julio 20, 2011

Escuchas

Diego Beas (@diegobeas)
ruta66@diegobeas.com
RUTA 66
Reforma

El cierre de News of the World en Reino Unido y el escándalo que le ha seguido no se limita a un caso de prácticas periodísticas cuestionables que terminaron con un periódico que se publicaba desde 1843.

La saga de las últimas semanas es un certero retrato de toda una forma de entender el poder. El mediático, el político y el económico. Una forma, también, de concebir la relación entre medios de comunicación, gobiernos y ciudadanía. Y todo, centrado en una figura: Rupert Murdoch. El capo australiano de los medios de comunicación que levantó un imperio sobre las espaldas de unas cuantas cabeceras australianas heredadas de su padre.

Además del cierre del tabloide, de la renuncia de dos altos cargos de Scotland Yard, del arresto de un ex asesor del Primer Ministro y de todo lo que el caso nos está enseñado sobre el futuro del poder mediático, el escándalo ha alcanzado ya la otra costa del Atlántico.

El uso sistemático e indiscriminado de escuchas ilegales para espiar a políticos, miembros de la familia real y hasta víctimas de secuestro, es solo una punta de una enmarañada madeja que se extiende desde la puerta del número 10 de Downing Street hasta despachos oficiales en Washington y Nueva York.

Lo que nos lleva a una de las cuestiones fundamentales del escándalo: el contubernio entre medios de comunicación y gobiernos. Con pertinencia y acierto, la semana pasada Timothy Garton Ash se preguntaba en The Guardian quién temía más a quién: Rupert Murdoch a los primeros ministros británicos o ellos a él. Sin lugar a dudas, se respondía a sí mismo, ellos a él. En su comparecencia ayer ante una comisión del Parlamento, Murdoch contaba cómo después de las elecciones en el Reino Unido el año pasado, David Cameron le invitaba a Downing Street a tomar el té y agradecerle su apoyo.

Murdoch llegó a Londres en 1969 y, desde allí, construyó News International, un imperio que abarca desde cadenas en Australia y Hong Kong hasta diversas cabeceras de Nueva York y estudios cinematográficos en Los Ángeles. Por medio de dádivas, alianzas ad hoc y un enorme poder de intimidación, Murdoch fue conquistando estratégicamente territorios que lo fueron convirtiendo en el jugador más poderoso del sector.

El News of the World primero, el Times londinense después, la plataforma de televisión BSkyB, entre varios medios más; del otro lado del Atlántico Murdoch desembarcó en Texas con la compra de un pequeño periódico en San Antonio, fundó varios tabloides para después tomar por asalto al establishment de Nueva York: el New York Post, la Fox y la joya de la corona, el Wall Street Journal.

Así, con las dos orillas del Atlántico aseguradas, Murdoch se construyó un imperio a medida virtualmente -todo parecía- indestructible. En años recientes dio el salto a Internet con la compra de MySpace y ha sido uno de los críticos más acérrimos de los modelos abiertos en Internet. Con la compra del Wall Street Journal en 2007 comenzó a implantar un modelo cerrado y de pago en todos sus sitios que le ha costado caro al magnate: las visitas han caído estrepitosamente y ha quedado claro que la fórmula no funciona.

¿Cómo afectará el cierre de News of the World y las revelaciones posteriores los intereses de Murdoch en Estados Unidos? Por lo pronto ya se han iniciado investigaciones en el Congreso sobre el modus operandi de sus medios. Se investiga si utilizaron tácticas similares con las víctimas del 11-S y los soldados que murieron en Irak y Afganistán. Pero, mucho más importante, será ver cómo evoluciona la relación entre Murdoch y su gran aliado, el establishment conservador. Los barones del Partido Republicano, la redacción del Wall Street Journal y su principal lugarteniente, Roger Ailes, seguramente están revalorando el nuevo coste que tiene estar bajo el cobijo de Murdoch.

Es pronto aún para saberlo, pero la falta de escrúpulos de un tabloide sensacionalista inglés de mediados del siglo 19, podría provocar una carambola de acontecimientos que terminen por precipitar el desmembramiento del enorme poder mediático de la derecha en Estados Unidos. Qué ironías.

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