mayo 25, 2011

Legalicemos las drogas… ¿y luego qué? (3 y último)

Román Revueltas Retes
revueltas@mac.com
Interludio
Milenio

La legalización de las drogas “malas” (ninguna es buena —el tabaco te carcome los pulmones y el alcohol te desmenuza el hígado aparte de que te enreda las neuronas de tu cerebrito— pero se supone que hay algunas que te provocan una adicción tan repentina, avasalladora, fulminante e irresistible que, justamente, papá Estado te protege de ellas obligándote, si te apetece consumirlas de todas maneras, a que te enredes con traficantes de baja ralea y dudosa probidad), la legalización de la sustancias “malas” —repito— no debiera implantarse, como proponen algunos, por cuestiones de seguridad pública sino por razones de mera modernidad civilizatoria, es decir, para conferirle al individuo soberano atribuciones que solamente a él le competen y cederle el pleno ejercicio de sus responsabilidades.

Puedes llenar de topes las calles pero lo mejor es que los automovilistas conduzcan prudentemente por su propia cuenta (a propósito de los topes, su existencia significa un auténtico crimen para el medio ambiente: ¿han pensado, nuestras coercitivas autoridades, en la cantidad de combustible quemado que soltamos a la atmósfera cuando arrancamos, una y otra vez, luego de las paradas obligadas? ¿Han pensado, también, en el gasto que significa? Los coches consumen mucho menos gasolina a velocidad moderada y constante; pues, en México, hay que detenerse a lo tonto cada 300 metros); de la misma manera, si el único efecto de una prohibición es el brote de una actividad ilegal, lo mejor es dejar que cada quien decida, en santa paz, si se fuma un porro de vez en cuando o si se pierde para siempre en el mundo de los alucinógenos. Ah, y la gente se mete lo que quiere de todas maneras. ¿La prueba? Hay tráfico, hay cárteles, hay producción… Es decir, ya hay un problema, ¿o no?

Que legalicen, pues. Eso sí, luego tendrán que seguirse ocupando de los delincuentes. Porque, digo, nos queda muy claro que no van a desaparecer de un día para otro, ¿o sí?

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