mayo 24, 2011

Legalicemos las drogas… ¿y luego qué? (2)

Román Revueltas Retes
revueltas@mac.com
Interludio
Milenio

Si me da la gana, me trinco media botella de tequila. Lo único que tengo que hacer es salir corriendo al Oxxo de la esquina (o, mejor, al Superama: está un poco más lejos pero es más barato) y soltar un par de billetes en la caja registradora. Que no pase de la diez de la noche, eso sí, hora límite, aquí en Aguascalientes, para comprar bebidas alcohólicas. Y, de vuelta en casa, si luego de chuparme la tal media botella quiero terminarme el resto, pues, mira, tan sencillo: en tanto que no me gane la somnolencia, me trago los 75 centilitros hasta la última gota. Y si al día siguiente me apetece sorber whisky en vez de bebida espiritosa de agave, pues lo mismo: me receto un pomo de Johnny Walker Black Label, que es el que más me gusta. Ah, y digamos que al mismo tiempo me diera un ataque de tabaquismo: pas de problème: voy y me procuro un paquete de Marlboro lights y pongo ceremoniosamente los cigarrillos al lado de mi vaso y me los fumo todos. Y así hasta que el cuerpo aguante o hasta que no me echen de mi trabajo o inclusive hasta después de que me hayan echado porque soy yo quien decido qué hacer con mi vida.

Papá Estado, mientras tanto, ni ha metido las narices. Es más, mis consumiciones le han sido muy beneficiosas: se ha embolsado una buena plata con los impuestos. Naturalmente, los adictos —en el sentido más clínico de la palabra— terminan por ser una carga para las maltrechas finanzas públicas pero eso no ha provocado todavía una prohibición, ni aquí ni en China. Donde no se puede beber es en Musulmania pero allí tampoco puedes besar a tu chica en un café porque te arresta la Policía Religiosa (qué infierno, Dios santo).

Si, por el contrario, me quiero ofrecer un porro, no hay nada que hacer. O, más bien, me coloco de inmediato en los territorios de la ilegalidad. Tío Gobierno, instigado por papá Estado, he decidido que la mariguana es mala para mi persona y no me deja disfrutarla en santa paz; lo mismo con la cocaína y con otras drogas duras. Lo digo y lo repito: es una postura incoherente…

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