mayo 09, 2011

Sí, hasta la madre, pero…

Román Revueltas Retes
revueltas@mac.com
Interludio
Milenio

Hace algunos años, miles de ciudadanos participamos espontáneamente en una marcha en Ciudad de México para exigir que hubiera menos criminalidad. López Obrador, que gobernaba en ese tiempo, se tomó la cosa muy personalmente y no tuvo mejor respuesta que descalificarnos (como si el hecho de exigir garantías bien concretas —la seguridad, ni más ni menos— fuera una expresión exclusiva de gente riquilla y aburguesada).

No podía aquello ser una manifestación esencialmente ciudadana, claro que no, sino que era contra él y obedecía a intereses políticos. El jefe del Gobierno de la ciudad gastó luego fondos públicos para editar un cuadernillo de historietas donde nos ridiculizaba: los participantes llevaban ropa de marca, se comportaban con la ofensiva frivolidad de los pirruris, habían ido a pasear, etcétera, etcétera. No tuve yo la oportunidad de informarle que junto a mí, en la tal marcha, había unas mujeres bien humildes que venían de Oaxaca. Para otra vez será. Por cierto, ¿qué hacían allí, estas mujeres? Pues, unos delincuentes les habían matado a los hijos y venían a protestar.

Hoy, tenemos de nuevo marchas y manifestaciones. Calderón, que yo sepa, no ha desacreditado a los participantes. Él, por el contrario, es el gran acusado, el culpable de que las cosas estén tan mal. Ah, y los partidos políticos de la “izquierda” (je, je) han publicado propagandas para hacernos saber a todos que se “unen” a este movimiento ciudadano. Qué gran sentido de la oportunidad, digo yo.

Y sí, como jefe del Estado mexicano, Calderón es el primer responsable de la seguridad pública. Lo que yo no tengo muy claro es el tema de la repartición de culpas y acusaciones. Yo pensaría, por ejemplo, que no puede haber seguridad verdadera en un país de jueces y policías corrompidos, de agentes del Ministerio Público envilecidos y de leyes que no se cumplen. Y esto, con o sin Calderón. Y, simplemente de imaginar la (imposible) tarea de limpiar la casa se me cae el ánimo hasta los pies. Pero, en fin, ahí estamos nosotros, otra vez, en las calles.

No hay comentarios.: