Martín Bonfil Olivera (@martinbonfil65)
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La ciencia por gusto
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Milenio
El 2 de diciembre de 2010 apareció en las noticias científicas del mundo la intrigante posibilidad de que investigadores de la NASA hubieran descubierto una nueva forma de vida: bacterias que, aparentemente, utilizaban arsénico en vez de fósforo para construir sus moléculas.
El anuncio se dio a través de una conferencia de prensa en internet, junto con la publicación preliminar del trabajo en la versión digital de la revista Science. Debido a su potencial importancia —de confirmarse, el descubrimiento sería revolucionario—, el interés creció desproporcionadamente a través de las redes sociales.
Sin embargo, el trabajo tenía problemas. No es raro en ciencia, donde todo puede ser cuestionado una y otra vez. Lo raro fue la manera en que se cuestionó. Normalmente, los científicos habrían esperado a que el artículo apareciera en la versión en papel de la revista para enviar cartas comentando o criticando el trabajo.
Pero su gran difusión ocasionó que la comunidad científica comenzara a discutir en internet. El 4 de diciembre una microbióloga hizo en su blog una detallada y demoledora crítica del artículo, mostrando sus muchos errores metodológicos y conceptuales. El texto se difundió rápidamente en Twitter, dando origen a la “etiqueta” #arseniclife.
Como señala el bloguero de ciencia Carl Zimmer, este fenómeno —la discusión pública amplia de un artículo científico en las redes sociales— marca un hito en la forma de hacer ciencia. A diferencia del sistema tradicional de enviar los trabajos a expertos para que los juzguen antes de publicarlos, ahora se discuten, mucho más amplia y abiertamente, después de la publicación.
Esto parecería amenazar el tradicional control de calidad en ciencia. Pero sólo aparentemente: en ciencia las discusiones nunca terminan, y la publicación de un artículo, que usualmente marca a un descubrimiento como “oficial”, es sólo una etapa más en un interminable proceso de discusión, refutación y corrección.
Las redes sociales cambian la forma en que nos comunicamos y relacionamos. No extraña que cambien también la manera en que se comunica la ciencia. Habrá que esperar a ver si el cambio es para mejorar.
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