mayo 24, 2011

Regular el narcotráfico

Eduardo R. Huchim
Reforma

Tiene razón Felipe Calderón cuando le demanda congruencia a Estados Unidos en el combate al narcotráfico. Resulta inaceptable que ese país sea tan permisivo con el consumo, producción y comercio de drogas en su territorio, mientras México desangra buena parte de su juventud (en uno y otro bandos) por impedir la exportación de estupefacientes.

Sin embargo, la posición calderonista va en dirección contraria a lo que la sensatez aconseja: si el promotor extranjero de la lucha antinarco avanza en la legalización doméstica, es claro que no tiene sentido luchar para que los enervantes dejen de llegar a su territorio. En consecuencia, la despenalización que Calderón rechaza aunque no se niega a discutir, debe plantearse, debatirse y estudiarse con seriedad. Recuérdese que a favor de la regulación de las drogas se han pronunciado dos premios Nobel de Economía, Milton Friedman y Gary S. Becker, expresidentes latinoamericanos como Zedillo, Gaviria y Cardoso, galardonados escritores como García Márquez, Vargas Llosa y Fuentes, juristas como el italiano Luigi Ferrajoli y una larga cauda de personajes ilustres de la escena mundial.

¿Por qué si Estados Unidos es permisivo con la producción, transporte, comercio y exportación de armas que causan muerte en México, nosotros tenemos que evitar la producción, transporte, comercio y exportación de drogas que causarán diversión en EU?

No se vea un espíritu revanchista en esta pregunta, que busca provocar la reflexión. Históricamente, Estados Unidos ha sido, como en otros rubros, el impulsor de la política de estupefacientes en México: primero como promotor del cultivo intenso, cuando le hacía falta morfina para sus hospitales de campaña durante la Segunda Guerra Mundial, y luego como imponedor del prohibicionismo. Es preciso dejar de subordinarse a los intereses de Washington y preguntarse qué conviene más a México: continuar con el prohibicionismo o despenalizar las drogas hoy prohibidas y regularlas, asunto que tiene dos vertientes: el consumo interno y la exportación.

En el frente interno, importa tener presente que la legalización no necesariamente producirá un aumento en el consumo. Pero por supuesto, tendría que emprenderse una intensa e inteligente campaña de difusión sobre los riesgos de consumir drogas.

En el frente externo, es obvio que la legalización, como observó Calderón, ha comenzado en EU, donde ya se ve en el horizonte la despenalización total de la mariguana, si bien no se sabe cuánto tiempo tardará en concretarse. Uno de los datos duros que apuntan esa percepción son las mediciones de Gallup sobre los estadounidenses que apoyan la legalización: en 2000 el respaldo era de 33% y en 2010 subió a 46% (AFP, 28/10/10).

Ethan Nadelmann, fundador de la Alianza sobre Política de Drogas, ve circunstancias que contribuyen al fin del prohibicionismo, entre ellas éstas de naturaleza económica: a) EU ha gastado cerca de un billón de dólares en su guerra antidrogas de 40 años; b) EU es líder mundial en sobrepoblación de cárceles, a lo cual contribuyen los miles de encarcelados por delitos no violentos vinculados con las drogas; c) evidencias abrumadoras indican que es más efectivo y menos costoso atender la adicción y similares como asuntos de salud y no como penales (La Jornada, 22/02/11).

La regulación no es una panacea, pero sí una sólida posibilidad de reducir las ganancias y la violencia de los narcotraficantes y, en consecuencia, recuperar la estabilidad de amplias franjas del territorio nacional. También es claro que podría haber una agudización de otros delitos, por lo cual es necesario diseñar y ejecutar previamente un vasto programa de políticas contra la corrupción y a favor del empleo y de altos estándares de capacidad y confiabilidad en las policías.

Como también afirmó Calderón, la legalización de las drogas supone una acción conjunta internacional, pero México podría dar un relevante paso. ¿Tendremos la audacia de ser vanguardistas en esta materia o, como nos ha ocurrido en tantos asuntos, también llegaremos tarde?

Omnia

Conducido con profesionalismo e imparcialidad por Denise Maerker, el debate por el Canal 2 ofreció un interesante panorama de la campaña mexiquense. Se vio a un sorpresivo Luis Felipe Bravo Mena, quien con energía y enjundia superó con mucho al candidato puntero, Eruviel Ávila, que naufragó con sus inconsistentes ataques al gobierno federal. En tanto, con sobriedad y claros ejemplos de su experiencia administrativa, Alejandro Encinas mostró que sería un excelente gobernador.

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