Excélsior
¿Cómo pretende Encinas la credibilidad de los electores, cuando hoy mismo el PT de AMLO pelea contra el PRD de Los Chuchos y de Ebrard?

Más aún, el fenómeno electoral y mediático que convirtió a Cárdenas en aspirante presidencial competitivo en julio de 2008 fue precisamente la unidad de todas las corrientes de la izquierda; acuerdo que hizo posible la generosidad y sabiduría de un político natural: Heberto Castillo, olvidado y hasta despreciado por las generaciones de hoy.
En repetidas ocasiones —y en cada temporada electoral—, los estudios de opinión levantados por el PRD han demostrado que “la unidad” es la mayor demanda social. Pero, también en cada temporada electoral, hombres y mujeres de esa izquierda parecen destinados a la división, la fractura y la polarización.
Viene a cuento el tema porque, la tarde del pasado lunes, Alejandro Encinas, candidato del PRD, PT y Convergencia al gobierno mexiquense, se ganó un diez mediático, al reunir en un mismo templete nada menos que a Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard, Jesús Zambrano y, en general, a buena parte de las tribus y hasta pandillas de la llamada izquierda mexicana.
Sin duda un éxito mediático, sin duda una foto histórica y un logro político que animará a buena parte del respetable y a los profesionales de hacer política mediática. Pero lo cierto es que, contra lo que muchos creen, la imagen de unidad en torno a Encinas no es sino un recurso propagandístico: imagen mediática y estampa que riñen con la terca realidad de un partido fragmentado hasta niveles de vergüenza.
En efecto, en el templete aparecieron juntos, como juntos llegaron y se pasearon a lo largo de una calle, todos los líderes de izquierda. Pero en el mismo templete menudearon las peleas por el lugar, para aparecer en la foto, por estar cerca de “las figuras”, ser parte de esa gráfica histórica. Sin embargo, en realidad eso es lo de menos. Lo verdaderamente grave es que sigue vivo el diagnóstico que, en su momento, mandó levantar la entonces presidenta del PRD, Rosario Robles, y el cual arrojó preocupantes niveles de corrupción entre el perredismo de todo el país, pero especialmente en el Distrito Federal y el Estado de México.
En pocas palabras, ese informe revelaba que las direcciones estatales del PRD —y lo mismo pasa con las del PT y Convergencia— estaban al servicio de los gobiernos en turno; fueran priistas, fueran panistas. Es decir, que los jefes estatales del partido amarillo, sus cuadros, legisladores y alcaldes, pertenecían al PRD sólo de membrete, porque en la realidad eran políticos al servicio del gobernador en turno, el que maiceaba y ordenaba hasta dónde gritar, hasta cuándo protestar y en qué momento callar.
Vale el ejercicio memorioso, porque todos en el PRD conocen el elevado nivel de corrupción de los políticos profesionales de ese partido, y que sólo basta con retirar y/o aumentar la mesada, para fragmentar al PRD, al PT o a Convergencia. Pero incluso ese antecedente de corrupción pudiera ser menor frente a la realidad de la política del día a día.
¿Cómo pretende Alejandro Encinas la credibilidad del respetable, de los electores —ante la supuesta unidad de toda la izquierda—, cuando hoy mismo el PT de Andrés Manuel López Obrador pelea con todo contra el PRD de Los Chuchos y de Marcelo Ebrard? ¿Cómo hablar de unidad, si apenas hace semanas la dirigencia estatal del PRD y el jefe de Gobierno del DF promovían una alianza con el PAN, y hoy AMLO insiste en que esa alianza es una traición?
En rigor —y con un poco de pudor—, los jefes de las tribus y capillas del partido amarillo y de las groseras empresas familiares que son el PT y Convergencia deberían reconocer que la unidad de la llamada izquierda no es sino una farsa más, un nuevo engaño con fines político electorales; que “la foto” en la que todos aparecen sonrientes es lo más parecido a un montaje. Y es que nadie en su sano juicio puede dar crédito a la unidad ficticia de una fotografía que miente, cuando se le compara con la realidad.
Está claro que los estrategas de Alejandro Encinas pretenden vender la imagen de unidad de toda la izquierda —y de sus santones— como una de sus fortalezas, una parte fundamental de su oferta de gobierno. Y también es cierto que abundan los ciudadanos, los políticos y los periodistas a quienes se les puede engañar con una gráfica. Pero lo cierto es que Encinas va a requerir mucho más que una foto engañabobos para ganarle al Revolucionario Institucional.
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