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La aldea global
La Crónica de Hoy

Los analistas estadunidenses, aficionados como pocos a las encuestas, los datos y los comparativos históricos, recuerdan estos días que ningún mandatario ha ganado un segundo mandato con una cifra de desempleo tan elevada.
Y ya que estamos metidos en números, ahí les va un par más: 4.8 y 5. Corresponden al porcentaje de caídas ayer del Dow Jones y el Nasdaq y responden a lo que cada vez el mercado percibe con mayor claridad: que Estados Unidos no sólo no remonta, sino que está al borde de una segunda recesión, que arrastraría de inmediato a México.
De confirmarse estos malos presagios, cuando el país aún se lame las heridas de la crisis que estalló en 2008, con las hipotecas basura y la caída de Lehman Brothers, Obama tendrá cada vez más difícil su reelección en las elecciones de noviembre de 2012.
El 1 de mayo, el mandatario demócrata parecía tener asegurada la reelección tras la euforia desatada ese día cuando anunció que Osama bin Laden, el enemigo número uno de EU, había sido abatido por tropas de elite en una operación al más puro estilo hollywoodense. Apenas tres meses después, la gravedad de la crisis ha demostrado que, como ya se ha repetido hasta la saciedad, “es la economía, estúpido” lo que mueve al votante.
Quienes votaron con entusiasmo a Obama en noviembre de 2008 no estaban ayer para cantar las mañanitas al presidente, especialmente la comunidad hispana, la que más ilusión se hizo con sus promesas de cambio y la que más se ha desilusionado con el incumplimiento de estas promesas; en concreto, con el reclamo de una reforma migratoria que saque de la ilegalidad a más de 10 millones de indocumentados. El mandatario trata desesperadamente de reconquistar el decisivo voto hispano, asegurando que él no tiene la culpa, que tiene las manos atadas por la mayoría republicana en la Cámara de los Representantes y la exigua mayoría demócrata en el Senado. Pero, si bien es cierto que es el Congreso el que debe aprobar la ley, también lo es que durante su primer año contó con mayoría en las dos cámaras y no hizo nada por acelerar una reforma que prometió para su primer año. Además, se preguntan ahora muchos: ¿para qué prometes lo que no estás seguro que puedas cumplir?
Llegados a este punto, el lema que lo llevó a la Casa Blanca — “¡Sí se puede!”— podría volverse en su contra y echarlo de su actual residencia con apenas un pequeño retoque —“No se pudo” —. No pudo, por ejemplo, cerrar la cárcel de Guantánamo ni sacar la reforma sanitaria que proponía, con la consiguiente irritación de los votantes izquierdistas, alarmados por las constantes cesiones del mandatario a los planteamientos de la derecha más radical.
Es, precisamente, su falta de liderazgo para hacer frente al chantaje de los legisladores republicanos del Tea Party la que ha permitido un espectáculo tan bochornoso como el de la renegociación de la deuda, que a punto estuvo de llevar al país a la suspensión de pagos esta misma semana. Se logró “in extremis” y sin convencer a casi nadie, lo que no ha permitido limpiar la deteriorada imagen de Estados Unidos en el mundo.
A cinco meses para que empiece la larga campaña electoral que desembocará en las elecciones de noviembre de 2012, Obama tiene la dura tarea de reconquistar al votante, pero ya no con vagas promesas, sino con hechos y con un renovado liderazgo que sea capaz de neutralizar la ofensiva extremista de los republicanos.
Si Obama logra convencer a los estadunidenses de que su política es más justa que la que pueda proponer cualquier candidato republicano, y más si éste es elegido dentro de un año por el Tea Party, tendremos de nuevo a un candidato demócrata potente. Si logra demostrar, por ejemplo, que su idea de equilibrar la deuda, subiendo los impuestos a los más ricos, para que no sean sólo las clases medias las que sufran con los recortes sociales impuestos por los republicanos en el último presupuesto federal, aún tendrá grandes posibilidades de celebrar cinco cumpleaños más en la Casa Blanca.
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