes 30 de mayo, enfermo como los aviones de “fatiga de materiales”. Me he estrellado contra los periódicos, y en vez de insistir en leerlos me he puesto a leer un libro rebosante de novedades sobre las rutas de Hernán Cortés, de Juan Miralles.

Gran hallazgo en medio de la fatiga de materiales de la prensa ha sido este encuentro inesperado y gozoso con la novedad del pasado, la novedad que a veces uno busca inútilmente en los periódicos del día.

En fin, que hubo entre las huestes de Cortés una mujer que se abrió paso a cuchilladas durante la persecución abrumadora de la Noche Triste, mientras que aquí ni siquiera tendremos elecciones competidas donde debería haberlas.

Al menos esa emoción pudiera darnos nuestra democracia: elecciones competidas. Pero por lo pronto, ni ésa nos da.

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