jorge.chabat@cide.edu
Analista político e investigador del CIDE
El Universal

Evidentemente, el enemigo está en casa y mientras no se haga todo lo humanamente posible para depurar a los cuerpos policiacos y mejorar los mecanismos de control de la corrupción, es obvio que la guerra contra el crimen organizado no va a funcionar. Y en este sentido los ejemplos abundan: son incontables los casos de acciones del crimen organizado, como los secuestros de migrantes, en los que hay una colaboración directa de policías estatales y municipales e incluso de agentes del Instituto Nacional de Migración (INM). Ciertamente, la certificación no es una herramienta 100% segura, pero por lo menos reduce sensiblemente el problema de la corrupción. Incluso alguna vez un diplomático comentaba, citando a fuentes policiacas, que el problema con los policías mexicanos es que estaban tan acostumbrados a mentir que muchas veces aprobaban el examen del polígrafo, aunque lo que dijeran fuera falso. En otras palabras, la certificación no es la varita mágica que resolverá de golpe todos los problemas de inseguridad, pero sí es un elemento fundamental en la lucha contra la corrupción, que es el origen de la impunidad criminal que tiene al país en vilo.
Es por ello que llama la atención la lista de los estados que no han hecho el más mínimo esfuerzo para certificar a sus funcionarios y a sus policías. De acuerdo con el secretario ejecutivo Juan Miguel Alcántara los estados que están en la cola de este proceso de certificación —al cual por cierto se comprometieron hace un par de años— son Yucatán, Nayarit, Estado de México, Guerrero y Baja California Sur. La mayoría de esas entidades, incluido el Estado de México, ni siquiera han evaluado a su procurador. Este dato sería solamente un reflejo más del atraso del país, pero es particularmente grave, pues uno de los gobernadores en cuestión, Enrique Peña Nieto, aparece como el más viable sucesor de Felipe Calderón en la Presidencia de la República para el año 2012.
Incluso Peña Nieto ha sido muy insistente al afirmar que, de llegar a ser Presidente de la República, combatirá al crimen organizado con determinación y que las versiones de que podría pactar con los criminales son puras habladurías de mala leche. Y la verdad tiene razón: ¿a quién se le ocurre que el PRI pueda pactar con el narcotráfico, si jamás en la historia lo ha hecho? Ajá… Lo que pasa es que el ex gobernador priísta de Nuevo León, Sócrates Rizzo, es un mal intencionado cuando sugiere maliciosamente que eso ocurría en el pasado.
Pero aquí el punto es, más allá de especulaciones de arreglos en lo oscurito, si un político que no se ha preocupado en lo más mínimo por depurar a sus policías y funcionarios de seguridad es el mejor capacitado para resolver el problema de la inseguridad cuando sea presidente. ¿O será que eso de certificar a sus policías no lo escribió Peña Nieto ante notario como sus otros compromisos?
La batalla por la Presidencia de la República apenas comienza y seguramente veremos muchos dimes y diretes entre los candidatos. Sin embargo, el tema de la seguridad es inevitable y ahí Peña Nieto tiene un boquete del tamaño del Cañón del Sumidero. El hecho de que no haya cumplido con el proceso de certificación policiaca va a ser sin duda uno de los temas de la campaña, como ya lo dejó ver Luis Felipe Bravo Mena en el debate que sostuvo con Alejandro Encinas y Eruviel Ávila en el programa de Denise Maerker. Y ahí más le vale a Peña Nieto que tenga una buena explicación. De otra forma, la imagen publicitaria que se ha construido de ser un político que cumple con sus compromisos se va a colapsar como un castillo de naipes.
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