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Día con día
Milenio

Entre más anticipados son los movimientos electorales de los aspirantes, más efectivos, en particular cuando sus competidores se quedan quietos.
Vicente Fox ganó la presidencia mexicana en 2000 en gran medida porque lanzó su candidatura abierta dentro del PAN y frente al PRI mucho antes de que se lo permitieran la ley y los usos y costumbres.
Lo mismo puede decirse de López Obrador, quien ganó una ventaja enorme sobre sus demás competidores porque desde el momento en que ocupó la jefatura del Gobierno de la Ciudad de México, en el año 2000, actuó como un abierto precandidato presidencial.
Felipe Calderón, ganador de las elecciones de 2006, pudo remontar la ventaja de López Obrador y la animadversión del presidente Fox dentro de su propio partido porque también se saltó las trancas.
Buena parte de la ventaja de Enrique Peña Nieto frente a sus competidores en la elección de 2012 es que Peña Nieto empezó a construirse una imagen y una presencia de candidato presidencial desde el momento en que tomó posesión como gobernador del Estado de México, hace seis años.
Contra la consigna del antiguo régimen según la cual “el que se mueve no sale en la foto”, la experiencia democrática demuestra que es justamente lo contrario: el que no sale anticipadamente en la carrera, no llega a la foto final.
La falta de corredores anticipados puede ser el gran error estratégico que ha cometido AN durante estos seis años preelectorales.
El presidente panista ha contenido a sus caballos como si estuviera en otro régimen. Pero los caballos han aparecido por fin y empiezan a correr aunque con mucha desventaja.
Lo mismo que el precandidato indeciso de la izquierda, Marcelo Ebrard, que ha tardado en definirse frente al precandidato de 11 años, López Obrador.
Contra los precandidatos consolidados porque salieron a tiempo, es decir: hace mucho, los precandidatos retardados tienen una ventaja paradójica, precisamente la de ir muy atrás. Pueden tomar riesgos que los adelantados no pueden tomar, y exhibirlos como temerosos ante una opinión pública ávida de desplantes y definiciones.
Una de esas ventajas es debatir en público, arriesgar ideas y compromisos, hablarle a la gente con claridad, ganar su imaginación diciéndole lo que piensan, mientras los otros sólo piensan en congelar la carrera para conservan su ventaja, lo cual puede ser su manera de perderla.
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