Razones
Excélsior

La reforma política, la Ley de Seguridad Nacional, la reforma laboral, son sólo tres de los temas que deberían estar presentes en esa agenda de pendientes. En el periodo que concluyó, la Cámara baja aprobó sólo tres iniciativas de ley y ninguna demasiado importante, mientras que la reforma laboral, con propuestas del PAN y del PRI, fue literalmente congelada por el tricolor, que no quiso discutir siquiera su propia propuesta a pesar de que la misma fue respaldada por el PAN. La reforma a la Ley de Seguridad Nacional, que requería profundos cambios respecto a la que había sido enviada por el Senado un año atrás, tampoco fue discutida ni siquiera en comisiones, en parte por diferencias internas en el priismo, pero sobre todo porque el panista Javier Corral se negó a sacarla adelante en la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales. Con la reforma política fue más absurdo, porque el dictamen aprobado por el Senado, con base en la propuesta del senador Beltrones, lo guardaron para su discusión los diputados, según se dijo, lo mismo que la reforma laboral, por instrucciones del gobernador Peña Nieto. ¿Por qué congelarlas? La reforma laboral, para no tener conflicto con cetemistas ante la elección en el Estado de México y no darle cartas a los perredistas, y la política, porque se asegura que no se incluyó en la Cámara alta la propuesta que impulsa el gobernador mexiquense para contar con una cláusula de gobernabilidad que le permita tener mayoría en la Cámara de Diputados a quien gane las elecciones con un porcentaje mayor a 40% de los votos.
Es difícil saber si realmente Peña Nieto dio esas indicaciones o no, pero lo cierto es que el precandidato priista tuvo que soportar el golpeteo, que llegó hasta el presidente Calderón, por haber congelado esas iniciativas. El lunes decíamos aquí que era una estrategia equivocada, algo así como las ideas del tristemente célebre entrenador del Real Madrid, José Mourinho, aplicadas a la política nacional: jugar a la defensiva, a conservar el cero a cero, convencido de que al final se terminará venciendo. Lo que no se entiende es que se requiere ganar elecciones, pero también generar expectativas: y de la misma forma que el juego de los equipos de Mourinho, ganen o pierdan, no entusiasma a nadie, lo mismo sucede con las estrategias políticas que esperan el triunfo sin mover nada, sin cambiar nada, sin enarbolar una bandera de esperanzas que le dé a la gente expectativas para el futuro.
No sé si Peña fue el responsable de esa parálisis legislativa, lo cierto es que no lo necesita: apenas esta semana se vio en las encuestas que la que se preveía como “la madre de todas las elecciones” para este 2011, la del Estado de México, de no haber cambios notables en el electorado, será casi un paseo para Eruviel Ávila: tiene entre 46 y 48% de las preferencias electorales, contra 16% de sus rivales del PRD y el PAN, respectivamente, Alejandro Encinas y Luis Felipe Bravo Mena. La distancia parece demasiado amplia, tanto, que el propio López Obrador, una vez que se encargó de reventar la hipotética alianza PAN-PRD mexiquense, no ha regresado a esa entidad. Y tampoco habrá alianza en Coahuila y en Nayarit. En Michoacán, ni hablemos.
De cara a 2012, la distancia entre Peña y los demás precandidatos, sean o no priistas, es también demasiado amplia, como lo demuestran todas las encuestas recientes. Es verdad que en poco más de un año muchas cosas pueden cambiar pero, con la ventaja actual, Peña sólo debería temer a que le crecieran los negativos (como le ocurrió a López Obrador entre 2004 y 2006), ¿y qué mejor forma de evitarlos (y de generar expectativas) que sacar adelante reformas, que demostrar que sí existe una voluntad de cambio en el estado de las cosas? Siguiendo con las metáforas del futbol, el Barcelona le demostró al Madrid que la mejor forma de mantener una ventaja (y entusiasmar al espectador) es tener el balón, conservar la ofensiva, jugar en el campo contrario. El PRI debería ir a un periodo extraordinario y trabajar con el fin de sacar todo lo que ha quedado atorado en las cámaras, para apostar a esa transformación. Y recordar internamente que, en última instancia, Manlio a eso le está jugando en su personal pulso preelectoral con Peña.
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