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Milenio

Ya empezamos a ver en México a las editoriales vender sus libros en formato electrónico. Ejemplos de ello son el Conaculta, que ya tiene en formato ePub algunos títulos de su colección Summa Mexicana, también Alfaguara, Taurus y Fondo de Cultura Económica, la que cuenta con mayor oferta.
Sin embargo, la apuesta es aún modesta porque en las editoriales referidas encontramos, sobre todo, un reducido catálogo de textos que no son las novedades propiamente hablando, ya que son libros publicados con antelación en formato papel, por lo que parece todavía una tímida incursión en dicho terreno.
Pero no sólo eso, estas ediciones publicadas en nuestro país, y en varios otros, tienen un formato y contenidos electrónicos aún conservadores. No obstante, a pesar de esa limitación, es de reconocer que tales libros electrónicos ofrecen de forma implícita un esquema de interactividad (lectura inmersiva, navegación por el texto, conexión en línea, etcétera) superior al formato papel, amén de que su lectura se puede efectuar en diversas interfaces: un ereader, una computadora, un teléfono o una tableta. De esa manera el texto deja de ser un documento inerte y se torna en una parte de un engranaje de una máquina de lectura dinámica.
Es cierto que los autores y editores, como arquitectos de la obra, pueden especificar las rutas o grados de interactividad que tendrá el lector y con ello signar un espectro de las experiencias de lectura, pero algunos textos ya van más allá de la mera interacción y proponen entornos envolventes y más contextuales.
Pero no olvidemos que esa “reinvención del libro” apenas inicia y es de esperar un cambio en las herramientas, lenguajes, plataformas de lectura, de distribución, y en los mismos autores, editores, distribuidores y libreros, que deberán reinventar su función.
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