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Milenio

Sin ser un creador de hardware, los productos que Apple lanzó bajo su conducción han revolucionado el mundo de la computación y los dispositivos móviles. El periplo que lo llevó a eso empezó cuando, junto con el que fuera su inseparable amigo, Steve Wozniak, dio vida en la segunda mitad de los años 70 del siglo pasado a Apple Computer Company, que se presentó como subversiva, liberadora y hasta “contracultural”. Poco después se volvió una empresa innovadora que revolucionó la computación y terminó por devenir en una empresa de culto entre sus fieles seguidores.
Sin embargo, no todo ha sido maravilloso en el caminar de Jobs, ya que en la segunda mitad de 1985 tuvo que abandonar Apple porque la empresa tenía precarios índices de ventas, pero el éxito le llegó más adelante: 12 años después de su despido retornó a Apple y, curiosamente, se apoyó económicamente en Microsoft para levantar el vuelo. Es a partir de ese momento que Apple empezó a cosechar una serie de éxitos.
Pero si bien al retorno de Jobs las ventas de equipos de cómputo de Apple nunca pudieron despegar, el éxito llegaría de la mano de los gadgets. De esa manera el iPod, la iTunes, el IPhone y el HIPAD no sólo se convirtieron en una revolución en el campo de las nuevas tecnologías, sino que modificaron el concepto de entretenimiento. De paso generó un capital simbólico: para los consumidores de Apple la empresa no vende hardware o interfaces, sino un estilo de vida.
Pero, más allá de lo desigual que son en términos de funcionalidad los equipos de Apple, lo cierto es que Jobs con el correr del tiempo vino a ocupar el lugar que había criticado: pasó de ser un opositor decidido y deliberado de los sistemas corporativos, institucionales y centralizados (los creados por IBM y Digital Electronics Corporation), a un refractario de sus propias ideas y a convertir en el presente a su empresa en una especie de “jaula de hierro” y en la esencia del mainstream tecnológico.
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