junio 09, 2011

¿Una buena noticia? No es noticia…

Román Revueltas Retes
revueltas@mac.com
Interludio
Milenio

Nos especializamos, los escribidores a sueldo, en la feroz denostación de todo cuanto pueda ser denostado. Nuestra materia prima es la denuncia. Nuestro negocio es la querella. Nuestra fuente inspiración es el tropiezo ajeno que, presurosos, convertimos en ingrediente de escarnio despiadado.

Benditos sean estos tiempos de libertad e invaluable emancipación. Yo vengo de otras épocas. Leía diarios atiborrados de editoriales zalameros con el poderoso de turno. Y, día a día, los encabezados del periódico más leído reproducían dócilmente alguna declaración del Señor Presidente de la República. Ésa, y no otra, era la información que debía ocupar las ocho columnas. Y ésa, también, era la dosis cotidiana de ampulosa demagogia que teníamos que tragarnos los lectores.

Hoy, salvo la sojuzgada y consintiente prensa de algunas plazas del interior, disfrutamos de diarios y revistas que arremeten, casi por principio, contra todo y contra todos. Pero la gente, curiosamente, sigue fijada en un pasado que, encima, ni siquiera conoció. Nos acusa, por turnos, de servir a unos y otros, de estar a sueldo de este o de aquel y de recibir el consabido chayo por poco que tengamos ideas diferentes.

No llegaría yo nunca a señalar que la libertad se ha vuelto “libertinaje” para arremeter contra una prensa, la nuestra —y también, la de todos esos países donde circulan unos tabloides cargados de chismes, infundios, indiscreciones, calumnias y notas deliberadamente escandalosas— que comete excesos sin ningún problema de conciencia y sin mirarse en el espejo. Me llama la atención, sin embargo, que la mayor infracción que pueda uno cometer, por lo visto, es reconocer algo positivo, valorar un logro o consignar un buen resultado. Ahí es donde los lectores, intoxicados de pesimismo, levantan un índice acusador y nos lanzan la imputación de servir al “régimen” o al “sistema”. Bueno, pues no hay tampoco que agachar la cabeza ante la dictadura de los negativos. Por el contrario: tal vez la verdadera postura revolucionaria, hoy, es promover lo bueno. Pues eso.

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