schettino@eluniversal.com.mx
Profesor del ITESM-CCM
El Universal

En materia económica esto debería ser muy evidente. Aunque el inicio de la gran crisis financiera suele fecharse en el 15 de septiembre de 2008, con la desaparición de Lehman Brothers, en realidad podemos irnos casi dos años atrás, en julio de 2006, cuando la venta de bienes raíces en Estados Unidos tocó su máximo e inició su caída. O todavía más, inicios de ese año, cuando los precios de los bienes inmobiliarios empezaron a reducirse. Aunque para el mundo entero el tamaño de la crisis sólo fue claro con la quiebra de Lehman (y de AIG unas horas después), el quiebre de la burbuja ocurrió más de dos años antes.
Desde entonces, el mundo financiero no conoce la paz. Si no es un gran banco en Estados Unidos es un gobierno que no puede cubrir sus obligaciones, o es algún activo que se desploma, o es un commodity que se dispara. El caso es que no tenemos estabilidad alguna en los mercados financieros por ya cinco años. Y si eso no es incertidumbre, pues nada lo es.
En este tema, México es mucho menos incierto. Nosotros empezamos a resentir el golpe externo hacia fines de 2008, muy rápidamente vimos desplomarse la actividad industrial, y por si fuese poco le sumamos el asunto de la influenza. Pero antes de que terminara 2009 ya habíamos empezado a recuperar algunas actividades, y prácticamente en todas estamos ya al nivel que teníamos en 2007. No en todas, y no en todos lugares, pero de manera general hemos superado ya, con toda claridad, el nivel que teníamos en 2007. Eso, en Estados Unidos, no ha ocurrido. Su actividad industrial sigue 8 puntos debajo de su nivel de 2007, y las finanzas de las familias están todavía peor: 15 puntos de rezago contra ese año. Y lo que ocurre en varios países europeos es todavía más grave.
Como siempre, podríamos buscar otras naciones a las que les ha ido mejor que a nosotros, y siempre las hay. Lo que no veo fácil es encontrar muchas que estén tranquilas, que es el tema que discutimos. Brasil sufre ya serias presiones por la revaluación del real, y se complica el manejo de sus finanzas públicas; China, con todas sus virtudes económicas, tiene también problemas inflacionarios y ya todo el mundo duda de su sistema bancario. Sígale buscando.
En México, además de la incertidumbre económica que compartimos con todo el planeta (aunque, insisto, en eso estamos mejor que la mayoría), tenemos un segundo asunto que, desde hace un par de años, es lo que más preocupa a los mexicanos: la seguridad. Y aunque parece claro que la violencia ha sido creciente, en realidad lo que parece percibir la población (según la encuesta del INEGI, pero también las que realizan empresas privadas), es la variación en ella.
Aunque parezca un poco extraño, lo que percibimos no es el nivel, sino la variación. Si quiere comparar con otra cosa, piense en el ruido. Cuando nos enfrentamos a un cierto nivel de ruido, una vez acostumbrándonos, lo que notamos es lo que se destaca: ruidos más estridentes, o incluso silencios. El ruido de fondo se convierte en la referencia. Lo mismo nos ocurre con los olores, y, con menos margen, con la luz y el color. Es un fenómeno de nuestra mente, no de nuestros sentidos, que aplica de la misma manera a lo sensible que a lo inteligible. Ya no se ha de acordar usted, pero cuando vivíamos con alta inflación, digamos entre 83 y 86, lo que notábamos era el cambio de ritmo. Y nos pegaba igual el cambio de velocidad en los precios de 20 a 40% que hoy cuando se mueve de 2 a 4%.
En consecuencia, lo que percibimos del fenómeno de la inseguridad es el cambio contra lo acostumbrado. Y nos acostumbramos con cierta facilidad. A todo. Por eso, a pesar de que las cosas no mejoran en términos del número de homicidios, la población dice sentirse más segura. Porque el ritmo de crecimiento de esta variable se ha reducido significativamente: son muchos homicidios cada mes, pero los mismos del mes anterior, y de dos o tres meses antes.
El mundo en que vivimos es mucho más incierto, y las cosas que nos servían de referencia en el pasado ya no están. Como han aprendido mucho en Estados Unidos, invertir en bienes raíces no es el negocio estable de sus padres y abuelos. Como han aprendido muchos en México, invertir en dólares o euros no resulta nada provechoso.
Cuando todo cambia, es la velocidad del cambio lo que percibimos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario