julio 10, 2011

Lucha de titanes corruptos

René Avilés Fabila
Escritor y periodista
Excélsior

El daño moral que Gordillo ha provocado en el país, explicado en libros y medios, es difícil de cuantificar.

Si antaño el magisterio fue vanguardia de la sociedad, hoy está postrado. El sistema priista lo degradó, no hubo movimiento magisterial que no fuera reprimido y al fin puesto en las peores manos, en las de líderes inescrupulosos que los manejan con escandalosos niveles de corrupción. Asombra que tantos millones de maestros no logren sacudirse una larga tiranía. Una persona, Elba Esther Gordillo, los mueve a capricho, según sus intereses movedizos. Del otro lado, alguien como Miguel Ángel Yunes ha logrado resumir en su persona todo el fango del sistema. Corrupto también, saltimbanqui político, arribista, es un ejemplo perfecto para no seguir. De priista modelo se hizo panista de excelencia, pasó al partido de Calderón con todo y familia, y luego de soportar pésimas bromas del presidente, fue a Veracruz a concluir lastimosamente su carrera. Hoy sobrevive merced al escándalo producto de un pasado vergonzoso. Es un peón movido por Elba Esther y Calderón, triste papel en la pugna por el poder.

El daño moral que Gordillo ha provocado en el país, explicado en libros y medios, es difícil de cuantificar. No sólo es el hecho de controlar al magisterio como si fuera rebaño, sino que lo utiliza para sus causas personales. Mujer odiada y temida, ha sabido controlar inmisericorde a un amplio gremio, como Fidel Velázquez lo hizo por décadas con los obreros y como cada secretario sindical lo hace con los suyos: Agustín Rodríguez en la UNAM, Francisco Hernández Juárez con los telefonistas. Hay una sólida tradición de sindicatos sometidos. Lo evidente es que cada líder pone a sus agremiados al servicio de un partido que no lo representa. Elba Esther es extrema, ha ido de partido en partido, invento perverso de Salinas, estuvo con Madrazo y al romper con el PRI hizo añicos al tabasqueño. Con el PAN ha tenido encuentros y desencuentros, parece gozar de buena relación con Calderón, no soporta a Vázquez Mota, posible candidata presidencial. Para colmo, maneja a placer enormes cantidades de dinero y votos que vende al mejor comprador. Tiene su propio partido, el Panal.

Ahora Yunes y Elba Esther intercambian acusaciones e insultos. Todo es verdad. Ambos son extorsionadores profesionales disfrazados de políticos. La lideresa se ha dado el lujo de poner a sus familiares en cargos de gran peso. En vista del crecimiento del PRI, piensa que su siguiente tarea es regresar, de cierta forma y con sus condiciones, al redil. Es un momento en que muchos ven las alianzas ilógicas como algo natural y un mal necesario. Elba Esther busca acuerdos importante para ella, vendiendo una vez más a los maestros para adquirir compromisos sindicales y partidistas con Enrique Peña Nieto. Regresa a donde se formó para mantener el poder y no dejarse atrapar por la extraña justicia que padecemos en México. Una maniobra más de las muchas turbias que le han dado resultados.

Yunes se equivocó esta vez, el nuevo pastelazo que está por recibir tiene mayor costo. No supo escoger rival al desdeñar el poder de su enemiga, la que antes, por cierto, fue su amiga y aliada; ambos estuvieron al servicio de Calderón. Es tarde para deshacerse de su imagen. El intercambio de acusaciones demuestra los niveles de corrupción que padecemos, la descomposición del sistema que tanto les agrada a los partidos. No hay un ápice de dignidad ni decencia. Nadie queda a salvo: puerta que se abre, muestra la podredumbre creada por los políticos, no importa a qué partido pertenezcan o si saltan de uno a otro. Es una forma de vida y las pillerías son naturales. La partidocracia que nos gobierna no tiene remedio, no cambiará por sí misma, somos nosotros, la sociedad, quienes tenemos esa facultad, ¿pero cuándo la llevaremos a cabo? No en el corto plazo y en el largo, como bromeaba Keynes, todos estaremos muertos.

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