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La Razón
Le aclaró que él no se lanzó a una guerra con instituciones podridas por puro gusto. Son las que había, las que hay, y no podía esperarse mientras los criminales ganaban terreno.
Lo malo del caso es que no se ha recuperado la paz ni la legalidad en esas regiones. Pero Sicilia no insistió en ello.
El cambio en la actitud y en el discurso del escritor fue evidente.
Comenzó su movimiento con la exigencia de la renuncia de García Luna, y ayer terminó su alocución ante el Presidente y ante el Secretario de Seguridad Pública con la petición de un fideicomiso para poner los nombres de las víctimas en una placa.
El resultado general de la conversación de ayer fue positivo.
Primero fue positivo porque revalora el diálogo como forma de comunicación entre personas civilizadas, aunque tengan distinto parecer.
A ese movimiento que está integrado por personas legítimamente dolidas y enojadas, se le ofreció la oportunidad de expresar cara a cara, al Presidente y a parte de su gabinete, los motivos de su molestia sin cortapisas.
El gobierno mostró que a los problemas que tienen una fuerte carga acumulada, como el que encabeza Sicilia, se les puede despresurizar abriendo las válvulas para que salga el coraje contenido.
Al sentimiento de que en el gobierno son inútiles para ayudar y útiles para sacrificar a la población, al menos se le dio la alternativa de decirlo de frente.
Lo que vimos ayer es una muestra de cómo despresurizar problemas y darles un cauce positivo.
Los demás actores deberían tomar nota y abrir la válvula de la presión al hartazgo que hay contra la clase política en general y abrir la posibilidad de candidaturas independientes.
El Presidente ganó más oyendo críticas que dejándolas en la plaza pública.
Las personas que acudieron al Castillo de Chapultepec mostraron que los mueve una justa indignación y que a pesar de su dolor están dispuestas a escuchar.
Para el gobierno el diálogo de ayer fue un triunfo, porque el Presidente no cambió un ápice su percepción del problema y la forma de enfrentarlo.
Hace unas semanas el punto crítico del movimiento de Javier Sicilia era que pedía la renuncia del Secretario de Seguridad Pública Federal, el retiro del Ejército de las calles y el cambio en la estrategia anticrimen.
Ayer, al terminar la reunión, la discusión era si resultaba conveniente o no grabar los nombres de los 40,000 (?) muertos en la lucha contra el crimen.
Ganó el gobierno, es cierto, pero también ganó la sociedad al inaugurarse una forma directa y plural de abordar los problemas.
El cambio es notable cuando hay diálogo y buena fe.
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